FIN #3ADAPTADA

 

Esta historia ya terminó.

Escribo estas líneas con la misma fluidez de siempre.
Como si nunca hubiese tenido que volver a entender lo que era un teclado, y cómo era que se escribía sin mirar las teclas.

Como si siempre hubiese tenido mis brazos fuertes, mi estado alerta, mi motricidad intacta. A sólo 5 meses de ese sábado irreal. Si. 5 meses, hoy.
Hoy, que escribo esto, 5 de Abril.
Y cuando cuento – ésto que me pasó – nadie puede entender cómo es que “se me ve tan bien”. Bueno, yo tampoco lo puedo entender, y fue por eso, que ese día, cuando volví de los lagos, empecé a escribir.

Esto no es una historia más, una historia más de tu vida loca, Vani, que vas a contarle a la gente al pasar. Esto está acá, para saber que fue real. Que esto sucedió. Tal y como lo contás.

Esto puede volver a suceder. Lo sé.

Porque no es una historia surrealista. No, no es Buñuel, ni un relato basado en un cuadro de Dalí. Es Esclerosis Múltiple. Algo que no sabía que existía.
Y qué ni sospechaba que podía existir adentro mío.

Yo era invencible pero estaba rota. Todavía sigo juntando los pedazos de mi misma.
Y sé que esos pedazos, no los puedo unir con Poxipol.

Pero mi Brote Azul me dejó mucho.
Él murió, pero me dejo pequeñas flores:
Disfrutá, viví, sé quien sos, hacé lo que quieras, no dejar pasar un solo día. Viví hoy, ahora. Decíles una y mil veces cuanto los amas. Decítelo a vos misma. Conectate.
Pero sé quien sos de verdad. Vas a poder. Te vas a liberar. Decí lo que pensas. Así, como siempre, pero más. Ya no te enojes. No te enojes tanto. No vale la pena.
Mirá a tu alrededor. Conectá, conectá. Eso es lo que te hace invencible. Eso es lo que te hace sentir. Sentí.
Y escribí.
El brote me hizo descubrir otra forma de arte. oculta. Yo sabia que estaba ahí, esperando.
“Un brote literario”

Después.. la única secuela física que me dejó mi brote, es un leve hormigueo, un cosquilleo, cada tanto, en las manos. En donde más me duele.. para variar…diría Lu.

Hasta hace un mes atrás, era continuo. Ya había vuelvo a mi vida normal, y todas las texturas y las formas habían vuelto a ser como debían ser, pero las hormigas no querían dejar mis manos. Como si todavía quisieran recordarme que eran reales. Que eso había pasado.

La realidad supera a la ficción, dicen.
Y es así.

Luciana, mi hermana EM y yo, somos amigas. Pegamos tanta buena onda que nos hablamos seguido, y nos juntamos, como amigas que se conocieron de cualquier otra forma. Éste viernes nos vamos a tomar unas birras.

Volví a ver a mucha gente que por la vida, había dejado atrás. Recibí tantas palabras de amor de personas con las que no hablaba hacía años, y que las sentí tan, tan cerca. Como Los Montoya. En navidad, todavía despacio, me fui a visitarlos, y como cuando tenia 15 años, nos abrazamos todos juntos en el living de su casa.

El 29 de diciembre salí con alguien que no sabía lo que me había pasado. Fui a jugar al pool, sin saber si iba a poder pegarle a la bola, y no me importó. Pero me animé.
Y también jugamos a otras cosas. También me animé a eso.
Fué una buena forma de despedir el año.
Al día siguiente, hice un dibujo, el ultimo de la serie, al que llamé “Adaptada”

Mi línea todavía temblaba, pero pude reconocerme en el dibujo. Mi estilo volvía.

Hace algunas semanas, conocí y le conté mi historia a Paula Maffía, la voz de mi película surreal. La banda sonora de mi lucha. Con muchos whiskys de por medio, después de un show, y habiéndole entregado un retrato de ella que pinté. Córcega, lo llamé.

Agradecer a todos los que me acompañaron, a todos los que, a partir de haber abierto esta historia al mundo, me contactaron, y me contaron sus luchas.
Sus historias de supervivencia.

A mi familia, a mis amigos, a mis amigos nuevos, a mis amigos perdidos.
A Luciana, a Ines, a Nati, a Lucy
A Jorge
A María

A todos ustedes, que no los conozco, los abrazo.

Tantas noches de altamar
cabalgando tempestad
finalmente estoy lista para echar
el ancla de la victoria 

la estrella y el timón 
Viento, conduce a mi intuición 
no hay otra guía que esta 
sensación de inmensa libertad 

Córcega 

15337583_10154893904777873_2964977396723029118_n

VOLVER

En la oscuridad de un día que todavía no había empezado del todo, yo me acerco a la mesada y lo agarro. Lo hice cientos de veces. Tengo una técnica milenaria que corre por mi sangre charrúa, aunque ni mi papá, ni mi abuela, lo amen tanto como yo.

Ponerle la yerba, agitarlo un poco y dejar la pendiente exacta para un cebado perfecto, ya no era lo más fluido de la vida. Pero hasta ahí iba más o menos bien. Tosco y lento, pero bien. El problema era la parte del agua hirviendo.

Cargaba apenitas la pava, y sentía como si tuviera tanta agua como para la olla tamaño familiar de los fideos. Y digamos que la parte de pasar el agua al termo… ya eso era considerada actividad de alto riesgo.

Pero yo tenia que volver.

Ya había cortado frutas. Las manzanas, que eran las más difíciles. Podía destapar las botellas, y servirme. Con las dos manos, y con el vaso siempre en la mesa. Ya había encontrado la técnica para hacerme el rodete.
Mirando a mi viejo, como un homosapiens que mira a un espécimen más desarollado en la línea evolutiva, volví a aprender cómo era que se agarraban los cubiertos.

– El dedo ahí… no boluda, ahí, mas abajo. Ahí, ahí.

Con la otra mano, me acomodaba el cuchillo. Veía mi propio reflejo, pelotudizado, en el filo. Cómo puede ser que no pueda hacer esto!?

De a poco, lo lograba. Cada comida, era una batalla. Nadie más que yo iba a cortar mi comida. Nadie más. QuerÍa pollo, quería carne, quería milanesas duras. Mis almuerzos y cenas, se convirtieron en otra cosa, en una práctica, en una danza ancestral.

Pero mi gran desafío, mi puerta de acceso a la libertad, se basaba en algo aún más peligroso, más preciso y ridículo: las infusiones calientes.

El mate, las tazas con té o café con leche…
Cuando logré levantarlas y superé el momento “tomar de las tazas con pajita” lo que me pasaba, era que cuando las agarraba por el asa, el dedo del medio no terminaba de agarrar bien, y me quemaba apenitas, a la altura de donde van los anillos.

Yo la agarraba y no podía comprender qué estaba haciendo mal, y cómo era que se agarraba la conchuda taza. Pero de a poco lo fui corrigiendo. Algunas veces, me vi corriendo a la mesa porque arrancaba bien, pero después el dedo se desacomodaba y lo apoyaba sobre la taza caliente.

Pero yo tenia que volver.

Veo el vapor que empieza a salir y me preparo. Me concentro. La miro con decisión. Como un duelo de cowboys. Sos mía bitch. Te voy a levantar, y me voy a cebar un mate, acá de parada en la cocina, como una campeona.

Entonces levanté la pava, y le eché el primer chorrito, despacio, haciendo esa espumita burbujosa y fantástica. La volví a apoyar, y lo saborié. El mejor mate de tu vida, Vanina.

Cuando terminé ese primer trago, ese que te abre todos los sentidos, ahí, abrí el termo, y despacito, le fui echando el agua adentro. Concentrada, cual científica trabajando con químicos poderosos.

De a una cosa por vez. Primero, el termo.
Agarrándolo con las dos manos, caminé hasta el jardín, y lo apoyé en la mesita.
Segundo, el mate.
Volví a entrar, agarré el noble porongo que dice “Uruguay” y como quien lleva una ofrenda de dioses, salí al jardín, y me senté a tomar mate, y mirar como amanecía.

Lo había logrado. Estaba lista.

Escuché ese deslizar de las rueditas que hace la puerta corrediza que da al jardín cuando se abre -jjjjjjjjjj- y era mi mamá.

-Ah, te despertaste antes que yo! Son las 6.30 de la mañana loca!! Te hiciste el mate sola? No te quemaste? Querés algo para comeeer?

– Sabes lo que significa esto no?

– Qué cosa?

– Cuando volvamos, me dejás en casa. Hoy me quedo en mi casa. Lo necesito. Me llevo algo para cenar y mañana vemos. Yo se que todavía me cuesta todo, pero necesito empezar a volver. Siento que es la única manera.

Hubo un silencio. Un silencio que nada lo interrumpía, ni el sonido sordo de la naturaleza que se despertaba con nosotras. Y vi en sus ojos esa mirada. Esa mirada que viste desde el micro cuando te fuiste por primera vez de campamento en el jardín de infantes. Esa mirada de cuando te dejó ir a bailar por primera vez. Miedo, y orgullo y resignación. El miedo a dejarte ir.
Esa mirada que sólo puede tener una mamá.

– Bueno, está bien.
Igual podes ir viendo como te sentís…
Podes quedarte algunos días en tu casa, y otros venir… para que no estés sola…

– Ma yo vivo sola. Lo normal para mi estar sola. Lo anormal.. es todo esto que pasó.

Entonces, terminé mi “menos de medio litro” de mate, lo que podía levantar con mis brazos de niñita escuálida, y me dispuse a hacer mi rutina matinal: Córcega, moverme, respirar, entender que esa piel era mía, reconocer mis extremidades, abrir mi apetito, y desayunar.

Después fui a la pieza, y dudé. Tenía el celular en mis manos, y dudé. Y dudé una vez más. Esa flechita, quería cambiar de color, y me insistía para que le dé play.
Él me había llamado varias veces a la noche, pero yo ni en pedo lo iba a atender.
Lo había dejado sonar.

Pero me había dejado un mensaje de voz.

Yo sabía que él iba a aparecer. Era mi cumpleaños. Había cumplido 30.
Un ex, un ex dejado, tal vez con la mejor de las ondas del mundo, sólo te hubiera mandado un “feliz cumple negrita, que lo pases lindo, saludos”
Pero él no…

Él todavía tenía palabras de afecto para mi. Y juro que en ese momento, lo odié un poco por eso. Ser de luz. Especial. Buen tipo. Porqué, porqué me querés!?
Y así fue. Le di play, y fue como una premonición. Como si ya supiera el tono, los deseos, la buena vibra. Como si supiera que me iba a decir todo eso que me dijo en su monólogo grabado, vaticinándome el mejor de los futuros, el mejor de los años, el mas grande de los éxitos.

Me mordí la lengua para soportar mejor el dolor, y no lloré. No lloré. Le escribí, un – Gracias Negrito. Tengo algunas cosas para contarte. Más tarde te mando un mail, lo pasé lindo, en familia bla bla bla – y eso fue todo.

Rebolié el celular sobre la cama, y me fui al jardín a esperar que pase el día.
Ahora, en lo único que pensaba, era en mi casa.
Ahora, solo quería dejarme contener por la soledad, el silencio, y la mullidez de esa cama de plaza y media, con su acolchado de flores interminables.

No quería hablar más. No quería escuchar más, tampoco.
Soledad. Había necesitado dejarla, pero ya la extrañaba.

Entonces cuando el día pasó, a la hora de la siesta, me subí al auto con mis viejos, y volvimos a la capital. Y como era la hora de la siesta, me dormí. Me desperté por las lomas de burro, cuando pasábamos por la puerta de Excursio.

-Vani, podes o te compaño hasta arriba? – Me dijo mi mamá girándose hacia atrás en el auto.

– Puedo, puedo. – le respondí

Llevar un pequeño bolsito, y abrir la puerta de calle. Eso era todo. Pero todo se volvía un desafío. Todo era un duelo de Cowboys. De a una cosa por vez, lo hice.

Mientras abría la puerta de mi casa, escuché el grito lejano de mi compañero. Coco estaba ahí esperándome, gritándome, como siempre.

Se echó en el suelo para que lo acaricié, y yo solté todo y me tiré con él. Se acurrucó conmigo y nos quedamos un rato así. Todavía su pelo se sentía como paja.
Por eso me gustaba acariciarlo con la cara. Como un gato gigante.

Ya eran las 8 de la noche y atardecía.

Rocié con mi perfume a mi amado acolchado floreado, y me acosté.
Coco vino enseguida, y quiso instalarse, como siempre en mi pecho. Con su cabecita entre mis dos tetas, y el cuerpo ocupando todo mi torso.
Pero yo lo tenia que correr. Lo ponía de costado, porque no podía soportar su peso arriba mío. Él no entendía, y quería volverse a subir sobre mi, como hacía siempre, pero mi sensaciones corporales estaban tan alteradas, que con su pequeño cuerpito peludo encima, yo sentía que no podía respirar. Era, de repente, un león. Una bestia que me aplastaba y me dejaba sin aire.

Entonces, lo ponía de costado, casi debajo de mi axila, y él apoyaba resignado, su cabecita sobre mi pecho. Y ahí se quedaba. Esa noche no cené lo que me había puesto mi mamá en el tupper, y nos dormimos así, con Coco. Él se quedo toda la noche en esa posición, y yo también.

Me despertaron los taladros. Estoy de nuevo en Cabildo y Juramento.
Cómo, cómo, si yo me pongo el despertador a las 7am, para que no me despierten los taladros, y para irme a correr, antes que empiecen a laburar los de la demolición de al lado?

Por un momento, no lo entendí. Abrí un ojo y en la oscuridad, ya buscaba mis zapatillas, y mi ropa deportiva, preparada desde la noche anterior, al lado de mi cama.

Todavía en la cama, yo me soñaba, me veía salir enajenada, con Deep Purple sonando a todo volumen, bajando por la calle Mendoza a toda velocidad.
Esquivando a los chinos, sintiendo que mis pies casi no tocaban el suelo, sintiendo que volaba, volaba, SI volaba, y dejaba el barrio chino atrás, y cruzaba libertador, y volaba, y me metía por la calle Miñones a las chapas, y todavía seguía sonando Highway Star. Soy un fórmula uno, soy la Hormiga Atómica.

Pasaba por la puerta de Excursionistas, y cortando la curva doblaba por una calle que amaba, y que yo sentía que era mía, que YO la había descubierto como Colón a América. La calle que bordea al Golf, y ahí la vereda es de pasto, y yo soy un caballo, un corcel alado y mis patas se clavan en la tierra y doy zancadas aún más grandes. Yo soy un caballo demente y salvaje. Y hay árboles, y el sol pasa entre las hojas, y para mi son como luces estroboscópicas, que se prenden y se apagan. Ya casi llego. Ya casi.

Pero no.
Ah no, no.
Las hormigas. No. Estoy en mi casa nueva. Está coco en mi axila.
Estoy con mi brote esclerótico multicolor.

Eran las 7 de la mañana, y a alguien de este cercano, y tranquilo barrio del bajo Belgrano, estaba taladrando.

Yo ya lo había entendido, pero de nuevo miré al banco al lado de mi cama, deseando que mi ropa de correr me estuviese esperando. Yo no me iba a quedar ahí escuchando los taladros. No. Tenia que salir.

Entonces me desperté, me acomodé, me estiré. Me vestí. Me puse mis zapatillas de correr. Agarré mi mochila, la de “deporte”, metí una lona, una banana, una botellita de agua, y me fui.

Antes, de nuevo, como un ritual, como una cábala mágica, como si su voz me cuidara, puse ese disco. Esta vez, su voz sonaba en mis auriculares. Y yo salí caminando, despacio. Había sol, y yo caminé lento, hasta mi calle, mi calle con vereda de pasto. La luz del sol, pasaba entre las hojas, manchaba el piso de dorado y todo se veía muy distinto yendo a esa velocidad. Escuchando otra música.

No volaba, no. Pero flotaba. Caminaba como en nubes, como levitando sobre esos pequeños manchones dorados, y mis hormigas vibraban, bailaban y se depositaban ahí, justo en la cintura.

Entonces, mientras caminaba, puse una mano en la boca del estomago, y el dorso de la otra mano a la misma altura, pero en la espalda, y respirando y haciéndome presión con la infalible “toma de Patri” me sentí mejor.

Algunos «runners” pasaban por al lado mío y los sentía como cohetes. Sentía como cortaban el aire, y como ese aire me erizaba la piel.

Yo estaba en otra dimensión. Era el mismo lugar, pero yo estaba en otro tiempo. Y en ese tiempo, en esa dimensión, pude ver y sentir otras cosas. Pude ver que había muchos pájaros. Pude ver cómo las hojas de los arboles se movían, lento, y hacían parpadeos como las estrellitas que se usan en navidad.

Todo era tan amorfo. No distinguía el pasto, de la tierra, de mis pies. De los manchones dorados. Pero me sentía libre. Soplaba ese viento de verano, y yo me sentí más viva que nunca.

Sentí el olor de los eucaliptus. No sabía que había eucaliptus, nunca los había notado. Los respiré profundo, y los solté en una lágrima, mientras ella me cantaba, y me consolaba, y me contenía.

Ella no lo sabía, cómo iba a saberlo. Pero yo había resignificado cada una de esas palabras que había escrito, y me las había acomodado para mi. Eran mías.

Soñé que construía un barco
Soñé que sabía lo que hacía
y con este me lanzaba al mar
una noche sin luna 

en la que no se distinguía 
agua de cielo 
en la negrura de un horizonte 
que fundía tierra con mar 

la estrella y el timón 
Viento, conduce a mi intuición 
no hay otra guía que esta 
sensación de inmensa libertad 
No tenia ni la menor idea de qué estaba haciendo. Ya no era un corcel, no. Era un protillo cansado. Pero valiente. Estaba flotando. En un barco que yo misma había construido. Y todo el paisaje, todo mi mundo se fundía, se derretía. Sentí miedo. No le había dicho a nadie que estaba ahí. Eran las 7.30 de la mañana. Pero me guiaba por mi intuición y mis ganas de avanzar. De dar un paso más a la libertad. Inmensa libertad.

Llegué a los lagos exhausta. Caminaba tan lento, tan lento…
Respirando y exhalando en cada paso que daba. Cada vez más lento.
Yo estaba caminando, dando pasos minúsculos, mirando para arriba, y maravillada con volver a ver todo eso desde otro ángulo, y de repente una señora se acercó a preguntarme si estaba bien. Si necesitaba ayuda.

Se me cayó una lagrima más, le agradecí y le dije que hacia muchos días que no estaba tan bien. Bajé la vista de la copa de los árboles y de las nubes y me di cuenta de que la gente me miraba.
Yo estaba con los brazos encogidos. Como el Señor Burns. O como un tiranosaurio Rex. Como un perrito pidiendo un hueso. O como alguien que tiene un problemita neurológico.

Entonces los bajé. Y yo también los miré a ellos. Y me di cuenta de que no podía. No podía caminar como los demás. Sólo podía mover las piernas. Mis brazos colgaban rígidos al costado del cuerpo.

Claro. Cuando avanzo con la izquierda, me impulso con el brazo derecho. Cuando avanzo con la derecha, se mueve el brazo izquierdo. Okey. Así era.

Lo intenté y muy forzadamente, me salió.
Mi nuevo desafío iba a ser volver a aprender a caminar como una persona normal.
Y lo iba a hacer todas las mañanas.

Estaba decidido.

Me metí por el bosque. Cuando iba a correr, siempre iba por el bosque. Todos los boludos iban por el caminito de cemento, pero yo siempre me mandaba por la tierra. Corría saltando las raíces de los árboles, las piedras, los patos y todo lo que apareciera en mi camino. Yo era invencible. De esa última mañana ya había pasado casi un mes. De esa última mañana en la que me sentí invencible.

Pero yo todavía era invencible.

Miré a mi alrededor, con mi media sonrisa clavada en la cara. Toqué los troncos de los arboles, toqué todas las hojas que colgaban, todas las plantas, todas las flores, que estaban ahí, y nunca había visto.

Nunca había visto nada.

Reconocí cientos de especies de árboles. Escuchaba la voz de mi abuela, en off, diciéndome: mirá! Ese es un eucaliptus.. esa es una Araucaria. Y mira! Ese es un sauce llorón. Y Un palo borracho, con los pinches! Ves! Y está en flor!

Desplegué mi lona en un lugar donde daba el sol y me senté.

Como un buda, con mi sonrisa en la cara, fui feliz por poder disfrutar de ese momento. Por haber podido llegar hasta ahí. Por haber sentido mucho más, mucho más que nunca aunque mis sentidos estaban totalmente alterados.
Yo me sentía más conectada que nunca.
Toqué el pasto y descubrí que con las palmas podía sentir un poquito más que ayer. La sensación era un poco más parecida a lo que recordaba. Froté mis manos en el pasto y lo sentí. Lo sentí. Estaba volviendo.
Me puse a llorar. Me puse a llorar ahogadamente y sola en el silencio de la mañana.

Perder tus sensaciones, para volver a sentir.
De eso se trataba.
Pero yo, yo iba a volver.

30. #2 Dura

(como la estatua del buda)

Cuando era más chica, tuve un sueño recurrente.
Un sueño que soñaba varias veces, el mismo. El lugar era siempre en mi casa de Almagro, en la casa que crecí y en donde todavía vivía cuando empezó.

Yo soñaba que me despertaba asustada, en mi cama, y tenía mucha sed. Entonces bajaba las escaleras de madera sin que rechinaran ni hicieran ningún ruido, y cuando entraba a la cocina, sobre la mesa, había un buda meditando.
Yo me ausustaba, y en esa reacción, volvía a despertarme en mi cama, con sed.
Era un loop: Despertar – sed – buda

Y duraba hasta que de verdad me despertaba.

Poco antes del brote, volví a tener ese sueño, pero en la casa que alquilaba, antes de mudarme. No se escuchaba ningún ruido, y yo me despertaba con sed, y cuando entraba a la cocina, veía al buda arriba de la mesa.

WOW
Otra vez el sueño del buda. Qué loco.

Cuando apareció ese sueño por primera vez, yo tendría 17 años. Y no tenia ni la más remota idea de que corno era el budismo, ni buda ni nada. Una estatua de un gordito. Entonces me puse a investigar.

“…El origen del sufrimiento es el trisna: el deseo, el querer, el anhelo, la sed.”

Cuando empecé a leer, me cagaba de risa porque claramente, mi vida no se basaba para nada en el noble camino planteado por el budismo.
No me acuerdo si le había contado de mi sueño o no a mi tía Ruthy, pero por ese tiempo, me regaló Siddartha, de Herman Hesse.

Después, el sueño, se fue.

Era 27 de Noviembre y yo lo sabía.
Estaba durmiendo, y me desperté sobresaltada, y con sed. Me levanté de esa camita en la que había dormido tantos fines de semana, y como tenía mi vaso de plástico en la mesa de luz, lo agarré.

Empecé a caminar despacio a la cocina. Los hormigueos no se sentían.
Abri la puerta y el buda estaba ahí. Me asusté tanto que se me cayó el vaso al piso, y me desperté. En esa camita. Con sed.

– Que miedoooo – me dije.

Después de un sueño así, ni en pedo vas a la cocina…no? Pero no, yo siempre iba. Y cuando era chica también. Era como establecer el limite entre el sueño y la realidad.

Entonces me fui a servir agua, y el buda no estaba, y yo supe que era 27 de noviembre, que era mi primera mañana con 30 años, y que estaba del lado de la realidad. Aunque no lo pareciera. Los hormigueos se sentían bastante fuertes. El cinturón imaginario apretaba. Me tomé el vaso de un trago, y ya no quise volver a la cama.

Había sol, eran las 7 de la mañana.

Salí y puse ese mismo disco que escuchaba siempre – Córcega – y me acosté boca arriba en el toallón, sobre un pasto que todavía estaba mojado por el rocío. Su voz empezaba a acariciar cada rinconcito de mi cuerpo. Me arrullaba, me mecía. Me energizaba, también. Había algo en la vibración de su voz, que me hacía sentir mucho placer. Un placer real, físico, que podía sentir en mi cuerpo.

Abrí un poco mis brazos, hasta poder apoyar las palmas sobre el pasto y tocarlo. Se sentía raro. Metía mis dedos entre los pastitos y era como si fuera un pasto de otro mundo. Como si fuera un pasto que estaba tocando en un sueño.

Después deje las manos quietas, con las palmas hacia abajo, cerré los ojos y me concentré en respirar. Respiré profundo y constante, y lentamente, sentí como si de a poco me fuera un poco de mi cuerpo. O de lo que sea ese espacio que mi alma estaba habitando. Estaba despierta, pero me vi bailando, pintando, me ví siendo sensual de nuevo.
Me vi haciendo todo eso que me gustaba, todo eso que me hacía ser YO.
Respirando, respirando, volví a caer en mi cuerpo. Y lo sentí mejor.
Lo sentí un poco más mío.

Pensé en el buda de mi sueño.

El sol empezaba a calentar mi piel y se sentía hermoso.

En esa posición, boca arriba, y con la columna perfectamente apoyada, los hormigueos paraban. Ponía mis pies en punta y se veían como si no tuviese nada.

Como todas las mañanas, me estiré. Moví, todavía acostaba, mis piernas. Levanté la derecha, y pude subirla hasta arriba, dibujando una “L”. Como todas las mañanas, me acomodé. Sentía que se esa manera, iba a ser un día mejor. Sentía que las hormigas iban a estar más tranquilas. Como si les acomodara la colmena, y no tuvieran que andar tanto de acá para allá.

Estuve un rato moviéndome y me sentía bien. Me sentía fuerte.

El sol volvía a nacer conmigo.

Yo no soy una “yogui master”. Soy simplemente, elástica. Había aprendido a hacer “el saludo al sol” en una clase de streching en el Gimnacio de Cabildo y Juramento, y siempre me había gustado esa rutina, sin conocer por completo QUÉ era. Sé que te acomoda los chacras, que tampoco se bien que son. (centros energéticos que..etcétera)

Lo dudé un poco, pero respirando, empecé. Fui haciendo uno a uno los movimientos con más concentración que nunca antes en la vida. Mi cuerpo, lento y duro, fluía. Yo me sentía rígida, pero mis músculos y tendones se estiraban sin problemas. Cuando terminé, volví a acostarme boca arriba, y me dejé ir.

Otra vez me fui a volar, afuera de mi. Fue una experiencia extraña, que no entendí del todo. Pero yo ya no iba a pretender entender ninguna cosa que me pasara.

Cuando volví, las hormigas, habían parado. Había tal conexión entre los movimientos, la respiración, y el cese de la peregrinación de mi colonia imaginaria, que me parecía increíble.

La rigidez, seguía ahí. Me sentía como un palo duro.
Pero por lo menos era un palo duro, sin hormigas.

Iba a prepararme un mate, para desayunar, y la ví aparecer a Juli.
– Feliz cumpleaños! – me dijo de nuevo, con un beso.

Preparamos algo juntas, y al ratito se despertó la chiquita.
Un milagro porque siempre duerme hasta muy tarde.

– Es que escuché que Juli se levantó y quería desayunar con ustedes, boba. – Me dijo mirándome con su flequillito hermosamente revuelto, y sus ojos pegados.

Al sol, desayunamos.

Yo tenía una media sonrisa clavada en la cara. Cada tanto me daba cuenta de que no podía borrarla. Esa media sonrisa, como la mona lisa.

O como la del buda.

Tomaba mate, comía un poco de frutas, y miraba los árboles, el sol y a las chicas, y esa pequeña curva feliz en mi boca, no se me iba. Ella venía y se quedaba un rato largo. Y hablaba, y contemplaba la escena, con ese gesto milimétrico, casi imperceptible para los demás. Era una sonrisa de felicidad, serena, y estable. Una felicidad con melancolía, amor, y agradecimiento.

La mañana era el mejor momento. Esa luz.
Desde mis adentros crecía ese impulso infrenable.
Tenía que dibujar.

Queria dibujar una figura, una amiga. Me acomodé en una mesita con mi lápiz y mis acuarelas, y dibujé.

Mi mano, pesada, se clavó en la hoja. El lápiz la marcaba fuerte, con trazos lentos, casi haciendo surcos. Se apretaba contra el block como si tuviera una especie de magnetismo. Como si fuese verdaderamente imposible dibujar una línea suave.

En pocos minutos, en pocos trazos rígidos, ya la había dibujado: #2 Dura, la llamé.

Cuando la estaba coloreando, vi llegar el auto de mi viejo.
Levanté la cara de la hoja, y les dediqué desde lejos, una sonrisa entera y gigante.

– Uff.. esa si que se parece al del pintor ese que te gusta vos, eh. Schiele. – Me dijo mi papá, cuando se acercó a saludarme, con un beso en la cabeza.

Ese día, de día de mi cumple, también hice mis 3 siestas. Así que cuando terminé de dibujar, un poco antes del medio día, me fui a dormir un rato. Después de almorzar, dormí otro rato. Y un poco antes del asado, dormí otro rato más.

Cuando me desperté de mi siesta numero 3, eran las 8 de la noche, y el fuego ya estaba encendido. Me acerqué tambaleante, y vi a mi viejo que lo abanicaba y mi mamá ponía la mesa.

– Querés algo Vanuchi?

– Un abrazo – Le dije acurrucándome en su pequeño cuerpito.

Mi brote me había traído, entre tantas cosas nuevas, una necesidad de contacto físico con mi mamá. Algo que nunca me había pasado. Necesitaba su abrazo, necesitaba que sepa que la quería, que la adoraba, que la admiraba como mamá en todas las maneras posibles. Y necesitaba abrazarla. Y cada vez que podía lo hacía.

Fue un asado como todos, como tantos, sólo que sabíamos que ese día era mi cumpleaños numero 30, y también hubo torta y velitas.

Yo tengo que vivir en un lugar así – le dije a mi papá
En donde haya pasto, plantas. En donde se escuchen los pajaros. En donde haya bichos, y grillos a la noche. La humanidad está claramente equivocada.. que necesidad de apiñarnos…Todos intentando llegar a algo… algo que ni sabemos qué es…
Nos pasamos la vida pensando en el mar.
Trabajando toda la vida, para poder ir un rato al mar…

Hace poco, un amigo hippie que tengo me mandó un video. Se fueron a vivir a un lugar que se llama “Punta Indio”, a una casa de barro.
Él tocaba el Chelo, en el pasto, en patas, y veía a su hijo corriendo como un indio, feliz, en el fondo. Me emocioné tanto con esa imagen que me puse a llorar. La vida tiene que estar en otra cosa… o en otra parte.

– Si.. que se yo… ese tipo de vida es en teoría ideal en muchas cosas…mientras que a su hijo no le pase nunca nada… Si le pasa lo que te pasó a vos, le rezas a la pacha capitalismo, a OSDE y agradeces de rodillas por tener el Fleni a 10 cuadras.

Mi papá entro a la casa, volvió con un libro en la mano, y me dijo:

– Mirá, te quiero leer algo, de este libro que estoy leyendo. Está buenísimo, después cuando lo termine te lo doy. “De animales a Dioses”, de este…Yuval noah harari.
Es un historiador Israelí. Digamos que es una “historia resumida sobre la humanidad”, pero me encontré con estos párrafos, y te los quiero leer.

Empezo:

“…A los veintinueve años de edad, Gautama huyó de su palacio en plena noche, dejando atrás familia y posesiones. Viajó como un vagabundo sin hogar por todo el norte de la India, buscando una manera de escapar del sufrimiento. Visitó ashrams y se sentó a los pies de gurús, pero nada lo liberó por completo: siempre quedaba alguna insatisfacción. Sin embargo, no desesperó. Se decidió a investigar el sufrimiento por su cuenta hasta hallar un método para la completa liberación…”

– Esa historia más o menos la conozco – Lo interrumpí – porque hace como mil años leí Siddartha…

-Te estoy leyendo algo boluda. Me dejás seguir?
Yo asentí con la cabeza, y él siguió.

“…Pasó seis años meditando sobre la esencia, las causas y las curas de la aflicción humana. Al final llegó a comprender que el sufrimiento no está causado por la mala fortuna, la injusticia social o los caprichos divinos. El sufrimiento está causado por las pautas de comportamiento de nuestra propia mente…

…La intuición de Gautama fue que, con independencia de lo que la mente experimenta, por lo general reacciona con deseos, y los deseos siempre implican insatisfacción. Cuando la mente experimenta algo desagradable, anhela librarse de la irritación. Cuando la mente experimenta algo placentero, desea que el placer perdure y se intensifique.

Por lo tanto, la mente siempre está insatisfecha e inquieta. Esto resulta muy claro cuando experimentamos cosas desagradables, como el dolor. Mientras el dolor continúa, estamos insatisfechos y hacemos todo lo que podemos para evitarlo.

Pero cuando experimentamos cosas agradables no estamos nunca contentos. O bien tememos que el placer pueda desaparecer, o esperamos que se intensifique…”

Yo lo miraba, de nuevo, con mi media sonrisa de buda. Con la copa de vino en la mano, y el fuego calentándome la nuca. Él me leía concentrado, como si verdaderamente creyera en lo que recitaba. Como si un monje hubiera poseído el cuerpo de mi padre.

“…Gautama descubrió que había una manera de salir de este círculo vicioso. Si, cuando la mente experimenta algo placentero o desagradable, comprende simplemente que las cosas son como son, entonces no hay sufrimiento…

…Si uno experimenta tristeza sin desear que la tristeza desaparezca, continúa sintiendo tristeza, pero no sufre por ello. En realidad, puede haber riqueza en la tristeza. Si uno experimenta alegría sin desear que la alegría perdure y se intensifique, continúa sintiendo alegría sin perder su paz de espíritu…

…Es difícil alcanzar este estado mental, pero no imposible…”

– Hoy tuve el sueño del buda. – Le dije, con mi media sonrisa.
Te acordás que yo soñaba con un buda cuando era más chica?

Él me dijo que NO, y a mi me pareció que el significado de mi sueño, se develaba justo en ese instante, en el que yo ya no tenia más 29 años, y mi papá me leía.

Este es el dibujo que titula este capítulo:

#Dura

15202782_10154873466007873_3108829958273195789_n

29. Mis últimos veinti

De repente era sábado y sabíamos que iba a ser un fin de semana con un clima algo inestable.

Me desperté, saludé a la niña de África, y le dije que me perdonara, pero que me iba a chupar un huevo su panza inflamada, y que, a menos que se quejara mucho, iba a tomar vino, y comer todo lo que quisiese.

Aunque no iba a ser un gran evento, había que cargar el auto de Juli, planificar comidas para varios días, con mini festejo incluido.

Pero ellas hicieron todo. Mi mamá y mis hermanas.
Yo me limité a seleccionar mi ropa más cómoda, y a guardar mis acuarelas, mi lápiz y mi block de hojas.

Esa semana, mientras pasaba las mañanas en mi casa, había practicado algunas cosas. Por ejemplo, cómo hacerme el rodete.

No entendía por qué me resultaba TAN complicado. Era imposible. Llegaba a juntar mi pelo y a enroscarlo, pero ponerme la gomita… era una tarea titánica. No podía. No entendía. Entonces me ponía frente al espejo y lo intentaba.
Un día encontré una técnica. Si me ponía la colita en la muñeca izquierda como una pulsera, me agarraba el rodete con esa misma mano y después la enroscaba con el dedo de la derecha, me salía!
Ese día, sentada frente al espejo, me pasé 40 minutos practicando eso. Después entendí, que había una técnica-zen para hacer todo. Tenía que prestar atención. Concentrarme.

De a una cosa por vez, Vanina.

Una cosa por vez.

Los humanos somos extraordinarios, una maquina perfecta, coordinada, que puede resovler millones de tareas simultáneamente, mientras piensa en cualquier otra cosa.

Cocinamos mientras repasamos mentalmente cientos de otras situaciones, recuerdos, pendientes. Podemos caminar, y levantar cosas que vemos tiradas, agarrarlas con los codos, y con el cuello cuando ya tenemos las manos ocupadas.

Pero yo, por esos días, solo podía hacer una cosa por vez.
Si quería cortar una fruta, toda mi concentración, mi movilidad, mis pensamientos, mi respiración, tenía que estar puesta únicamente en esa actividad.

Al hacerlo, ni siquiera podía seguir la conversación que estaba teniendo con mi interlocutor. Tenia que callarme, y pensar en lo que estaba haciendo.

Y al mismo tiempo, el éxito en estas actividades tan simples, hacia que las amara, las valorara, y admirara mucho más.

Cuando terminaba de cortar mi fruta, la miraba como si fuese una obra de arte. Cada pequeña colación, que me preparaba para mi misma, sola en mi casa, las hacia con tanta entrega y tanta dedicación, que hasta en el sabor se sentía el amor que le había puesto.

Y cada vez que mi mamá me veía intentando cualquier cosa que pudiera lastimarme, se ponía en estado de alerta. Se quedaba mirando mi acción como si con el poder de sus ojos pudiese frenar cualquier tropezón de mis manos.

– Es la única manera! Tengo que volver a hacer las cosas! – le decía.

– Bueno pero practicá con algo menos peligroso! Dejame, dejame que te ayudo..

– DEJAME. YO PUEDO.

– bueno…está bien.. – me decía, resignada, mientras miraba mi acción como Matilda, guiando el cuchillo con sus ojos.

Ese día, entonces, me hice el rodete sola, que tanto había practicado. Con cuidado me puse mi vincha-turbante, me maquillé, y me sentí una obra de arte viviente.

Ya estaba todo listo.
Me separaban 50 kilómetros del pasto. Me senté en el auto y casi podía sentir su olor entrando por la ventanilla.

Juli, ya había preparado el ritual: La playlist de música de los 90’ para ir cantando en el viaje.

Cuando íbamos para allá, nos gustaba escuchar esa música. Como si fuese un viaje en el tiempo. Agarrábamos el Acceso Oeste cantando Cristina Aguilera a los gritos. Shakira, La Britney, Las Spices.

Solo una mina que creció en los 90’ con MTV como institución máxima puede entenderlo. Vuelvo a escuchar Las Spice Girls y me vuelvo a sentir una súper niña empoderada. Y a bailar cada paso como si todavía estuviese enfrente de la tele.

Con el auto cargado y – wanna be – sonando, salimos. No había mucho sol, estaba mas bien nublado. Por momentos un rayo luminoso atravesaba las nubes, pero sabia que para el medio día podía llover.

El viaje pasó volando, entre temazo y temazo, a toda maquina en nuestro De Lorian de los 90’. Llegamos al peaje del kilometro 50 y bajamos las ventanas. Nos gusta sentir el olor del verde. Qué bichos de ciudad. Bajamos las ventanas y respiramos ese olor a pasto recién cortado, mezclado con eucaliptos como si fuera el mejor perfume. Con una inhalación profunda y soltando el aire como en un suspiro.

Me bajé del auto con una sonrisa de oreja a oreja. Como si fuera realmente lo único que de verdad tenia ganas de hacer. En realidad, lo había dicho en “forma figurada”, pero ni bien puse un pié en la casa, subí lentamente las escaleras y busqué dos toallones grandes. Salí al jardín, ya descalza, y caminando despacito por el pasto, los extendí, bien prolijitos.

Y me acosté. A mirar las nubes pasar. Había muchas, un montón.
Y mientras se acumulaban, yo cerré mis ojos, y me dormí.
Escuchando el ruido del viento entre las hojas.
Dejándome contener por esa nube de pasto, mullida y verde.

Soñé que bailaba, que mi pelo estaba hermoso y yo brillaba. Tenía un vestido de seda y se sentía suave. Como la seda. Y entonces entraba a una habitación llena de espejos, y me veía flaca y rígida. En el sueño, me acordaba. Claro, que boluda.

“WAKE UP…” me susurró la voz.

Una gotita de llovizna me calló en el ojo y me desperté.

Había dormido un poco más de media hora.

Me desperté como en slow-motion. Un poco confundida.
Juli y Mica ya estaban preparando algo para desayunar.

– Uff.. acabo de tener el sueño de “Vanilla Sky”. La concha de la lora. Qué fuerte.

– Qué es Vanilla Sky? – Me dijo Mica

– No la viste? Una película.. está Tom Cruise y Penélope Cruz.
También está Cameron Diaz. Salió en el 2001. Es una reversión en realidad.

A la gente no le gustó mucho en su momento, pero a mi si.

Mirala.

Al mediodía venía Gaby. Gaby es “la hermana de mi hermana”. Siempre les digo eso. Son amigas de toda la vida. La conozco desde que tiene 2 años. Ella vive en Rodriguez. Nosotros íbamos los fines de semana desde que nació mi hermana Juli. Desde el 90’.

– Che se está largando a llover.. qué paja..
Y si hacemos unos Patys a la parri?? – Dijo Mica.

A mi no me gustan mucho los Patys la verdad.. pero me encanta el fuego. Así que dijimos todas que si.

Yo saqué el block y las acuarelas, traje mis lápices y me puse a bocetar un elefante.

Antes de que el fuego empiece a arder, ya lo estaba coloreando. Después las hice dibujar y pintar a ellas en mi block.

Gaby es Psicóloga. No pasa mucho tiempo hasta que hablamos de algo relacionado al tema, y no pasó mucho tiempo hasta que empezó, medio en joda, a analizar los aniñados dibujos de todas.

– Yo siempre dibujo árboles – dijo Juli.
Mica dibujo un hipopótamo. Y Gaby, un campo.

A mi me encanta hablar con Gaby. Charlar de la vida, filosofar, hablar de psicología. Es una piba de pueblo, tan bella. Ella creo que no sabe lo bella que es. Es una mina re plantada, fuerte. Desinhibida. Te da la imagen de una mina que se come al mundo. Pero es sensible, romántica, loca y especial. Creció mucho, haber estudiado lo que le gustaba la cambió. O la complejizó.

No se como fue. Pero ella me sacó ese tema. De lo «autoimune»

Por “curiosidad profesional” y empezamos a charlar.

Creo que a los psicólogos se le cae la baba con estas cosas.
Con estas cosas que no se saben de donde vienen exactamente.

Con estas enfermedades “autogeneradas”. Siempre hay un punto de vista especial desde la psicología y el inconsciente. Y todo ese mundito.

En mi caso, no puedo negar el desborde emocional que había vivido el último año. No puedo negar las cosas que me decía a mi misma, y que de a poco fui diciéndoles a todos, llorando. Pero me cuesta esa relación que se hace con los “eventos del pasado”. Con tus historias de la infancia…

Pero bueno.. el inconciente, si. Esta bien.

Y cuando di cuenta que me estaba llevando por ese tema, me empecé a sonreir.

El día que me enteré de qué era lo que me estaba pasando, me dijeron que la lesión medular se veía sobre la cervical, a la altura de la 3er vértebra. Esa frase me vino como un eco desde un rincón de la mente. Como si ya la hubiese escuchado. Porque ya la había escuchado una vez, hacía muchos años.

A los dos nos gustaba Vanilla Sky.

“Nos veremos en otra vida, cuando seamos gatos” – nos decíamos en nuestros encuentros fugaces.

Éramos pendejos, y creo que lo que nos gustaba de esa película era esa historia de amor imposible, llena de ciencia ficción y cosas raras. Él fue mi historia de amor imposible de la adolescencia. Adrián.

Cuando tuvo el accidente ya no estábamos juntos.

Hace mucho que no se de él. Un día me di cuenta de que él ya no quería verme. Como si le hiciera daño, sabiendo que no se iba a recuperar. Que se iba a quedar así.
Y no volví más.

Divagamos, un poco con el tema.
Yo me reía, entendiendo la charla como parte de los análisis que hacíamos siempre sobre nosotras, y como funcionaba la mente de cada una.

– Qué guacha mirá como me relacionaste al toque el tema.

– Ay Gaby no digas pelotudeces! – le dijo Juli, nerviosa.

– Bueno che no seas tan lineal, yo no digo que “te pasó por eso”. Pero bueno. Es una herida abierta, quizás todavía.

– Heridas de guerra. Tengo muchas. Cada vez duelen menos.

Sabes que significa Esclerosis? – le dije, durita y sonriente

Significa Cicatrices.

Seguimos charlando de más cosas. De el amor, de las historias de cada una.

De repente, el cielo se puso negro, y ya con los Patys en la parri, se largó a llover.
Una lluvia fuerte, como una ducha abierta.

– Qué buena lluvia – les dije.
Me voy a dormir alta siesta después de ESTE Paty.
Que porquería los Patys eh. Pero el fuego que hiciste Mic, me hace emocionar.
La próxima me haces un asado.

Me despedí de Gaby y me dijo que iba a volver a la noche a cenar y a darme un beso de cumpleaños.

Despacito, con la panza hecha un globo aerostático, floté hasta mi habitación.
Esa habitación. De la que me había escapado tantas veces por la ventana para ir a vivir mi rebeldía y mis historias de amor imposible.

En mi camita de una plaza me acosté y me dormí profundamente.

No soñé nada. Pero me desperté con un impulso voráz de dibujar. Puse un pié fuera de la cama y me sentí como una marioneta. Sentí la atadura de los hilos que no me dejaban moverme como proyectaba mi mente. Sentía todas mis articulaciones selladas. Duras.

Entonces, rígida, extremidad por extremidad, me levanté.

Quería dibujar. Pero esas ganas no coincidían con la fluidez de mis manos. La tarde no era el mejor momento.
Cuando traté de agarrar el lápiz, ni siquiera podía levantarlo. A la mañana había dibujado algo re lindo y ahora ni siquiera podía controlar la presión del lápiz.
Resignada, lo abandoné.
Lo volveré a intentar a la mañana.

En el living estaban mis hermanas mirando una peli que acababa de empezar y yo me acomodé a verla. No lograba despertarme del todo, pasaba el tiempo y yo seguía sintiéndome como si me hubiera tomado un Rebotril.

– Qué quieren cenar? – preguntó Mica

Yo con la mano en mi panza de 5 meses le respondí: NADA.
Patys asesinos.

– Bueno, pero preparamos algo livianito…

Eran las 10 de la noche y yo solo pensaba en que tenía que aguantar 2 horas más. Trataba de cortar mi tarta y me resultaba tan difícil que empecé a comer todo con la mano como una salvaje. Era Tarzán. Tarzán falopeado.

La siesta me había repuesto por unas horas pero una vez más, volví a sentir el agotamiento en cada rincón de mi cuerpo.

A las 11 de la noche les dije: – Yo me voy a dormir un rato. No aguanto hasta las 12.
Me despiertan con las velitas si? Y un licorcito? Si, un Sambuca, con un hielito – les dije riéndome

Yo cumplía 30. En una hora cambiaba el marcador.

Me acosté, y así, boca arriba como estaba, me dormí.

Me despertó una antorcha en la oscuridad. Cuando empezó la canción volví en tiempo y espacio. Las tres nos sentamos en mi pequeña camita, y yo pedí mis tres deseos.

En realidad, les voy a contar algo; Aún sabiendo que según la supestición, estoy corriendo el riesgo de que “no se me cumpla” – Yo nunca pido tres.

Pido solo uno. Pero es uno muy grande, y muy importante, y muy humano.
No me imagino que piden los demás, pero desde chica, yo lo simplifiqué, y siempre pedí SER FELIZ.

Así que pedí ese mismo deseo que pido en todos mis cumpleaños, y cada vez que paso por debajo de un puente y pasa el tren, y cada vez que veo una estrella fugaz.

Esta vez le agregue un “como sea, con lo que me toque”, me alenté desde mis adentros y me grité, mientras soplaba las velas:

“SER FELIZ CARAJO, SER PUTAMENTE FELIZ, CON LO QUE SEA, CON LO QUE ME TOQUE, DESEO TRASFORMAR TODA ESTA MIERDA EN ALGO GENIAL”

Mis primeras horas con 30 años no duraron mucho más. Me tomé unos chupitos de licor, comí un poco de la torta porque tenía dulce de leche, y al rato, me fui a dormir.

28. Chin-chin, Mujeres.

“Las mujeres de nuestra familia, la tenemos que pelear, es así, mi tesoro…Vos vas a poder. No hay nada que te pase, que no estés lista para atravesar. Es así, mi amor, es así. Vas a poder todo, como ésta abuela…que mirá, si no habré sufrido yo en la vida..”

Mi abuela Sonia. La única que me quedaba.

La otra, se había ido a principios de este año.
Ella no había querido pelearla, y se fue, quieta, tan quieta como había vivido.

Pero Sonia no.

Sonia se había tenido que poner los guantes.
Se había subido al Ring.
Cuando las mujeres, no se subían mucho a los Rings.

A los 19 años, tuvo un accidente.
Con un “trole” – como dicen en Uruguay.
El idiota de su marido – mi abuelo Enrique – pasó una barrera baja,
y el trolebús se la puso de lleno.
Estuvo internada un mes.
Le destrozó la columna.

– Ni sueñes que vas a tener hijos… – le había dicho el bestial doctor que la atendió.
Gracias si volvés a caminar.

Las mujeres de nuestra familia, la tenemos que pelear.

Y ella volvió a caminar. Y tuvo tres hijos.

Los tuvo con ese abuelo que yo nunca conocí. Con un sorete, que cuando su hija menor era chiquita, se fue para nunca más volver.

Supuestamente, él se había ido a Estados Unidos, a “trabajar”.
Porque tenía una punta de trabajo allá.
Pero nunca mandó un peso.

Se enteró por un vecino, que en Miami, ya estaba viviendo con una Cubana.
Qué tipo sorete.

Se divorciaron por carta.
Ella era joven.
No era mucho mas grande que yo cuando se divorció.

Pero se casó de nuevo.
Con mi abuelo Manuel.
De él si me acuerdo.
Tenía ojos celestes, y jugaba al Ajedrez.

A mi me gustaba jugar con las piezas, como si fueran muñequitos. Yo jugaba con las piezas en una caja musical que tenían, que era como una torre, como la de la Princesa Rapunsel. La que tiraba su pelo largo para que el príncipe subiera? Bueno, como esa, pero era metálica y con un estilo gótico, medieval.
Tenía un escudo, con un caballero.

Le dabas cuerda, y sonaba una música que aún hoy, la tengo grabada en la mente.
Era un vals.

Cuando se murió yo tenía 5 años, y mi abuela me regaló esa torre.
Ya no la tengo.
Se la regalé a Adrián.
Porque era muy gótica, y medieval.

Mi abuela tenía, apenas, 50 años. Y para esa época también, tuvo que volver a operarse la columna. Me acuerdo de su corssete.
Ese era un corssete de los ortopéticos

– Soooy Robocop!! Soooooy, la abuela biónica!! – me decía, haciendo poses de superhéroe.

Las mujeres de nuestra familia, la tenemos que pelear.

Ella se volvió a casar. Una vez más.

Cuando todavía no estaba tan aceptado. Y menos después de los 50.

“Marido número 3”

Ella se había criado con una madre Polaca, que le decía que “el matrimonio era para toda la vida” que había que aguantar, aunque te maltrataran, aunque no seas feliz.

Pero ella ya había sufrido demasiados dolores en la vida.
Trabajar toda la vida, dejar su Uruguay querido con 3 hijos, y bueno..
Después pasó lo de Ruth.
Y cuando pasó, el tipo se había tomado el palo hacía rato.

Ru – yo le digo así.

En algún momento, fue mi “ tía Tuti ”

Yo nací, casi en ese momento, o un poco después.
Con el tiempo, caí en esa ironía.

Ella tenía 14 años, y se convertía en tía, de su hermano, el mayor, al mismo tiempo que se enteraba que ella, no iba a poder tener hijos.

Entre otras cosas dolorosas que tuvo que atravesar, asumir, y someter a su cuerpo, para poder vivir una vida plena.

Las mujeres de nuestra familia, la tenemos que pelear.

Pero ella hoy tiene dos hijos.
Lucas, mi primito. Tiene 13 años.

No lo tuvo en su vientre, pero tiene mis mismos ojos, y mis mismos pies.
Hizo de una dificultad, una bandera. Y hoy trabaja para ayudar a las personas.

No hay nada que te pase, que no estés lista para atravesar.

Ella tiene rulos, como yo.
Y como mi abuela.

Me regala libros para mi cumpleaños desde que tengo memoria.
A mi, y a todos. Nuestras bibliotecas, existen por ella, y por el regalo que nos hace en cada cumpleaños. Además de los que no nos regala, pero que nos recomienda.

Un Gurú literario.

Yo nunca estudié escritura.
Si sé escribir, es porque me enseñaron a leer.
Ru, me enseñó a leer. No literalmente, pero si a amar la literatura.
Un libro, para cada momento de mi vida.
Especifico, increíblemente puntual para los momentos en que los leí.
Como si supiera que ese era el libro para ese cumpleaños.

Ya no puedo decirle “tía”…
Cuando tuve a su hijo en mis brazos por primera vez, todo cambió.
“Soy la prima mas vieja de la historia” – le dije.

Yo tenia 18 años cuando nació Lucas. Ella, 32.
Ese día dejé de ver la diferencia de edad entre nosotras.

Ese día me sentí del lado de los adultos.
Brindamos en el patio de su casa, y nos dimos un abrazo fuerte, como el que se dan dos amigas que saben que en ese momento, empezaba otra etapa de la vida.

A mi mamá le debe haber pasado algo parecido con ella.

Porque la conoció cuando era chiquita.
Estuvo ahí cuando tuvo que pasar todo ese dolor.

Y después, Ru estuvo ahí cuando le tocó pasar dolor a mi mamá.
Y yo también estaba ahí.

Tenia 12 años cuando nos enteramos de que era diabética.

Mi papá viajaba mucho en ese momento.
En realidad, no se si viajaba mucho más que siempre, pero sentí más la ausencia los días que no estaba.

Empezó a adelgazar y adelgazar. Y fue tan rápido… Era verano. Llegó a pesar 40 kilos. Yo le prestaba mis shorts, y se le caían mis mallas.

Pero eso no fue lo peor.
Lo peor, es que mi mamá era fóbica a las agujas.
Le daba impresión hasta verlas en la tele, o en una foto, o hasta que le cuentes un relato que incluyera una.

Me acuerdo el día que recibimos el medidor de glucosa y todo el kit para inyectarse la insulina. Estabamos sólas, en su cuarto. Fuimos abriendo uno a uno los distintos dispositivos, y los miramos como si fueran objetos alienígenas.

Al medidor, había que ponerle una tirita reactiva en una ranura, pincharte el dedo con una agujita que salía disparada de otro dispositivo alienígena, y poner la gotita de sangre en esa tirita. Todo alienígena.

Ella, blanca, con cara de pánico y con su hija mayor de arengadora, logró pincharse el dedo.

Una minúscula gotita de sangre brotó de su dedo, y con cuidado, la apoyó sobre la tirita.
Pero nada pasó. No salieron los números que necesitábamos para saber cuántas unidades de insulina inyectar.

– Este coso está roto! Vino fallado!

– Intentá otra vez.. tal vez estamos haciendo algo mal…- Le dije

Angustiada, se pinchó otro dedo y volvió a apoyar esa minúscula gotita sobre la tira reactiva. Pero no pasaba nada… la sangre se desparramaba por la tira, que parecía un simple plastiquito de 2 mm de espesor, y no pasaba nada. Los números no aparecían.

– Está rotooo… No andaaa.. – me decía mientras se recostaba, descompuesta sobre el almohadón de la cama.

A mi no me dan miedo las agujas. Ni la sangre. Soy valiente, desde que soy chiquita. No importa a qué tenga que someterme.

Puedo probar yo? – Le pregunté.
Vos quédate ahí.

Entonces, me pinché el dedo, y probé. Y no pasaba nada.
Y me pinché otro dedo, y otra vez lo apoyé sobre la tira, y no pasaba nada.
Y me pinché otro, y otro y otro.

-Quizás necesita más sangre – le dije.
Mientras me reventaba un dedo, y ella se tapaba los ojos.

Apoyé mi dedo ensopado en sangre sobre la tira hasta que esta lo rebalsó, y pude ver cómo la sangre se metía por el filo, por ese espesor de 2mm.

Ahí el aparato se encendió y me dio el número que estábamos esperando.

– Ah! Ahí está! Es por el filo! No es por arriba!
Le dije con mis manos en alto, y mis dedos ensangrentados.

El resto del los objetos alieníjenas, eran las jeringas, que iban en la heladera, y un “aplicador” que era como una lapicera gigante. Se abría por la mitad como una rosca, y se ponía la jeringa ahí. Después la cerrabas, y apretabas un botón para pincharte.

A mi mamá le costó adaptarse.

Pero lo hizo. Le costó encontrar las dosis, le costó encontrar qué insulina, de qué forma aplicarse, en qué lugar. Pero lo hizo.

Porque las mujeres de nuestra familia, la tenemos que pelear.

El día que me dijeron como iba a ser mi tratamiento, mi papá estaba de viaje.
Entonces fuimos al consultorio del neurólogo solas.

Cuando entramos, me revisó como siempre, y charlamos un poco de cómo venía mi evolución. Todo venía según sus expectativas, y algunos análisis que estábamos esperando para descartar otros posibles diagnósticos, habían dado negativos, así que eran buenas noticias.

Entonces sacó una hoja, y con su lapicera, dibujó una tabla. Mirábamos fijamente las letras que iban apareciendo y que apenas distinguíamos, y él empezó a explicarnos cuales eran los posibles tratamientos para ésta enfermedad.

Fue una explicación exhaustiva, en donde nos contaba en detalle cada tratamiento. Empezó por la medicación vía oral, pero después de mencionarnos sus posibles efectos secundarios, entendí que esa no iba a ser una opción para mi.

Por todo el preámbulo que nos hizo al hablarnos de los tratamientos inyectables, entendí que tal vez es algo que puede darle miedo a las personas que no tuvieron que pincharse todos los dedos a los 12 años. O que no tuvieron una mamá que tuvo que adaptarse a un tratamiento crónico similar.
Por eso, cuando empezó a contarme detalles de cómo era un aplicador, y a hablarme seriamente de la responsabilidad de los tratamientos inyectables, yo lo corté diciéndole:

– Doctor, estoy más que familiarizada con las jeringas eh. Mi mamá es diabética, se acuerda?

– Ah! Es verdad! Me había olvidado! Que tonto! Claro…
Bueno.. eso… te va a ayudar. Las va a ayudar a las dos – nos dijo, sonriente.

– Si, vamos a hacer chin-chin y nos pinchamos!!!

Nos reímos, los tres, en el consultorio. Después de un breve silencio, me dijo:

– Si. Vos sólo tres veces por semana. Lunes, miércoles y viernes.

– Ah… una papa – le dije.
Ésta se pincha como 3 veces por día. No es nada grave para mi doc.

Las mujeres de nuestra familia, la tenemos que pelear.
Es así.

27. #1 Frágil

Faltaban pocos días.

Como lo había sacado de Facebook a principios de año, ya nadie se iba a enterar. Ni me iban a preguntar qué hacia, ni se iban a acordar que ese 27 de Noviembre, yo cumplía 30 años.

Había deseado celebrarlos.
Ya sabía que iba a llevar casi un mes de mudada, y que mi hermosísimo nuevo hogar, tenía un patio. Pensaba en todas las botellas que iban a sobrar del casamiento…y que quizás algunas me iban a donar para el festejo.

Me había imaginado ahí, brindando. Aunque sea algo tranquilo e invite a los de siempre. Me parecía que estaba bueno para cerrar un año demencial.

Pero bueno, surgió este “imprevisto”.

Y yo… ya no tenía energía.

No tenía energía para organizar, invitar.
Ni ganas de “estar linda”
El casamiento de mi hermana había sido demasiado esfuerzo.

Yo me quería ir allá. A Rodriguez. A esa casa en donde había pasado mi infancia. A ese oasis en el tiempo. A ese eterno retorno, que siempre se sentía cálido, íntimo.

Quería estar sola.

Y no por depresiva ó melancólica, sino porque estaba cansada.
No tenía fuerzas para agasajar a nadie.
Quería estar tranquila. Tirarme en el pasto y quedarme ahí.

Hacía 20 días que estaba viviendo con mis viejos. Y por más de mi eterno y absoluto agradecimiento, ya no aguantaba más.

Le pedí, le rogué a mi hermana Juli, ella, recién casada, que me llevara.
Que nos vayamos sólo las tres. Que por lo menos, vayamos el sábado a pasar el día, y ese primer momento, en que se hacen las 12, y de repente tenés un año más.

Juli se puso mal, en un momento, porque yo digamos que no invité a su nuevo marido, a mi fabuloso evento.

Pero le expliqué que yo no estaba celebrando nada.
No estaba celebrando mi cumpleaños.
Yo me estaba escapando de él.
Me estaba exiliando.

Ella lo entendió, y acepto.

Hace algunos años, en mi cumpleaños se puso un feriado.
El de “La Vuelta de Obligado”.
Mi cumpleaños era el domingo 27, y el lunes 28 era feriado.
Entonces la idea, era irnos las tres el sábado, y pasar el día y esa primer noche las tres solas. Después Juli vovlía a capital el domingo, pero venían mis viejos, y hacíamos un asado. El lunes, volvíamos.
Ese era el plan.

Bastante distinto a como me lo había imaginado un mes atrás, mientras armaba las cajas para mudarme. Pero agradecí a la vida por tener ese rincón de pasto en el que tirarme a dejar pasar los días.
Ese sería mi mejor regalo. Dejarme contener por esa nube verde y mullida, y dejar que las horas corran. Escuchar el viento entre las hojas.
Irme de mi cuerpo por un rato.
Esa semana post-casamiento, y pre-cumpleaños, yo había quedado realmente exhausta.
Recuperarme de esa fiesta, fue como volver de una expedición al Everest. Ó Como recuperarse de el viaje de egresados a Bariloche.

Yo TENÍA SUEÑO, y dormía 3 siestas por día, que duraban más o menos una hora:

Me despertaba a las 6am y desayunaba con mi mamá.
Hasta las 11am me duraba la batería, y después, dormía una hora más.
Después de almorzar, me volvía a dormir.
Y un rato antes de la cena, a eso de las 7 de la tarde, una siesta más.
Finalmente, no me iba a dormir mucho después de las 11 de la noche.

Insólito.

Pero en ese momento mágico, entre las 6am y las 11am, mientras amanecía, era MI momento del día. Los rayos del sol se asomaban calentitos, y yo los sentía como la vida misma. Siempre amé la mañana. Esa luz.

Un nuevo día comenzaba, y sentía la fuerza del sol, que empujaba la noche, y que me empujaba a mí también.

Ese era el mejor momento.

Entonces, esa semana, la última de Noviembre, le pedí a mi mamá que me dejara pasar las mañanas en mi casa.
La persiana de la pieza en la que estaba durmiendo se había roto, y no podía abrirse del todo. Yo necesitaba esa luz.

También necesitaba estar un poco sola. En mi casa.

Me llevó, temprano, y me acompañó hasta arriba.

– Te dejo abierta ésta botella de agua, me dijo.
Y ésta de jugo. Por favor Vani, por favor, en serio:
No tomes mate.

Mi gato se me fregaba. Me miraba y maullaba, a los gritos. Como si me preguntara que estaba pasando. Porqué no dormía más con él. Qué era este lugar raro en el que lo había abandonado. Se tiraba panza arriba para que lo acaricie, como siempre, pero a mi me costaba llegar a su cuerpito.

Busqué la forma de llegar hasta el piso y lo logré.
Mientras mi mamá tomaba todos los recaudos posibles para dejarme sola, yo empecé a acariciar a mi gato.

Coco es un gato callejero.
Yo lo ví en una veterinaria, hecho una bolita, en un rincón.
Tenía 40 días y supe que él iba a ser mi compañero.

Un gato solo.
Abandonado.
Pero cuando toqué su pelo la primera vez, descubrí que había algo glamoroso en su linaje. Era muy chiquito, y estaba medio flaco, pero mientras lo apoyaba sobre mi pecho, tuve la certeza de que iba a ser un gato grande, suave y peludo.

Era tan suavecito que se sentía como un conejito bebé.
Coco creció, y con el mejor alimento y el más tierno amor de las diarias cepilladas, se convirtió en el gato más hermoso. Ya no parece un gato callejero.
Su cuello es como una bufanda, como una gran boa blanca de rey, imponente.
Lo más suave que sentí jamás.

Me acerqué a él decidida a cepillarlo y acariciarlo como pudiera. Aunque me costara. Nos acomodamos en una baldosa a la que le daba el sol, y que se sentía como un beso en la piel.

Pero todo era tan distinto. Su pelo no era más suave.
¿A dónde está mi conejo bebé? ¿Qué es éste pelo duro?

Se sentía como paja.
Yo sabía que eran mis manos las que estaban sintiendo distinto. Pero por un momento me pareció tan increíble que le pedí a mi mamá que lo tocara.

Pero no, Coco estaba tan suave como siempre, y yo sentía su pelo como paja.
Hasta como si pinchara.

Lo acariciaba igual, desconcertada.

Las manos me ardían. Hasta el más tierno acto de amor, hasta lo más suave, lo más suave que habían tocado mis dedos jamás, se había convertido en algo áspero, y hostil.

Pero el sol y la mañana seguían ahí.
Eso no había cambiado.

Y yo todavía tenía energía.

Ese era el mejor momento.
Tenía que dibujar.

Mis manos se sentían como piedra.
Mis brazos se sentían como baba.
Y yo me encajé el lápiz en mi mano rulito y empecé a bocetar una silueta.

“Ahora podés empezar a probar con lo abstracto” – me había dicho alguien…

Pero yo no pinto abstracto…

Si, es verdad, era una buena oportunidad para intentarlo..
Pero yo quería agarrar el lápiz.

Necesitaba, darle vida, a un Ser.
Quería dibujar una amiga, una figura humana. Yo dibujo eso. Cosas vivas.

En ese mismo block de hojas en el que había dibujado mi Leona, sólo un día antes de hacerme las resonancias, empecé a tirar unas líneas.

Pocas veces sentí tanto dolor. Dolor real.
En mis dedos, y en mi corazón. Juntos se estrujaban, y se retorcían.
El lápiz se me salía. Mi mano se había olvidado de cómo se agarraba. No entendía como hacer la presión necesaria para que la magia del dibujo se devele.
Pero no me importaba. Y cuando se me resbalaba, con la mano izquierda, lo volvía a acomodar.

Con el esfuerzo inmenso de una mano que no puede moverse, dibujé mi primer figura de lo que iba a ser una serie de tres.
“Frágil” lo llamé.

Esa no era mi mano, esos trazos no eran míos.

Me resultaban tan ajenos como el pelo pajoso de mi gato.
Pero el resultado fue grandioso.
Lineas simples, temblorosas. Una mirada cansada.

Un pelo azul, desdibujado.

Frágil.

Mi block, mis acuarelas y mi lápiz, me seguirían a todos lados, a partir de ese momento.

Este es el dibujo:

archivo-26-2-17-09-44-13

26. Palabras Proféticas

– Estoy Paralizada.
Empantanada.
No puedo avanzar.

Perdonáme, pero yo me siento así.

A mediados de marzo, a la mañana, “corté” con mi hermana.
El proyecto que teníamos juntas era hermoso.
Pero teníamos otros tiempos,
Otros tiempos, y prioridades.
Yo quería avanzar.

– Estoy Paralizada.
Empantanada.
No puedo avanzar.
Perdonáme, pero yo me siento así.

Ese mismo día, a la noche, “corté” con mi novio.
Lo que habíamos podido construir juntos era hermoso.
Pero yo quería avanzar.

Quería querer avanzar.

Cuando en una reunión, por esas cosas que a veces se dan en las charlas, se tocaba el tema de -historias paranormales- , yo siempre cuento que nunca vi una mujer de blanco, o que nunca se me prendió la tele sola, pero que siempre fui algo premonitoria.

Las primeras de estas historias me las contaron mis papás.
Pasaron cuando era muy chiquita, y siempre estaban relacionadas a la palabra.
Yo decía cosas raras, frases extrañas, que después encontraban un sentido.
Insistía, repetía cosas que no tenían sentido. Hasta que lo tenían.

Más de grande, siguió sucediendo. Pero con cosas que uno dice al pasar, sin pensar.

“Esas palabras proféticas, que después, retrospectivamente, te das cuenta de lo que contenían” *cita de cita

Los meses previos a mi explosión, me sentía desbordada.
Por primera vez en mucho tiempo, estaba angustiada.
Lloraba. Estaba deprimida.

– Dale Vanina que te pasa!? – Me decía a mí misma, absorta, mirándome en el espejo.

Estaba acelerada. Haciendo malabares con mi vida, frustrada por todo eso que tenía adentro y que sentía que tenía que salir. Tenía que salir.
Tantas ganas, planes, proyectos, amor y vida.
Todo rebotando y rebotando en mi cabeza como un flipper con un millón de bolitas.

Charlaba con Camila, como siempre, de la vida, de la humanidad cruel, de las posibilidades… y de repente, mi respiración se aceleraba. Esa vena de mi cuello empezaba a mostrarse, caminando como una fiera enjaulada por todo su monoambiente.

– Bueeeeno…pará pará, tranquila..
Me decía, riéndose, cuando mi monólogo empezaba a trastornar mi rostro.

– Estoy sacada. Ya sé.
Estoy re neurótica.

Me siento fuera de mi.
Siento que no entro en mi cuerpo.

Después de retocar 114 fotos de producto, una de las peores changas del 2016, me iba corriendo a Pilates.

– Hola humana – Le decía a Maru, mi profe.

Es que eran las 6 de la tarde, y era la primera persona con la que hablaba.
El resto de los diálogos, eran internos. O con mi gato.

En Pilates, tampoco hablaba mucho.
Pero con Maru algo charlábamos de la vida, antes, o después de la clase.
Maru, había sido Abogada.
Pero a los 30, mandó todo al carajo, se hizo el profesorado de Pilates, y cambió de vida.

– Vani, vos sos re pendeja.
Cuando laburaba en el estudio, yo tenia una carrera prometedora.
Y ganaba guita. El único problema es que no tenia tiempo para gastarla.

Asi que justo cuando cumplí 30, chau. A otra cosa.

– Si, yo voy a cambiar de vida…
No se cómo, ni qué, ni un carajo…

No sé si llego a los 30, pero SI – Le decía,
acostada en la camilla.

– Sos una boluda! Dejá de decir que no llegás a los 30!
Qué boluda que sos!  Pero bueno mujer, bajá…
Hace rato que no te veo con tanta cara de loca..

Pilates era uno de mis “cable a tierra”
En ese momento, solo estaban los movimientos, la concentración y la respiración.
Eran los únicos momentos en el que las voces de mi cabeza se callaban, por un rato, y dejaban de darme órdenes.

“..Dale boluda, vas a cumplir 30 años y sos una pajera! Cuando mierda vas a SER VOS Todos estos pelotudos que son unos analfabetos tienen clientes, y trabajo, y ÉXITO, y vos, con todo tu talento, tus ganas, estás rascando freelance todo el tiempo!
Ese proyecto choto aparte no camina vieja, no camina!! date cuenta!!
Al final te la pasas haciendo fotos por 4 pesos…
Pero qué infeliz!!! Qué mierda pasa!?
Así es tu vida?… Él te mira a la cara y te dice que sos el amor de su vida y vos que hacés?! Qué hacés hija de puta, decíle algo!!!!..”

Las palabras.

Siempre les tuve miedo a las palabras.
Tal vez les doy demasiado valor.
Demasiado peso.

Hoy sé, que a algunas, si.

Entonces corté.
Porque “tener un proyecto” ES poder llevarlo a cabo.
Porque cuando uno le dice al otro que es “el amor de su vida”, no es algo liviano de decir.

Quizás ese peso, esa fuerza en las palabras, esa carga, inmensa, de contenido, es algo que viene conmigo. Que le pongo yo.

Las palabras.
Las respeto.

Siempre les tuve miedo a las palabras.
Tal vez les doy demasiado valor.
Demasiado peso.
Tal vez acá hay un porqué.

Después que corté, volví al punto de partida.
A la nada de la nada. Y a la nada del amor.

A la deriva laboral.
A esas relaciones en las que no pudiera dejar herido a nadie.

– Yo prefiero estar sola. Monja. Antes que estar con un tipo que no me quiere. No lo soporto. Me angustio. Pero bueno, es parte de mi “locurita” – me decía Camila.

– Porque sos un Ser sensible, Cami.

Yo no siento nada.

Me chupa un huevo. No siento nada, nada.
Dejé al único tipo que me hizo sentir amor en años y ahora… los demás.. son nada.
Yo no siento nada.

Camila es un ser sensible. Si, lo es.
Su visión de la vida, su adorable mezcla de fortaleza y vulnerabilidad, me había conmovido desde el primer instante en el que me empezó a confiar su mundo interno.

Cuando la conocí, todavía estaba medicada.
Tomaba «algo», para controlar un poco sus altibajos.
A veces, estaba triste, y deprimida. Con la nube negra.
Y otras veces era un petardo, sobrexcitada, y quería romper todo, y a todos.

Ella se sentía mal, y le daba vergüenza hablar de «eso».

– Boluda, primero que todo, nadie esta exento de derrapar un poco…

A mi tu “locurita” me suena bastante. Demasiado.
Por ahora siento que lo puedo controlar, pero sabes que tengo arranques en los que verdaderamente, dudo en si no debería pedirte el teléfono de tu psiquiatra.

Así y todo, estoy convencida de que tenemos más claridad mental que cualquiera.
Que muchos que pasan por sanos.
Cuántos psicópatas sueltos hay! Gente de mierda! Por Dios!
Lo bueno, es poder reconocer cuando algo nos hace mal, y ya no lo podemos manejar, y hacernos cargo.

Todos necesitamos algo, a veces.
Mi mamá tiene que meterse insulina.
Vos, ahora, necesitas tu pasta.
Y yo, con ir a correr escuchando a Los Ramones y Pilates vengo zafando, y por ahora no necesito nada, pero nunca se sabe, amiga. Nunca se sabe.

Las dos tenemos “la cabeza cagada”, eso está clarísimo y te lo digo siempre.

La cabeza cagada.
Nunca creí que fuera tan literal.

*cita de cita: Yo no conocía ésta frase de Cortázar a Soriano.
La saqué de una nota que leí – que todos leímos – de la periodista “atacada” en el pasillo de la calle Soler. Ella, la que dijo “Me voy a vivir”. Leí esa nota, cuando terminé de escribir este capitulo. Le cambié el nombre, y le agregué esa frase.

25. Hermanas EM

Los hormigueos, las sensaciones deformadas, los cambios en el tacto y las texturas, la rigidez del cuerpo, la dificultad para moverme, y coordinar. La incapacidad de agarrar las cosas como un ser normal.
Okey. Te la banco.

Pero mi situación gástrica, NO.
Me estaba enloqueciendo.

Ya no podía comer.
Sentía una pesadez… 4 kilos de piedras en la panza.
Sentía que cada día podía moverme menos,
y que no era por “lo motriz” sino porque me “pesaba” la panza.
Caminaba como las embarazadas, agarrándome la cintura,
levemente echada para atrás.

– Vani, decinos la verdad.
Te agarraste al doctor de la guardia…

Eso sería un bombo de 5 meses express…
Pero es que de verdad, parecía embarazada.
Toda flaquita, con una panzota.

Lo hablé con el neurólogo, porque me empecé a asustar.
Él, muy tranquilo, me dijo que era parte de lo mismo.
Que así como mi motricidad estaba “lenta”,
era normal que mis intestinos también lo estén
y que les cueste un poco funcionar como siempre:
Dieta equilibrada, frutas, cereales, y fibras..

Pero yo ya hacia 4 días que había vuelto a mi dieta habitual,
tomaba 3 litros de agua por día, comía cereales, fruta, yogurt
y cada día que pasaba me sentía peor.

Había algo que no estaba funcionando.

Entonces, nuevamente me zambullí en las olas de La Internet.
A esa altura, yo buscaba títulos como:

Esclerosis múltiple y síntomas
Esclerosis múltiple y deporte
Esclerosis múltiple y recuperación
Esclerosis múltiple y depresión
Esclerosis múltiple y stress
Esclerosis múltiple y canabis
Esclerosis múltiple y sexo
Esclerosis múltiple y yoga
Esclerosis múltiple y alimentación

Así llegué a varias paginas, y también, a blogs.

Encontré uno que me gustó,
se llamaba “EM en positivo”
Era de una española.
Hablaba de lo mucho que la habían ayudado las conductas saludables,
el yoga, mantenerse activa, motivada, y sobre todo, tranquila.
Reducir el stress.

Y también, hablaba mucho de la alimentación.

Ahí descubrí, mas allá de este blog en particular, que habían cientos de sitios en los que se hablaba de “protocolos de dietas autoinmunes”. Que verdaderamente, habían alimentos “prohibidos” que agravaban los síntomas, y que resultaban perjudiciales para este tipo de enfermedades.

Claramente, todos aquellos alimentos que yo tenia desde hacia tantos años como prohibidos, realmente lo eran. Frituras, porquerías, alcohol barato.
Mi cuerpo me lo avisaba cada vez que los consumía.

Decidí entonces, probar, por algún tiempo, seguir ésta dieta.
Dejar el gluten, y los lácteos. Los alimentos procesados.
Todo lo demás ya lo estaba haciendo hace años.
La dieta “paleo” le llaman, algunos.

«Es la dieta que le dieron a Messi para que no vomite, viste?»  – me dijo mi papá (?)

Mi mamá también tiene una enfermedad autoinmune.
La diabetes, entra en la lista.

Así que le conté sobre mi investigación.

Mi mamá ya había dejado las harinas hacía bastante, y le iba mucho mejor así.
No es una fanática que no come NUNCA, pero solo con reducirlas, la llevaba muchísimo mejor. No le subía tanto el azúcar.

Entonces, descubrimos un montón de recetas
para hacer panes y galletas sin harina,
y mi vieja estaba feliz.
No se le había ocurrido que podían hacerse alimentos de este tipo sin harinas.
“De todo lo malo se puede sacar algo bueno” – me dijo.

El hecho de haber entrado a blogs y sitios hechos por personas que “la estaban pasando”, me había despertado algo:
De repente, me sentí menos sola.
Aunque ella vivía a miles de quilómetros de mi,
había un humano como yo, al que le pasaban las mismas cosas.

Un mutante como yo.

Siempre fui fan de los Comics.
Más que nada, por mi pasión por el dibujo.

Cuando tenia 16 años lo conocí a Adrián.
Ese libro aparte, que quizás algún día me anime a escribir.
Él tenía muchos comics, y con él aprendí a dibujar.

Mi preferido por mucho tiempo, fue X-Men.
Los superhéroes mutantes, poderosos y sufridos, discriminados por la sociedad.

Y por más atemorizante que sea, el sufrimiento te hará más fuerte. Si te das la oportunidad de sentirlo, de aceptarlo, te volverá más poderoso de lo que puedas imaginar. Es el regalo más grande que tenemos: soportar su dolor sin quebrarnos. Y eso surge del poder más humano: la fe.”
– Una cita de el Profesor Charles Xavier.

Yo me sentía una X-Men.
Una X-Men fallada.

Existe una escuela para jóvenes con “poderes” como yo?
Existen en esta ciudad, personas como yo, que estén pasando por lo mismo, con las que pueda hablar?

Mi psicóloga, en nuestro primer encuentro, ya me había hablado de EMA, la fundación Esclerosis Múltiple Argentina. Entonces, en mi impulso de buscar, me metí en el Face.

Perdón Joha, pero en esa página, yo no veía a nadie como yo.
Era gente mayor, con bastones, con sillas de ruedas.

Algunos comentarios, intentaban ser positivos, por más sentidos y desgarradores que fueran. Intentaban, dejar un mensaje de lucha y esperanza.
Muchos solo hablaban de sus dificultades, de sus dolores.
Repasaba las fotos, y los comentarios de las personas que, con mucha fuerza, relataban sus experiencias, pero yo no me sentí parte de eso.
Primero y principal, porque no veía a nadie de mi edad,
y segundo, porque los relatos, eran en su mayoría, tristes.

Hasta que, en un momento, vi una foto de perfil que me iluminó la cara.
Ella estaba patinando.
Estaba patinando!!!

Empecé a leer, y el “tono” en el que estaba escrito, me encantó:

“Tengo 31 años
y tengo EM hace 10.

Al principio fue un shock, ya que soy súper deportista y era tan joven y activa, que no entendía como pudo haber pasado!! Stress…

Por qué a mi…?

Después al tiempo, mi pregunta fue – y por qué a mi no??
Quién soy yo que no puede pasarme nada?
ACEPTACIÓN. AMIGARME
con la EM.
A hacerla mi cómplice y a desafiarla constantemente….

«YO QUIERO HACER ESO, Y VOS NO ME LO VAS A IMPEDIR»
y así es…. Sigo con la actividad física que hice siempre.
Mis brotes fueron siempre en las piernas (casualidad?)

Soy patinadora artística hace 27 años (antes y después de la EM), doy clases de patín,
soy bailarina, trabajé en teatros, tengo mi propia marca de indumentaria…
Me siento mas plena que nunca!!!

Escle.. qué?? qué era eso….

Siempre hay cosas peores.
Bajar los brazos, no es una opción…”

Empecé a llorar,
sonriendo.
Llorar de emoción,
y felicidad.

Una completa desconocida, hablaba, como yo,
y en un segundo, me había devuelto la esperanza.
Compartimos un momento, y ella ni siquiera lo sabía.
Era yo. Era mi hermana EM.
Mi hermana mutante.

Bajar los brazos, no es una opción. No lo es, Luciana.

Tenía que hablarle.
Necesitaba que me cuente cómo era su vida.
Que me diga que yo iba a volver a hacer todo.
Que iba a volver a correr, a andar en bici,
que iba a volver a bailar,
y a tener mis brazos fuertes.
Que iba a poder todo y más.
Necesitaba hablar con ella.

Entonces le escribí, por Facebook:

“Hola, soy Vanina.
Soy Diseñadora Gráfica.
Me gusta dibujar y pintar,
y soy re deportista.
Vivo en el bajo Belgrano,
tengo un gato que se llama Coco,
y Esclerosis Múltiple,
diagnosticada hace algunas semanas”

Asi me presenté.
Y le decía había sacado su contacto de EMA, y que su post me había flasheado.
Que me gustaría hablar, un poco, si no le jodía.
Y que si le jodía, no pasaba nada, porque lo que había escrito, me había puesto a afilar mi lápiz para dibujar.

Porque bajar los brazos no es una opción. No lo es.

Ese día, me comprometí, día a día, a dibujar. Todos los días.
A pintar, o a bocetar con lápiz lo que me saliera.

Ella me respondió al toque.
La leía y podía sentir la alegría y el optimismo frase a frase.
Una copada.

Me di cuenta muy rápido que era una gran mina.
Me di cuenta de que éramos, de verdad, parecidas.
Desde ese día, nunca dejamos de hablar.
Yo le preguntaba de todo, y ella a mi.
Hablábamos de este “mundo de sensaciones”
Yo una Artista sin manos
Ella, una Patinadora sin piernas.

No pasaron muchos días desde que empezamos a mandarnos audios, y nos conocimos las voces. Ella me ayudó, desinteresadamente.
Me ayudó, porque YO también la estaba ayudando a ella.
Eso me dijo.

Más atrás, más atrás de donde termina este libro,
Luciana y yo nos conocimos.

Nos abrazamos y lloramos.
Nos reímos y compartimos.
Luciana es mi amiga.
Mi hermana EM.
De todo lo malo, se puede sacar algo bueno.

¡Oígame X-Men! ¡Ya no soy la mujer que conocieron!
¡Soy fuego y vida encarnada!

Ahora y siempre…¡soy Fénix!
– Jean Grey/Fénix

24. Dale con el look

Soy una mini mujer. Mido un metro y medio.
Soy flaca, pero siempre tuve gambas, cintura, y mis curvas.
Y siempre me gustó mostrarlas.

Me encanta vestirme, y ser sexy.
Me gusta sentirme libre con mi cuerpo y mi ropa.

Y nunca me importó lo que piensen de mí por eso.

Para mi la ropa, el “look”, siempre fue una forma más de expresión.

Fui mutando, a lo largo de mi vida, pero nunca pasé desapercibida.

A los 17 años, Vanina adolecente, era muchísimo más extraña.
Y muchísimo mas juzgada por como se vestía.
Por como se vestía, y por otras cosas que merecerían todo un libro aparte.

Fue una etapa de estilos pseudo punk-dark, con escotes y pelos de colores.

Pero la realidad, es que siempre me sentí “observada”
Ahora, digamos que me visto mas acorde a las modas y la sociedad, o a “mi edad”.
Lo que no quita por eso sentir que me miran con mirada inquisidora por lo que se me ocurrió ponerme.

Así que yo estoy acostumbrada a que “me miren”.
La verdad, me molesta un poco, como me molestan tantas cosas que no comprendo de los humanos, pero no me cambia la vida.

La mirada del otro.

Podría decir que nunca había vivido miradas por otra cosa que no fuera tal vez, porque mi pelo era muy raro, o mi short muy roto, o mi boca muy roja.

Podría decir eso.

Pero cuando era chica, me pasó algo que si lo pienso bien, tal vez definió y marcó mi personalidad para siempre.

A los 11 años, me pegaron un palazo en la cabeza.

Suena súper violenta la frase, pero fue jugando al Hockey.
Un accidente. Cosas que pasan.

Pero yo tenia 11 años, y el palazo fue directo al ojo derecho.
Yo solo recuerdo ver todo rojo.
No negro. Rojo. Sangre por todos lados.
Me acuerdo que ese día tenia una remera turquesa que me encantaba y cuando la ví, no podía creer a el color al que había mutado.

La cuestión es que además de 13 puntos sobre mi ceja que quedó medio pelada por un tiempo, lo más impresionante, fue que se me deformó la cara.

Ahí SI que estaba verde.
Verde y violeta y deforme.

El ojo derecho quedó completamente inflado y cerrado.
Después, esa inflamación fue bajando, y toda mi cara se tiñó de colores.

Todo el proceso, duró unos tres meses.

Y yo era un pequeño monstruo, al que todos los niños en el colegio miraban.
No me hicieron “bulling”, como se dice ahora.
Sólo me miraban, y los veía cuchichiar entre ellos. Y no sólo en el colegio.
En todos lados. En la calle, en cualquier lugar al que entrara.
Parecía como si me hubieran cagado a trompadas.

Sentí también, algunas miradas juzgando a mi mamá. Alguna vieja que se quedó mirándola como “vos le pegaste a tu hija, forra, lo sé”
Realmente, estaba desfigurada.

Me acuerdo que vez, un nene boludo me dijo que me parecía a frankenstein.
Yo le respondí conteniendo las ganas de morderlo y escupirlo,
que él parecía una nena gorda y mocosa.

Me sentí tan bien de poder responderle. Y de la cara de bobo en shock que me puso.

Bueno… eso.. algo me marcó. Más allá de la pequeña cicatriz, casi imperceptible que todavía llevo en mi ceja derecha.
Me hizo crecer, y ser fuerte, y darme cuenta de que la gente, mira.
Mira, y juzga, y opina, sin saber lo que le pasa al otro.

Vanina, te van a mirar.
O por fea, o por linda, por trola, o por rara, por distinta.
Por tener la cara partida. O el alma.

Después del casamiento, y de esa primera mañana, empecé a sentir, muy de a poquito, que mi motricidad y mi estado general, repuntaba, de a ratos.

Pero todo mi aparato digestivo colapsó.

Había comido bastantes cosas “de la lista prohibida” y me dolía la boca del estomago, como siempre que como “mal”.
Pero además de éstas sensaciones de dolor con las que convivo hace mucho tiempo, se me sumó un temita más… intestinal.
Sentía “inflamados” los intestinos.
Sentía “hinchados” los riñones.
Creo que no pude ir al baño por una semana entera.
Mi panza se empezó a inflar como un globo.
En realidad, como una pelota de básquet. Dura.
Cuanto más crecía esa pelota, más me apretaba el cinturón fantasma.

La niña de África había venido para quedarse.

Pero mi ropa no le iba muy bien.
TODOS mis shorts, pantalones, calzas y polleras, son de “tiro alto”
Bien ajustados en la cintura.
Los uso con tops.

Así que pronto me di cuenta de que iba a tener que encontrar un “look” para esta niña.

Ya desde los primeros días, había empezado a usar un pañuelo, enroscado de una manera que me había enseñado una chica afro que conocí en New York.
Era casi un turbante, y era un look que usaba bastante cuando iba a la playa, o cuando salía de bañarme y no me quería empapar con mi pelo largo.
Me resultaba inmanejable, y era más cómodo atarlo en un rodete y meterlo ahí.
Mi abuela me decía que me parecía a Carmen Miranda.

Delicadamente, me ponía mi turbante, y me maquillaba, la boca bien roja.
Me ponía rímmel en las pestañas, hasta dejarlas bien negras.
Tambien me ponía base, y rubor, para contrarrestar del verde de la niña.

Tenía algunas calzas que me quedaban grandes de cintura,
entonces las empecé a usar, siempre.
y busqué los remerones más gigantes, los que usaba para ir al gimnasio.
Todo lo que no me apretara, y me tapara la panza que parecía de 5 meses.
Solo me faltaba algo para completar mi look.
Yo nunca uso zapatillas. Solo las de correr.
En verano, siempre uso sandalias, con plataforma.

No tenia ninguna zapatilla tipo adidas, o converse. Cómoda.
Entonces, le pedí a Mica que me acompañara a Cabildo.
Me quería comprar unas Adidas blancas, de esas con puntera,
como las que se usaban en los 90’.

Ese día hacia frio, así que salí con mi turbante, un remerón, y un saco gigante de lana.
Mis zapatillas de correr. Y mis gafas de Carey. Obviamente.
Decidí ponerme un corpiño, que era strapless. Porque no era muy ajustado.

Caminando como tortuga, salimos.

Yo caminaba y charlaba, riéndome, con Mica del brazo.
Mas que una niña, parecía una viejita desnutrida.

Y empecé a sentir esa mirada, de todos los transeúntes.
Yo me sentía una doña, acompañada del brazo por “la chica”

Algunos me miraban 4 veces. 5 veces.
Si, es joven.
No es una vieja con onda. Es joven.

Dimos una vuelta. Había sol.
Antes de llegar al local, en un momento, me miré la cintura y vi algo, casi a la altura de la cadera, que no entendí qué era.

Era mi corpiño strapless.
Se me había caído, y no me había dado ni cuenta, y andaba por cabildo, con mi look demencial de corpiño-cinturón.

Me agarró un ataque de risa que me hizo casi desmayar.
(Porque reír a carcajadas, dolía un poco)
No podía controlar la risa. No podía ni explicarle a Mica de qué me estaba riendo.

Me torcí hacia adeltante, y me reí sin parar.

– Qué pasa boluda!!! Me decía Mica, riéndose también, sin saber dé qué.
– SE ME CALLÓ EL CORPINIO!!! AYUDAME!!
SUBIMELO!!

Mica lo vió, y con un movimiento rápido me lo subió.

En la esquina de Cabildo y Monroe, yo me secaba las lagrimas de la risa.
– Estoy en otro planeta…boluda.. no siento ni las tetas…

Llegué al Adidas y conseguí mis zapatillas talle 35 sin problema.
Mi look ya estaba completo.

23. La niña de África y la Sabia

Jenny me acompañó hasta mi cama. Me sacó los zapatos, y me preguntó si quería que se quedara a dormir, para que no me quede sola hasta que vuelva mi familia.

Yo la abracé, le agradecí, y le dije que no hacía falta.

– Gracias Jenn, sos lo más del mundo. Sos increíble.

– Vos sos increíble nena.

Jenny vivía a 3 cuadras de lo de mis viejos.
Pero le pedí que me avisara cuando llegue.
Cuando me entró el mensaje, me dormí.

En sueños, sentí cómo si me apuñalaran.

Me desperté, pero las puñaladas pasaban de este lado.
Del lado consciente.

Sentía puntazos en las costillas y en la boca del estómago.
Me hice una bolita, y respirando, profundo y constante, logré conciliar el sueño.

Esto no es nuevo, pensé. Esto es lo de siempre.
Sólo que ahora estoy “más sensible”

Siempre fui muy sensible con la comida.
A mis 30, ni se me pasa por la cabeza tomar alcohol barato.
No como frituras, ni comidas pesadas, ni porquerías de kiosco, ni… mucho.

Cuando “me zarpaba” y comía algo de la lista prohibida, sentía como si literalmente, hubiera comido vidrios. Vidrios rotos que me cortaban las entrañas.

A veces se sentían más como puñaladas, secas y directas a algún sector.
En las costillas, o en la boca del estómago.

Una puñalada fantasma.

Muchas veces si estaba con alguien, viendo su cara de sorpresa al oír mi grito y verme retorcida, le explicaba simplemente que “ me estaban haciendo voodoo”

A veces duraba sólo un instante, y desaparecía esa sensación.
Otras podía perdurar algún tiempo.

Tambien aparecían en situaciones totalmente aleatorias.
En cualquier momento, relajada o caminando, o charlando..
Y de repente un AAGH!
Un gritito seco, mientras me agarro el lugar de » la herida» con la mano.

Siempre repasaba la lista a ver si había comido algo que me había hecho mal,
o si había comido rápido o qué podría haber sido.
Bueno pero la banana es pesada..
Comí de golpe… quizás por eso..

La Sprite tiene mucho gas.

La verdad es que no lo sabia a ciencia cierta.
También, convivía con eso.

Pero las noches largas de comida y bebida, nunca se sentían bien al día siguiente.
Quien te quita lo bailado, dicen.

No pude dormir mucho más..
Antes del medio día me desperté.

Me quería dar una ducha.
Tenia olor a humo y a fiesta.

Me metí en el baño y me desnudé.

Cuando me miré en el espejo no me reconocí ni por un segundo.
Estaba escuálida, las costillas se me marcaban, y mi estómago estaba hinchado, salido como una pelota, dura, para afuera.
Mi cara era verde.

Mis brazos, finitos, como dos fideos que colgaban resignados.

No se quién era esa.
Parecía una niña de África.

Agarré mi celular, y puse el disco de Paula Maffía que acompañaba mi eterna lucha con el agua de cada día. Ella me cantaba, y todo me parecía más fácil.

El agua caliente me adormecía el cuerpo.
El agua fría, me daba espasmos, como cientos de cuchillos que se clavaban en mi torso.

Estaba sentaba en la bañadera, y creí que no iba a poder salir nunca.
Que iba a tener que gritar para que alguien me sacara.
No había quedado nada de fuerza en mi.

Tomé coraje, y casi arrastrándome, salí.
Abrí la puerta para que entre el aire más frio, y me puse una bata de toalla que no pude ni cerrar. Tenía tan cansados los brazos que no podía hacer ese movimiento.

Entonces de un golpe bajé la tapa del inodoro y me senté.
Me recosté sobre los azulejos y me quedé ahí, inmóvil.
El espejo empezó a desempañarse y me encontré de nuevo con ella.
La niña verde de África, con el pelo mojado, pegado en la cara.

La música seguía sonando, y yo cerré mis ojos y me quedé ahí, en mi banco-inodoro.
No tenía fuerza para mover ni un solo músculo.
Ni ganas de gritar, ni de nada.
Me iba a quedar ahí, hasta que pudiera moverme.

Entonces escuché que la puerta se abría un poco más.
Abrí un ojo y la vi.

– Qué hacés ahí Van? – Me dijo Mica, recién levantada.

– Nada, no puedo más. No me puedo mover. Andáte, andáte.

Mica tiene 20 años. Mica tiene 10 años menos que yo.
Yo la vi nacer. Filmé su primer baño en esas bañaderas de plástico
que miden 60 centímetros. Le di de comer su primer sólido,
y le enseñé a cortar la comida, con un Paty, porque era más fácil.

Mica no es una nena normal (ya sé que no es más una nena).
Y no es porque sea mi hermana. Es especial.
Siempre digo que vino a nuestra familia a sensibilizarnos.
A enseñarnos a abrazar y a besar. Es madura, desde que es chica.
Es sabia. Sabe escuchar, y preguntar.

Charlar con Mica, siempre fue para mi, charlar con una par.
Desde que era realmente una nena, me di cuenta de que podía hablar con ella mejor que con cualquier persona más grande.
Porque en algún punto, hacia reflexiones, y le gustaba charlar de cosas que ni siquiera a la mayoría de los adultos le interesaba. Se planteaba cosas de la vida, filosofaba y reflexionaba. Así que podíamos quedarnos horas charlando, y aunque era chica y quizás ella no lo sabía, hablábamos sobre cultura, sobre la religión, sobre la sociedad.. sobre las conductas humanas…
Pero Mica ya había crecido.

– Me estas jodiendo no? Dale boluda, te ayudo.

– No me pude ni cerrar la bata – Le dije
– No me molesta tu bata mal cerrada. – me respondió

Era la última persona en el mundo que quería que me viera así.
Nunca me vi en un estado peor. Ni con la peor resaca. Ni con la gripe más violenta.

Me apoyé en ella y se me cerró la garganta.
Fue como tragarme un trapo de angustia.
Áspero.
Sentí un nudo, que me dolía, en la base de mi cara.
Quería llorar.

No quería que me viera así.. no quería. No quería.

Yo soy fuerte. Soy tu hermana mayor. La que siempre te va a cuidar.
La que te va a defender. La que te va a enseñar todo lo que sabe.

Ese era el pensamiento que tenía fijo en mi mente, y contenido en el nudo de mi garganta. Se repetía, en cada paso torpe, como un rezo.

Torcida, me desplomé en “mi” cama.

Yo soy tu hermana mayor.

“ Cuando yo tenga diez eeeee… vos vas a tener veinte..eeee
Cuando yo tenga veinte eeeee… vos vas a tener treinta… aaaa”

Esa canción la había inventado ella, cuando le expliqué que nos llevábamos 10 años, y que era siempre de 10 en 10 nuestra diferencia de edad.

La canción llegaba hasta que ella tenía 90 y yo 100.

Si pensaba un poco en la canción, quizás con el paso del tiempo cambiaba un poco quien iba a cuidar de quién. Quién le iba a enseñar a la otra.

– Estoy cansada, cansada, cansada.
Estoy cansada, no puedo más – Le dije lloriqueando.

Ella me miró, con sus ojos grandes, grandísimos y sabios y me dijo:

– Está bien que estés cansada. Todos estamos cansados hoy.
Vos vas a estar un poquito más. La pasaste bien ayer?

– Si. Muy. – le dije todavía torcida, tal cuál como había caído en la cama.
Hoy siento como si me hubiera violado una patota.
Pero la pasé genial.

Después, simplemente, charlamos. Como siempre.

No me acuerdo bien de qué.
Por momentos lloré, y por otros me reí.

Después, me sentí mejor.

22. All you need is LOVE

Después del “momento biombo” teníamos que ir a la parte de afuera del salón, en donde estaba armada la “Jupá”.

Salí y la vi a Jenny parada esperándome. Estoica.

– Qué haces acá boluda? Estuviste todo el tiempo acá parada?
No te fuiste ni siquiera a comer un poco de salmón?
– Soy tu dama de compañía, no?

Del brazo, como a los 14 años paseando por la matiné de Caix, caminamos hacia los asientos adelante de todo, que estaban reservados para la familia.
– Vos te sentás acá – le dije a Jenny.
– No nena, estos lugares son para la familia! – me dijo Jenny, correcta, como siempre.

– Por eso, vos te sentás acá, conmigo y con Mica y con mis abuelos y todos nosotros.
Ella me hizo caso y sonriendo, se sentó

Hacía frío para ser Noviembre. Mis pobres manos, se petrificaban.
Y me dolían un poco. Entonces yo me las frotaba y me las frotaba.
Se me notaba un poco más la rigidez cuando hacía esto.
Las venas se me saltaban.

La música empezaba a sonar.
En realidad, era una mina cantando en vivo una canción en hebreo.

A mi nunca me gustaron las ceremonias religiosas.
Ni judías, ni católicas, ni de ninguna índole.
Y en ese momento…tampoco.
Me aturdía.

No entiendo por qué la humanidad se somete a todo esto.
Qué le gusta.

Justo cuando estaba pensando en que odiaba la religión, la jupá, al rabino, a la que cantaba y la mar en coche, apareció mi hermana, vestida de novia.
Y entonces, todo lo demás pasó a otro plano. Se esfumó.

Y yo otra vez, me teletransporté a la infancia.

Siempre se habla de esa pureza, de esa luz inmaculada que irradian las novias caminando hacia el altar.

Pero yo ya había visto esa cara.
Yo ya había visto ese brillo en sus ojos.
Ahí, en el comedor de mi casa, mientras bailábamos y ella miraba su propia imagen reflejada en el espejo, vestida de mini novia.
Juro que era esa misma cara. Una cara de felicidad, y de inocencia.

Entonces me emocioné y lloré. Y todos lloramos.
Y empecé a amar ese momento.

Miré hacia atrás.
Miré a mis abuelos.
Miré a toda una multitud que sonreía, con los ojos vidriosos, como un millón de estrellitas que parpadeaban e iluminaban la noche.

Qué lindo, pensé. Por eso a la humanidad le gustan estas cosas.

Y llegó el momento en el que tuve que firmar.
Nuevamente, respiré profundo, y con mucho cuidado caminé hacia la mesita que se había dispuesto especialmente para ese objetivo.

Con todo el esfuerzo de una mano petrificada y venosa, escribir V A N I.

Cuando la ceremonia terminó, los novios se fueron.
Y como era un casamiento a todo trapo, había un buffete caliente.

Yo me acomodé en un sillón, con mi familia y amigos.
Todavía no había comido nada, y mas allá de mi indicación de que “solo me ayudaba Jenny” todos me traían platitos con comida y vino.

Mi primo Lucas tiene 13 años.
Es más, los cumplía ese mismo día.
No sé cuanto notaba lo mal que estaba.
Pero me partía el alma. No quería que me viera así. Él no.

Yo siempre fui su prima “más grande”. Y la más loca. La que cuando todos terminaban llenos de asado y no se podían ni mover, se sacaba los tacos, y se iba a jugar al futbol con él, en patas. Y jugaba bien.
Yo me hacía la boluda, y le charlaba como si nada, y me comía todo el sushi de su plato agarrándolos con la mano.

– Con palitos no puedo hoy. Pero ya voy a poder eh!

– Pará que voy a llenar el plato.
Volvió con una torre de sushi para los dos, y los empezamos a comer con la mano, como si fueran chizitos.

– Che Vani, estás re vieja. El sábado que viene cumplis 30 – me dijo.

– Jaja, ya sé pendejo. No hace falta que me lo recuerdes.
Sabés qué es lo bueno? Ves como me ves ahora?
Bueno, yo, a partir de hoy, cada día, voy a estar más joven.
Voy a cumplir 30, y de a poco, cada día, voy a estar MÁS JOVEN. Vas a ver..

– jajaja sos una boluda.

Finalmente, entramos al salón.
Los chicos hicieron su entrada triunfal, y se armó un gran pogo del que no participé.
Me quedé con mis amigas, a un costado, riéndonos, mientras veíamos a los novios volar por el aire. Había tal agite que no me animaba ni a ir a darles un beso.
Tenía miedo de que me golpeen.

Poco a poco las luces empezaron a encenderse, lo que indicaba que todos debían ir a sus lugares. Y así lo hicieron. Una música empezó a sonar.
Yo la reconocí al instante.

Era “The way you look Tonight” por Ella Fitzgerald.

“Some day, when I’m awfully low
When the world is cold
I will feel a glow just thinking of you
And the way you look tonight”

Entonces me metí en la pista que se vaciaba, y abracé a mi hermanita.
Y bailamos, juntas, abrazadas, como en el comedor de mi casa, como cuando éramos chiquitas, mientras la música sonaba.
Cuando la canción terminó, juntas nos fuimos a nuestra mesa.
La que compartíamos con Guido, y sus mejores amigos.

Pude comer mi comida sólo con el tenedor, perfectamente.

Cada tanto me levantaba con mi copa de vino en mano, y me iba a charlar con mis amigas, que estaban en la mesa de al lado.

Me puse a charlar con Nuri, de lo copado que había quedado el salón todo decorado, y no se qué boludeces más, y en un momento me dijo, señalando con la mirada:

– Cuidado Negri, la copa.

Cuando miré mi mano, tenia la copa prácticamente horizontal.
Con la muñeca quebrada, doblaba para atrás.
Como era de esos copones grandes, y ya me había tomado casi todo el vino, no volqué.

– Uuh… se me va la mano al choto! Paso por borracha igual no?

– Te quiero Negra – Me respondió, con una sonrisa y un abrazo.

El vino me había relajado un poco. Pero sentía mi cuerpo tan rígido…
Y el “cinturón” me apretaba a más no poder.
El vestido, por más de que se me caía un poco y ya no ajustaba tanto mi débil figurita, me molestaba.Tenia ballenitas, y la tela me raspaba.

Yo me sentía una momia.
Lo más parecido sería como cuando te quedás duro del cuello?
O de la espalda? Y si querés mirar hacia la derecha o hacia la izquierda, tenés que girar todo tu cuerpo? Como un robot? Con las articulaciones selladas. Bueno.. algo así.

Jenny me acompañó al baño. Me estaba haciendo pis.
Con una precisión ninja, subí mi vestido, y haciendo equilibrio en los tacos de 20 centímetros, lo logré.

Cuando salí del baño, estaba Patri Montoya ( Mi tia/amiga por elección, kinesióloga hosteópata y referencia total y absoluta ante cualquier colapso corporal? Bueno, ella.)

Nos abrazamos, y nos pusimos a charlar.
Patri, además de ser una eminencia en lo suyo, tiene algo muy especial: Luz

Ella era la mamá de una amiga de la infancia. Con los años nos habíamos distanciado, pero el amor estaba intacto, por ella, y por todos Los Montoya. Teníamos tantas historias con ellos. Todos tenían historias con Los Montoya.
Y todos, los querían.

Me preguntó si estaba mejor, mientras instintivamente, agarró mi mano izquierda y la empezó a masajear.
Le dije que NO, y le conté sobre este nuevo síntoma, extraño y molesto, apodado “el cinturón”. Le conté que me partía al medio. Que sentía como si me costara respirar.

Entonces Patri soltó mi mano izquierda, y me puso perpendicular a ella.
Paradita justo adelante de su cuerpo, de perfil.
Puso una de sus manos sobre mi espalda, y la otra, con la palma justo en la boca del estómago. Y con los dedos, me agarró un “costillar”.

Me explicó que por el diafragma pasaban todos los nervios del cuerpo.
Y que cuando sintiera esa sensación, tenía que intentar relajarme.

Me hizo tomar aire, mientras ella hacía presión y un movimiento hacia arriba, y soltar el aire, cuando ella soltaba ese movimiento.

Estuvimos así unos minutos, las dos vestidas de fiesta,
en el baño, repitiendo ese movimiento.
“Respirá…soltá” me decía, con su voz suave, mientras Jenny nos miraba.
Con cada movimiento mi cinturón se aflojaba un poquito más.

Cuando terminó, era un leve lacito.
Y a partir de ese día, cada vez que mi cinturón fantasma se ponía violento,
yo me hacía “la toma de Patri”. Un antes y un después.

Volvimos al salón, y la fiesta estaba a pleno.
La música a todo volumen me aturdía un poco, entonces, nos alejamos del parlante,
y nos metimos en la pista.

A lo lejos la ví a las Wosco, bailando.
Las Wosco son tres hermanas, amigas, como nosotras. Hermanas espejo.
Me acerqué a ellas, bailamos un ratito, y después, Ivi me dijo:

– Vamos a fumar?
– Jaja yo dejé de fumar, ya saben..pero las acompaño.
– Yo traje algo para vos…

Siempre fui pro-canabis.

Ovbio que desde que me había pasado esto, estaba haciendo una vida totalmente sana, pero siempre me gustó. Nunca lo hice de manera “viciosa”.
Mi vicio, horrible y adictivo, siempre fue el tabaco.
Pero por suerte lo había podido dejar, justo 6 meses antes del brote.

– Éste me lo dio mi amigo. El que te conté que está haciendo los aceites, que se los regala a las mamás de los nenes con autismo?

Si, me acordaba.
Y en mis investigaciones en la “red” había leído al respecto.
Entraba dentro de las “terapias alternativas”

Salimos, con Jenny que era mi sombra, y las Wosco.
En el escenario donde se había armado “la jupa”, ahora, unos músicos alistaban sus instrumentos para tocar. Nos paramos ahí, al costadito.

Todas prendieron sus horrendos cigarrillos, y yo me corrí un poquito.
Desde que había dejado de fumar, me había vuelto de esas “anti-pucho” insoportable.
Pero al rato Ivi le dio luz al mágico, y yo lo saborié.

Le dí unos traguitos a mi vino, y le dí unas caladitas más.

Cuando volvimos al salón, estaban sirviendo el postre. YESSS.
Felicidad. Me hundí comodísima en un sillón, y cuando terminé de raspar la ultima gota de mouse de chocolate de la copa, le dije a Jenny:

– Vamos al cuartito. Me quiero sacar este vestido del orto.
Quiero bailar.

Por primera vez en semanas, me sentía relajada.
Mi cuerpo empezó a ponerse blando. Como un pompón.

Sentía que si me ponían un tema de Shakira, iba a poder bailar como ella.

Busqué a mi mamá, y la ví bailando descontrolada.
Le pedí la llave.

Mi mínimo estado canábico no tenía ni comparación con el tremendo grado de ebriedad de todas las personas de esa fiesta. Era un quilombo de borrachos gritando. Hermoso.

Del brazo como a los 14, nos fuimos con Jenny, cantando el tema de reggetón que sonaba.
En el cuartito encontramos una frapera con un champagne a medio tomar.

Yo me saqué los zancos de 20 centímetros, y el vestido, y me quedé así un rato, libre.

Servimos dos copas, y brindamos.

– Vas a estar bien amiga.. – Me dijo Jenny, con los ojos vidriosos.
– Ya se, yo se que si…
Mirá mirá como bailo! Soy Shakira!

Me puse mi vestidito negro, y mis zapatos bajitos, y bajamos de nuevo, cantando.

Bailé y bailé. Feliz. Movía mis bracitos con movimientos lentos, pero ondulados y fluídos.
Como esos que había estado practicando en el espejo con tanto esfuerzo.
Pero me salían solos, yo me sentía una odalisca.

Afuera se estaba armando la mesa dulce, y la banda afinaba para empezar a tocar.

La música, en la pista de adentro, se sentía como electricidad.
Sentía como si las ondas sonoras realmente me pegaran en el cuerpo.
Me hacían vibrar. Era una sensación rara, que todavía no había sentido.

Cuando salí, y la música en vivo empezó a sonar, sentí algo completamente diferente.

Se sentía como un masaje desde adentro.
Mi cuerpo vibraba, pero se sentía placentero, las ondas sonoras de los instrumentos en vivo me hacían vibrar en otra sintonía.

Mucho más agradable.

Siempre amé la música en vivo. Ir a ver bandas.
Pero se sentía tan bien que me dieron ganas de llorar.

Estaba algo alejada del escenario, mi hermana bailaba con Guido, feliz.
Cuando terminó el primer tema, escuché otra vez, unos acordes familiares.

“All you need is love”

Entonces me abrí paso, y llegué hasta donde estaban ellos, los novios.
Nos dimos un abrazo los tres, y como en un trance hippie,
bailamos y disfrutamos toda la canción.

Love is all you need.

Ahí entendí por qué el brote no había aguantado.
Por qué no había esperado dos semanas más.

Realmente, no sé qué me hubiera pasado. Cómo me lo hubiese tomado.
Pero tenía tantas razones para levantarme de la cama.
Tantas razones para pelearla.
Haber tenido que pasar por esa fiesta, haber tenido que estar “bien” y no por mi, por los demás, por mi hermana, por mi familia, me había dado un motivo, una razón, para no perder la sonrisa, para celebrar la vida, el amor, y para no bajar los brazos.

La banda siguió tocando, y yo cerraba los ojos, y me mecía, ya lento, cansada, con la vibración del bajo. Se sentía tan bien… terapéutico y mágico.

El sonido en vivo de los instrumentos, acomodaban algo adentro mío.

Cuando la banda terminó de tocar, la mesa dulce estaba a toda marcha.

Lucas me llenaba el plato de cosas. Con sus 13 años, definitivamente, tiene el paladar mejor desarrollado que cualquiera. Seleccionaba, y me acomodaba en el platito que yo sostenía fuerte con las dos manos, todo lo que él ya había degustado, y que sabía que era lo mejor de lo que había.

Adentro del salón había estrobos, y luces, mi familia disfrazada con lentes y cosas de colores. Cuando me quise dar cuenta, eran las 5 de la mañana.
Afuera amanecía, y yo no podía creer como seguía en pié.

– Negri, cuando quieras nos avisas y nos vamos eh – me dijo Nuri.

Es que todo era tan bizarro que me divertía sólo mirando.
Ya no podía moverme, estaba agotada, pero la felicidad de la escena de tanta gente que querés, contenta bailando, es algo difícil de dejar de mirar.

Pero afuera salía el sol.
Y yo, como una guerrera, cansada, pero con una batalla más ganada, me retiré.

– Vamos amiga, vamos.

21. El 19 de Noviembre

Ese día, me levanté energizada.
Tal vez me había hecho bien hablar con mi nueva Psicóloga.
Johana. Que me diga lo que me dijo.

Siempre fui de la mañana. Amo la mañana, esa luz.
Y desde que me había dado el catapunchis este, notaba que por la mañana siempre tenía mas energía..y ésta, iba mermando, a medida que se iba el día.
No solamente más energía. Más coordinación, menos rigidez.

Ni bien me desperté, agarré el lápiz. Antes de desayunar.

Con toda mi concentración y esfuerzo del mundo, evocando a mi mano caligráfica, escribí
“all you need is love”
Me salió casi como si no tuviera nada.
Pude escribirlo hermoso, con mi letra.
Me emocioné, y lloré sola.
Sabía que esa destreza no iba a durar hasta la noche.

Le saqué una foto, y se las mandé a mis hermanas.

Les dije cuanto las amaba, lo importante que eran para mi, y que eran mi fuerza, siempre, y hoy más que nunca. Todo lo que necesito es amor.

Ese día era la fiesta de casamiento de Juli.

Yo estaba feliz. Y mi encuentro con el lápiz me la subió a más no poder.

Fui con mi papel y se lo mostré a mi mamá y a mi papá.
Como si fuese mi mejor obra.

Creo que nadie entendió cuán groso era para mi, ese día, en ese momento, haber podido escribir, y que me salga tan linda mi letra.

Como Leo estaba internado, la peluquera que iba a mandar en reemplazo, iba a venir temprano, porque tenía que ir a peinar a otra novia ese día. Y nosotras éramos 4 para peinar. Así que la jornada de belleza empezó temprano.

Jenny venía a las 7.30pm y me iba a ayudar a ponerme el vestido.
Mi amiga Nuri nos venia a buscar a las 8pm.

La peluquera me peinó a toda velocidad.

Me había quedado bien, pero el “jopo” no estaba lo suficientemente agarrado para aguantar. Sé demasiado de jopos. Pero bueno, en fin, que sea lo que sea.

Después, venia el momento maquillaje.
Fui la ultima, porque era la ultima que se iba.

Mis viejos y mis hermanas, se iban un rato antes.

Yo quería terminar con el trámite belleza lo más rápido posible, así que me limité a decirle que “estaba dura” y que “me dolían mucho las cervicales”

Como estaba llena de granos (es más, 2 días antes de la fiesta me salió un grano exactamente en la punta de la nariz) le pedí que me ponga una buena base, un delineado simple, boca roja, y a otra cosa mariposa.

– Ay pero cómo un delineado simple! Vos no querías sombra y SMOKY EYE!?
– Si bueno, NO. Ahora quiero terminar rápido.
No puedo estar mucho tiempo en esta posición.

Cuando estaban terminándome el revoque grueso de “base” de la cara,
escuché un – Aaaaaaaaay…

Juli estaba parada en la mitad del comedor, vestida de novia, hermosísima, lista para salir.

Juli siempre fue hermosa. Cuando éramos chicas, la habían elegido para representar “la novia” en una obra del colegio. El vestido se lo había hecho mi mamá, y después de ese acto escolar, siempre elegía ese disfraz cuando bailábamos en el comedor.

Con el vestido blanco, su cara irradiaba alegría. Yo nunca entendí mucho porque le sucedía esa transformación en su cara, pero era tan hermosa.
Ahí, paradita en el comedor. Volví a tener una regresión a la infancia.
Esa misma cara de felicidad. Ese mismísimo brillo en los ojos.

Me despedí de todos, y me quedé sola, con la maquilladora.
No aguantaba mas!! Tardó mil horas! Menos mal que le dije que me sentía para el culo!

– Bueno listo! Me dijo.

Yo salí corriendo al baño.
Porque me estaba meando, y porque no tenía ni idea de cómo me había pintado.

Cuando me miré en el espejo, no lo podía creer.

El jopo, se me había caído a la mierda.
Y el maquillaje… qué decir del maquillaje…
Casi me muero.

Me había hecho una boca diferente.
Parecía Vicky Xipolitaquis.

La muy hija de puta me había sobredimensionado la bocota que ya tengo, y de repente era una muñeca inflable. Literal. Hasta los bracitos duritos, todo..
El color, era como de un rojo pero medio violeta y PERLADO.

Un ASCO.
En ese instante tocan el timbre. Era Jenny.

Menos mal.

Yo estaba en el baño no pudiendo creer lo que veía.
Me miraba en el espejo y simplemente, no lo podía creer.

El grano me lo había tapado bastante bien por suerte.

Salí, y le abrí la puerta.

– Jenny, la maquilladora está terminando de guardar sus cosas, me voy a vestir, vos abrile.
Le dije, con mi cara rígida, y señalándo con el dedo, haciendo un círculo sobre mi boca.

Jenny abrió sus ojos celestes inmensos y me lo confirmó.
Me habían hecho cualquier cagada.

Ella le abrió y yo me metí en el baño decidida a sacarme esa boca a cualquier costo.
Me la saco con los codos, pero me la saco.

Cuando Jenny volvió, la miré casi en shock
NO PUEDO CREERLO!!!

– Tranquila Vanina. Podés? Si, te hizo una boca horrible.
Sacátelo y pintate denuevo.
Queres que lo haga yo?

– No! Lo voy a hacer yo! La puta madre!
Y el jopo! Se me fue a la mierda!

– Bueno vos arréglate eso y yo después te arreglo el jopo.

– Todo lo que sale mal, puede salir peor.
Me reí.

Ya fue, enojada, empecé a hacer chistes.
A lo Violencia Rivas, pero chistes.
Hacía mucho que no lo hacía.

Estaba en el momento más zen de mi vida. Me había sido indispensable para mantener la calma, y en algún punto, mi broté lo estaba viviendo como un “brote de amor”.
Estaba conmovida, por mi fragilidad, por mis amigos, mi familia.
Necesitaba verlo asi. Y tambien digamos que el stress no era muy recomendable.

Pero en ese momento, necesité putiar. Riendo
Pero putiar.

Entre putiada y putiada yo me arreglaba.

– La puta madre, YO, sin manos, me se maquillar mejor que cualquier pelotuda de estas.
LA BOCA DE PETERA!! Qué hija de puta!!!

Al final, me arreglé perfecto.

Ya tenía la cara un poco más parecida a lo que recordaba.

Jenny me sacó las horquillas caídas.
Yo, con el dedo como una garra, y con una destreza sutil, me levanté el jopo.

– Dale, ahora, claválas.

Jopo listo.

Sólo me quedaba vestirme.

Me desnudé.

Jenny me miró y me dijo..
-Mmm.. estás más flaquita nena.

Primero me puse los zancos de 20 centímetros.
En realidad, me los puso Jenny.
Para mi era imposible meter la tirita en esa mini hebilla, con esos mini agujeritos.

Abrimos el cierre del vestido, lo pusimos en el piso, y yo “me metí” en él.
Jenny se agachó y me lo subió hasta arriba.

– Me queda gigante!
El vestido strapless se me caía. Me sobraba tela por todos lados.

Me lo había hecho “a medida”, pero aparentemente, en esas dos semanas de inmovilidad, mis músculos de deportista habían desaparecido y mi “medida” ya no era la misma.

Parecía una nenita.

Bué, por lo menos tengo el vestido suplente.

Bajamos cuando Nuri nos aviso que estaba en la esquina esperándonos.
Ella me vió y me dijo que estaba hermosa. Siempre estaba hermosa para ella.
Pero yo me sentía un monstruo dentro de una bolsa azul.

– Qué te pasa? Estas nerviosa? – me preguntó.
Ahí le conté. Que me habían pintado como el culo, y que el vestido se me caía.
Y que no me quería alterar por eso, pero que quería GRITAAAAR y putear.

– Podés gritar y putear. Hace bien. Hagámoslo.

-AAAAAAAAAAAGGGGHH LA PUTA QUE LO PARIOOOO
HIJA DE MIL PUTA BURRA TE ODIOOOO UAAAAAAAAAA

Mi matrimonio favorito y Jenny me ayudaron. Los 4 gritamos en el auto.

Si. Fué liberador.
Poco a poco, nos acercábamos al salón.

Llegábamos justo para la “ceremonia religiosa” que se hacía ahí mismo.

Y si. Estaba nerviosa.
Mica y yo éramos las “testigas”, y como era una ceremonia judaica, teníamos que firmar la “ke-tu-bá”

En ese pedazo de papel, que certificaría ante DIOS su unión, iba a quedar plasmada para siempre mi intento de firma. Mi espástico garabato.

Yo no creo en Dios.
Ni en ninguna religión.

Y me pareció aún menos creíble cuando me metieron en un “cuartito” armado por biombos con ambas familias de los novios completas, exceptuando a la novia.

Se ve que es así..

En realidad, iba a tener que firmar 2 veces:

Una, en el boimbito con todos, menos con Juli.
Y la otra en la “jupa” con el rabino y adelante de los 200 invitados.

Un poco de exposición, en un momento de terror.

El rabino.. que cosa más insoportable.
Todo bien, yo los amo a los chicos, pero que paja que me da la religión.

No paraba de hablar.
No sé que dijo. Yo entré en trance, y me concentré en respirar, porque las hormigas y el cinturón me estaban matando, así que deposité toda mi atención en inhalar, y exhalar.

Mis mejores aliados en la vida.

Cuando me tocó firmar, estaba re volada.

Nuevamente, quería terminar con el trámite lo antes posible.

Me acerqué, agarré con cuidado la lapicera, y sin mirar a donde la apoyaba, escribí una “V” en el espacio que decía NOVIA

-NOOOO
me dijo el rabino

Es acá mas abajo.

– Uh! Le cagué la ketubá a Juli! – Dije en voz alta

– No pasa nada, me dijo el tipo, sonriéndome. Es acá. Y me indicó la línea de abajo.

– Cómo que no pasa nada! Casi me caso con Guido!

Escribí VANI en el lugar correspondiente, con la letra de una nena que acaba de aprender a escribir.

20. Backstage de algunos estudios

Después de mi experiencia en el cuerpo de una señora de 90,
podría decirse que venero e idolatro a la ancianidad.

Veo a las viejas haciendo sus tareas cotidianas,
subiendo a colectivos, caminando solas con bastón,
en el supermercado, haciendo todo despacio, tembloroso, y preciso.
Las respeto muchísimo más.
Y también me hace entender lo agotador de su anciana vida.

Tener que hacerse cientos de estudios que exigen en muchos casos de vestirse y desvestirse, subir y bajar de camillas y demás, es realmente una actividad agotadora.

Si sos vieja, y por “las cosas de la salud” tenés que hacerte estudios, seguramente, pases gran parte de tu día en esa labor, y además tengas muchas historias para contar.

Por eso las señoras mayores hablamos tanto de nuestras enfermedades y de las charlas con personas que conocemos, mientras tratamos de curarlas:

1) Guardia del Otamendi.

Esperamos mil horas, con Mica.
Los que esperaban eran en su mayoría personas mayores.
En un momento se acercó una señora a hablarnos.

– Chicas, ustedes están esperando hace mucho? Tengo una taquicardia terrible. Tengo a mi marido internado acá y bajé del piso de internación porque siento que se me sale el corazón por la boca.

– Están tardando bastante – le dijo Mica
Quiere que vaya a llamar a alguien? La ayudo con algo?

– No querida está bien, yo voy a subir a ver como sigue mi marido. Acordate mi apellido y decíle a la médica que estoy después de ustedes, que ya vengo.
Vos estás bien nena? – me dijo

– Jaja, no.. la verdad no se qué tengo pero me hormiguea todo el cuerpo – le cuento.

– Ah… y están las dos solitas?

Me dio la sensación de que la mujer nos vió como dos nenitas.
Yo fui a la guardia en ojotas y shorcito de pileta. Soy una mini mujer de un metro y medio, y con Mica paso siempre de tener 30 años a 22 automáticamente.

– Si señora pero no se preocupe. Usted vaya que nosotras avisamos acá que ya vuelve – Le dije, mirándola a los ojos e imponiendo mi voz de mujer adulta y maleva que soy.

Cuando salimos de nuestra consulta de la guardia, la señora estaba ahí. Sentada esperando.

– Y? Qué te dijeron? Me preguntó cuando me vió.

– No mucho.. los análisis están bien..pero bueno no me dijeron nada concreto
Usted como se siente? Mejor?

– y no.. la verdad que no..pero bueno ya me van a atender..

– Nos quedamos con usted?

– No querida estoy bien, andá a tu casa a descansar.
Y suerte eh, cuídate.

– Usted también.

2) POTENCIALES EVOCADOS.
Ese lugar era rarísimo. Un edificio de los 70 con mil laberintos de pasillos, y salas que se habían quedado en el tiempo.
Al rato de esperar, viene una doctora y me hace pasar a una habitación.
Toda la clínica parecía como si fuese un edificio adaptado.
El lugar en donde me hicieron el estudio, parecía como si fuera la habitación de una casa. La sala de espera era el living, y así.

La doctora era re bella. Era de la edad de mi mamá más o menos.
Tenia pelo largo negro, y unos ojazos azules hermosos.
De esos que te hipnotizan un poco y no podes dejar de mirar y pensar, qué ojazos!

Parecía como si fuera del interior, pero no por el acento.
Más por sus movimientos, su sonrisa.. no parecía una mujer quemada por la ciudad.

Me contó un poco lo que íbamos a hacer. Me pidió que me suelte el pelo y que iba a tener que ponerme los lentes, esos que usaba para “ver de lejos”, para uno de los estudios.

Mi lentitud y mi torpe coordinación era evidente. Pero para que se evidencie aún más, cuando saque mis anteojos se me cayeron de las manos. 2 VECES SEGUIDAS.

– Jeje, bueno, estoy medio torpe, pero ya se me va a pasar eh…

– Ya te diagnosticaron corazón?

Yo empecé a lagrimear, con una sonrisa, y hablándole como si nada, pero la naturalidad con la que me había dicho esa frase me había movilizado.

Le dije que me habían diagnosticado esclerosis múltiple, y le conté un poco como había sido “mi brote”. Que había sido un catapunchis tal, que en 5 días estaba diagnosticada.
Así que todo era muy reciente para mi.

Ella me miró a los ojos, profundo, y me dijo sonriéndome, que iba a estar bien.
Me contó que tenía una amiga que tenia esclerosis, y que estaba siguiendo el tratamiento en el Fleni, y que estaba muy bien.

– Vas a ver, vas a estar bien. Vas a ver que vas a ir mejorando. La actitud es re importante flaquita. Ponéle buena energía, como veo que tenés.
Te voy a contar algo: Yo tengo un tumor todo acá. – me dijo señalando en circulo, en donde se une la frente y el pelo.
Y no se puede operar, así que bueno! Por ahora está quietito y no me molesta casi nunca.

Hubo un silencio y una mirada sostenida entre ambas.
Yo sólo le sostuve la mirada y le sonreí, mientras se acercaba a mi con un montón de cables que iba a pegar en mi cabeza.

3) Ecografía …
En 2016 el “cambiemos” fue fuerte.
Cambiemos: de situación sentimental, laboral, habitacional, y ya que estaba también cambié de ginecólogo. Me habían recomendado a una ginecóloga, más joven y ayornada.

Lo primero que hizo, fue decirme que las pastillas que estaba tomando tenían demasiadas hormonas, y que me las iba a cambiar por unas mas “naturales”. Eso le parecía lo mejor. Y así lo hice. Ese cambio de pastillas lo había hecho en Julio, y estábamos en Noviembre y nunca más me había venido. Y así vivía. Como cuando tenia 11 años, sin menstruación hacía 4 meses.

Cuando le conté esto al neurólogo me pidió que me haga mis estudios habituales.
Para descartar.

Los mismos incluían de todo, incluyendo la odiada por todas, ecografía transvaginal.

A mi, la verdad, no me afecta mucho ningún estudio.
Soy “valiente” desde que soy chiquita, a lo que sea que tenga que someterme.
Me la banco.

Pero bueno, ésta vez, sabía que se me iba a complicar más que nada, el simple hecho de desvestirme, y de subirme a la camilla.

Yo siempre me desvestía y me vestía sola, pero tardaba un tiempito considerable en hacerlo.

Entonces estaba como medio “nerviosa” pensando en si iba a poder hacer todas esas complicadísimas tareas.

Entré al cuartito como si nada, y la doctora, ya sentada en su baqueta al lado de la camilla, me indicó que fuera al baño y que me desvistiera. Me dijo que tenia “ la batita descartable” para ponerme.

Había ido con ropa cómoda para sacar y poner fácilmente ( de todas formas por esos días yo sólo usaba “ropa comoda”) Lo primero que hice fue pispear como era “la batita”. OK, era de las que se ponen fácil. Solo me tenia que sacar las zapatillas y la calza.

En un acto reflejo sin pensarlo mucho, desaté los cordones.

Cuando los vi sueltos me acordé de que yo no podía volver a atarlos.

Yo dejaba los cordones por lo general, siempre atados y me ponía las zapatillas con un calzador que me había dado mi papá que era como un rebenque para caballos. Como un palo largo, con el calzador en la punta. Entonces sentada en la cama, me ponía las zapas.

Pero no me dí cuenta, y los desaté.
Bueno..después veo- pensé – Me clavé la bata y salí.

-Estoy medio dura, a ver, como me subo a esto..le dije a la médica.
A ver.. listo fácil.

Ella me hizo la eco sin preguntas.
Cuando terminó, me levanté, lento, y encaré para el baño.

– Qué pelotuda! Por qué mierda desaté las zapatillas! ahora qué hago!?

Traté de atarlas y era imposible. No podía coordinar ni en pedo.
Mis manos se habían olvidado cómo se hacía algo que había aprendido en un campamento a los 5 años.

Si me quedaba media hora en el baño, lo iba a lograr. Pero la médica iba a pensar que me había muerto ahí adentro, así que lo pensé un poco y entendí que tenia dos opciones:

O me hacia la boluda, y salía con los cordones desatados como una mamerta, y recién cuando llegaba a la sala de espera le pedía a mi vieja que me los ate.

O le pedía ayuda a la mina.

Ya fue.

Salí con mis cordones desatados, y me senté en una silla que había en el cuartito, justo al lado del baño.

Ella me miró, y yo, estaba mirando mis pies.

– Ya voy a poder volver a atarlos. O al menos eso es lo que me dijeron. Pero hoy no puedo.
No quiero salir como una boluda con los cordones desatados.
No me ayudás?

Ella abrió los ojos unos segundos, pero al toque saltó de la silla y me ayudó.

Le dije, que prefería pedirle a ella que pasar vergüenza y pedirle a mi mamá adelante de todos en la sala de espera. Y que esto de no poder atarme era un poco nuevo y por eso no me di cuenta de NO desatarlos..

Ella me sonrió.
Y yo le sonreí.
Mis ojos se pusieron vidriosos.
Los de ella también.

Yo volví, feliz, con mis cordones atados, como si nada.

19. La locura a tu favor

Me llevó mi mamá con el auto, como a todos lados.
Era por Belgrano, pero el empedrado de la calle Céspedes
me estaba haciendo sufrir.
Dimos varias vueltas porque habíamos llegado un poco temprano, y aparte no conseguíamos lugar donde estacionar.

-Ay mamu, andá más despacio. El empedrado me está matando..
Me vibra todo. Las hormigas se ponen del orto con este empedrado.

Finalmente, después de dar varias vueltas, conseguimos un lugarcito, y mi mamá me acompañó hasta la puerta.

El consultorio estaba en la planta baja. Muy apropiado para alguien mayor como yo.

Johana era una psicóloga que trabajaba en EMA (Esclerosis múltiple Argentina) una fundación que ayuda a las personas con este mambete.

Entonces, digamos que no tenia que explicarle mucho “qué era lo que tenía, y porqué iba”.

Sabia más que yo, iba a poder guiarme un poco, y ayudarme a pasar mejor por mi “brote”, mas allá del detallito de que además, tenía que lidiar con un pequeño evento de 200 personas, en el que era la “hermana de la novia”.

Cuando la ví, pensé que ya la conocía de algún lado.
Como si ya nos hubiésemos visto alguna vez.

– Bueno.. cómo andamos?
– Bomba.

Mi carta de presentación.

Y empezó la sesión.

Le conté lo rápido que había sido todo.
Que fue una implosión, y que en menos de 5 días ya estaba diagnosticada.
Pero que durante esos 5 días la intensidad del cuadro y la incertidumbre, me había hecho creer que tal vez la locura finalmente se estaba apoderando de mi cuerpo, o aún peor. Que tenía algo grave, terminal, y que tal vez me iba a morir. Que tal vez iban a tener que operarme el cerebo. O aún peor. Que tal vez tenía algo inoperable.

Así que le expliqué que aunque parezca extraño, yo “estaba contenta” con el diagnóstico. No por la enfermedad crónica. Eso está claro. Pero ante la posibilidad de que sea algo mucho peor…

– Aunque no lo creas, no es la primera vez que me dicen esto – Me dijo sonriendo.
Hace poco, conocí a una señora que tardó 3 años en saber qué era lo que tenía.
La familia le decía que “estaba loca”. Estuvo medicada con antidepresivos 3 años, en manos de un psiquiatra. Te imaginás eso?

No. No podía imaginar, ni creer lo que estaba escuchando.
Cuando me trataron a mi de loca, hice un escándalo tal…que era para meterme en un neuropsiquiatrico! jaja.

Después de esa introducción, le empecé a contar un poco de mi, de cómo era yo.
De todo lo que me había pasado ese año. Y ella anotaba.

Le conté del episodio de New York.
Y de que siempre todo se había resumido a un “Vani, la loca”

-Bueno, y además tenes un evento importante mañana no?

– Jaja, si… no me pudo aguantar 2 semanas más el catapunchis este.
Me tenía que venir a joder antes del casamiento de mi hermana, podés creer?

– Y pero claro que lo puedo creer!
Por eso es tan importante que estés acá, y que hayas venido hoy.
Hay algunas cosas de las que quería que hablemos antes de la fiesta.
Es importante que hoy pienses en vos. Que trates de disfrutarlo sin stress al pedo.
Que busques estrategias para pasarla lo mejor posible sin presionarte.

– Ah pero mujer! Ya tengo todo planeadísimo! – Le dije sin moverme ni un milímetro.

Me costaba mucho, muchísimo, poder expresarme sin mover mi cuerpo, mis manos.
Creo, que para contrarrestar ese faltante de expresividad, mi gesticulación facial se me iba un poco al carajo. Creo nada más. Era una sensación.

Pero ella se reía. Festejaba mis chistes y comentarios.
Como si estuviese haciendo un standup. Un standup sentada y dura.

Entonces le conté como era mi fabuloso vestido hecho por Lean, el diseñador de Las Oreiro. Ajustado, con corte sierena muy de los años 50, strapless, azul, y con unos tacos de 20 centímetros.

Y que todavía no estaba tan pelotuda como para no darme cuenta lo incómoda que iba a estar, así que ya había buscado un plan B. Un comodísimo vestido corto y negro de mi hermanita Mica, con unos zapatos bajos.

Tambien, después de la situación de sobre atención, e invación de tortas que viví en el brindis del civil, le pedí específicamente a mi madre, que le avise a todos mis amables familiares que ya había encontrado a mi dama de compañía: Miss Jenny.

Todo lo que yo necesitara, se lo iba a pedir a ella. No quería ayuda de nadie mas.
Me iba a sentir más cómoda así. También, ya había arreglado como iba a ir y volver.

Decidí saltearme un poco la recepción y llegar directo a la “ceremonia religiosa” que se hacia en la fiesta. Así que Jenny iba a venir para lo de mis viejos, y mi amiga Nuri y su marido, iban a pasarnos a buscar, e íbamos a llegar los 4 juntos directo para la ceremonia..

También, nos íbamos a ir los 4 juntos, a la hora que yo quisiera irme.
Estaban invitados desde el primer momento, pero en algún punto, ellos eran mis amigos, y de repente, que estén ese día conmigo se trasformó en algo fundamental, y genial.

No quería molestar a mi familia.
Quería que todos pudieran disfrutar.
Que todos podamos disfrutar.

Averigüé si había algún “cuartito” en el que me pudiera tirar si en algún momento quería salir un poco de la fiesta. Pedí que me pidieran el “menú vegetariano”, para no tener que cortar el lomo. No iba a poder. Así, muchos detalles más, que le fui contando.

Un día antes del casamiento de mi hermana, yo tenia otro casamiento.
El casamiento de La Fisu. No lo incluí en el relato, pero fue una decisión a tomar.
Es la mejor amiga de Nuri. Y digamos que hace mas o menos 10 años que es amiga mía. Llegada la fecha, tuve que decidir no ir, porque realmente implicaba muchísimo esfuerzo para mi. Simplemente, no hubiese podido.

Cuando terminé me dijo que la idea de este encuentro, antes del casamiento, era porque no todos pueden manejar una situación así, de esa forma. Me dijo que ella ya había hablado con Vladimiro, mi neurólogo, antes de esta sesión, y que él le había anticipado algo de mi personalidad, y que pensaba que iba a “andar bien” en el casamiento.

Pero que más allá de “extrovertida”, yo estaba siendo “organizada” y precavida, y que estaba no solo pensando en mi. Sino pensando en mi, y en todos, para que todos podamos pasarla lo mejor posible.

– “Esa locura” que decís que tenés, esa personalidad extrovertida, ese “no me importa nada” que decís que forma parte de cómo sos, hoy te juega a tu favor.

No tenés una idea cuán importante es para lo que estás pasando. Que puedas darte cuenta de lo que necesitas, y pedirlo. Que no tengas vergüenza. Que no te importe un carajo el vestido azul. Que hayas podido asumir tus limitaciones en tan poco tiempo. Vani, la verdad, me dejás súper tranquila.
Con “Tu locura”, como vos le decís, tenés la mitad del camino recorrido.
Tenés la pelea ganada. Siempre va a hacer tu vida más fácil.

Cuando terminó de decirme eso, se me calló una lagrima.
Yo sabia que le estaba poniendo huevos.
No encontraba otra salida. Era necesario.
Pero me sentí orgullosa de mi misma.
Uno nunca sabe de su propia fortaleza hasta que pasa por situaciones de este tipo.
No solamente la enfermedad, que un día, vino a patearme la cara.
Sino poder enfrentar algo tan importante para Juli, con entereza, y sobretodo, con alegría y felicidad.

La verdad, yo quiero pasarla bien en el casamiento! Estoy viva! Entendés que por un momento pensé que me iba a morir? Entonces me acomodé todo para eso..para pasarla bien, y para que todos la pasemos bien! Quiero festejar!

A ver.. si te digo la verdad.. me da mucha paja tener que peinarme, vestirme, maquillarme, que la foto, y que no se qué. Yo lo que quiero de verdad ahora, si me preguntás qué tengo ganas de hacer, y bueno.. me quiero tirar en el pasto a mirar las nubes.

Pero eso lo voy a hacer el fin de semana que viene.

Cumplo 30.

Y los voy a celebrar así.

18. Pintáme las uñas

Camila se había ido a Europa. Por primera vez en la vida se tomaba un avión de 15mil horas hacia un continente desconocido. Y lo había hecho sola.

Ya me había anticipado que su idea era desconectarse del mundo, así que no íbamos a tener mucho contacto.

¿Cómo le contás a una amiga estando tan lejos, lo que te pasó?

Ella volvía justito para el casamiento de Juli. 3 días antes.

Pero todavía no le había contado nada.

Cómo carajo le digo!

Con las personas que tengo un trato cotidiano fue más fácil. Fueron enterándose a la par que me iba enterando yo. Camila hubiera sido una de esas personas, si estaba en Buenos Aires, pero no.

Así que en un momento no aguanté mas y le mandé un mensaje súper gay, diciéndole cuánto la extrañaba, y lo mucho que me había hecho falta en estos días. Le pedía que por favor me llame ni bien pise Buenos Aires. Ella me respondió al poco tiempo diciéndome que ella también, y que si. Ni bien pisara Buenos Aires me iba a llamar.

Pero ella había llegado el miércoles temprano y ya era jueves y no me había llamado.

Le mandé un mensaje, preguntándole si estaba en tierras Porteñas, y me fui a la peluquería.

A dos días de la fiesta y yo me sentía… ya saben. Hecha bosta.
Tenía frío, estaba cansada, vieja y chota.

Pero me quería “hacer las manos”, así que sacamos un turno con mi mamá para hacernos las manos y pies.

Un rato antes de salir, decidí que sólo iba a hacerme las manos.
Porque tenia frío, y no me quería sacar las zapatillas, y sobre todo, porque quería terminar con el trámite de belleza lo más rápido posible.

– Pero yo voy a tardar un rato más igual. Me esperás a que yo termine?

– No, ya fue, yo termino las manos y me voy. Voy a poder sola Má, estoy a una cuadra.

Yo nunca iba a la peluquería. 1 vez por año a cortarme un poco las chuzas y ya.

Cada vez que les decía a mis hermana que me iba a cortar el pelo, generaba expectativas de un cambio de look, y cuando me veían siempre me decían “ no te cortaste nada”
“ Yo pago para que NO me corten el pelo”

Menos para hacerme las manos. Siempre me las hice sola.

No tengo mucha paciencia para la peluquería.
Soy re “coqueta”, pero soy mi propia peluquera y manicura digamos.

Pero antes de irme a Brasil, había conocido a Iris en la peluquería de la vuelta de mis viejos, y me había pintado súper bien, y me había durado los 10 días, con playa, óleos y todo.

Había pegado buena onda en su momento, charlamos.. ella estaba llena de tatoos copados y me había pasado el numero de su tatuador.

La esperé sentada en mi lugar, y ella apareció con su carrito.

-Hola! Le dije Sonriendo.

Ella se me quedó mirando y al toque se acordó.

-Hola! Cómo andas!? Estas medio pálida te sentís bien?

Al principio sólo le dije que estaba re descompuesta (que era verdad) y al final, de a poco le fui contando todo.

Me costaba UN HUEVO dejar mis dedos quietos y rectos!

Cuando lo intentaba, se me enrulaban solos.

Ahí iris agarró de esas almohaditas que se usan para separar los dedos de los pies? Y me la puso en las manos, como una manopla de goma eva.

Problema solucionado.

– Me las dejaría puestas todo el dia! Le dije.

– Te regalo! Y los pies no te los vas a hacer?

– La verdad Iris, estoy hecha mierda, me quiero ir a mi casa. Después le pido a mi hermana que me las pinte con las manoplas éstas.

En eso, escucho, como empiezan a caer mensajes en el celular de mi mamá.
Ping! Ping! Ping!

Ella lo agarra, lee, y me mira.

– Leo está internado. Va a mandar una peluquera de reemplazo para el Sábado.
Tu hermana está histérica.

– Y bueno.. cuando las cosas salen mal, siempre pueden salir peor.
Le dije, riéndome, como si ya supiera que eso iba a pasar.

Pobre Leo, debería estar realmente hecho percha para no venir a peinarla.
Seguramente, no lo deben dejar ni moverse de ahí.

Iris terminó, y yo me las tomé.

Como tenia las uñas recién pintadas, salí con las llaves de la casa en la mano.

En el camino, se me cayeron dos veces en la vereda.

– Pero la puta madre! – Grité la segunda vez. – Prestá atención Vanina!

Eran demasiadas tareas para coordinar. Caminar, respirar, y apretar las llaves.
Por suerte, descubrí en ese momento, mi elasticidad estaba intacta.

Inhale, exhalé, bajé sin flexionar las rodillas, y como una bisagra, las levanté lo más bien.

– Vamos carajo! Llego al piso todavía! – festejé, sola, en la vereda.

Mientas avanzaba lentamente, me acordé que ya me había pasado que no había podido abrir la puerta. Me había olvidado.

Bueno..pruebo pensé.. Sino puedo me vuelvo a la peluquería y listo.

La puerta es posta SUPER PESADA. Y tiene su truquito para ser abierta.
Le das dos vueltas a la llave, y después, agarras el picaporte, tirás un poquito para atrás, y le das la media vuelta que falta para que abra.

Probé una, dos, tres, cuatro, cinco, mil veces.
Y la muy hija de puta no se movía.

Tenía ganas de pegarle piñas, de tirarla abajo a las patadas.

Cuando me estaba por volver, se me ocurrió tocar el timbre, quizás había alguien..

-Sabía que eras vos. Pero estaba esperando a ver si podías. Está pesadita no?
Me dijo mi viejo.

Uffff..puerta de mierda!
Me arrastré a la cama como si hubiera luchado con un peso pesado.

Ahí recién agarré el celular, y vi que tenía un mensaje de Camila.

En el mensaje, me decía que estaba recién aterrizada
y que le habían dado una noticia de mierda.

Su abuela, estaba internada, desvariando, en Zárate.
No le habían querido decir antes, para que no se angustie.

Pero ese finde, el finde del casamiento, se iba a ir para allá, y no iba a ir a la fiesta.

También me decía que a la tarde me llamaba sin falta.

Yo le había dado algunos indicios de que ALGO tenía que decirle.

– Pero qué te pasa amiga? Está bien, yo a la tarde te llamo sin falta. Pero qué es lo que me tenés que decir? No es nada de salud no? Igual el viernes a la tarde voy para tu casa nueva y nos vemos!

– Yyyyy mas o menos..jaja vos a la tarde llamame cuando estés tranquila y te cuento. – le respondí

– Cómo más o menos!? Uff…Bueno.. a la tarde te llamo.

A Camila la conocí trabajando, durante todo un año, en un proyecto de un loco soñador. Ella diseñadora industrial, yo diseñadora gráfica.

Desarrollamos 13 juguetes ecológicos de cartón, para armar y pintar, que nunca vieron la luz, y que nunca fueron disfrutados por ningún niño.

Obviamente, a nosotras nos pagaban un sueldo, pero cuando el juguetero se dió cuenta de que no le iban a dar los números para producirlos, cerró el proyecto, y nosotras tuvimos que buscarnos trabajos nuevos. Pero nosotras habiamos construido mucho más que juguetes. Nos habíamos hecho amigas.
Ya habían pasado casi 5 años desde que nos habíamos conocido.

Ella era mi amiga “mas nueva”.

Dicen que los amigos que uno se hace en la “vida adulta” son aquellos a los que uno elije de verdad. Y creo que así fue entre nosotras. Era mi hermana espejo. Una loca linda, un bicho raro, como yo.

Camila me llamó. Justo antes de que yo tenga que salir a la psicóloga.
Y no estaba en su casa tranquila, estaba en el subte.

– Vani no aguanto más. Decíme qué pasa. Mañana nos vemos, pero decíme qué pasa.

– Cami, no es algo que pueda contarte en el subte. En serio.

– Boluda me estas jodiendo! Esperá, esperá que ahí llego a José Hernandez y me bajo.

No quería contárselo así.
Rápido, y ella en el subte.

Tenía miedo de su reacción.

Pero tampoco podía decirle que venga a lo de mis viejos el viernes, y que no entienda porqué ahí, y porque no podía ni abrirle la puerta sola.

Entonces le conté. Que estaba enferma. Le conté rápidamente como había pasado todo.

– No entiendo amiga, porqué!? Porqué a vos chabona?! Porqué te pasa eso!?

– Porque me tocó amiga..

Fue la única vez que me quebré hablando por teléfono con alguien del tema.

Cuando terminé de decirlo, no podía dejar de llorar.

“me tocó”

Simplemente.

No tenía muchas más explicaciones para darle a ella, ni a mi.
Hablamos un poco, la tranquilicé. Y me tranquilicé yo.

Finalmente le dije:

– Me tengo que ir bella. Me voy a conocer a mi nueva psicóloga.

Mañana nos vemos y charlamos bien de todo.
Ah! Voy a necesitar que me pintes las uñas de los pies! – Le dije riéndome, con los mocos colgando. Mica me las va a pintar para el orto.

Pobre Camila.

17. Paranoide

La sensación del cinturón, nueva, violenta, y tan pero tan extraña, me decía que tal vez estaba llegando al pico. Ese tenía que ser el pico.

Sino, cuál era el pico de esa famosa curva?

Qué más podía pasarme?

Por esos días había estado tan pendiente de los miles de estudios, de mejorar en general, y de los “eventos”, que no había buscado demasiada información acerca de la esclerósis.

Me quedé con la explicación concreta de El Neurólogo.
La recomendación en general, es que no GOOGLEÉS nada cuando tenés alguna enfermedad porque es para peor. Pero es demasiado tentador. Más allá de ser una nerd que vive en la computadora, amo navegar en internet. Busco tutoriales, me bajo cosas, busco información sobre temas específicos, autores. Siempre hay cosas de mierda y cosas buenas de todos los temas. (Sino fuese por mi afán de búsqueda, no estarías leyendo esto.)

Así que no tardé mucho en empezar a leer sobre lo que tenía.

– La esclerosis múltiple (EM) es una enfermedad del sistema nervioso que afecta al cerebro y la médula espinal. Okey.

– Lesiona la vaina de mielina, el material que rodea y protege las células nerviosas.

– La lesión hace más lentos o bloquea los mensajes entre el cerebro y el cuerpo, conduciendo a los síntomas de la EM. Los mismos pueden incluir:
Alteraciones de la vista, debilidad muscular, problemas con la coordinación y el equilibrio, sensaciones como entumecimiento, picazón o pinchazos, problemas con el pensamiento y la memoria.

– La esclerosis múltiple afecta más a las mujeres que a los hombres.
Suele comenzar entre los 20 y los 40 años.

– Nadie conoce la causa de la EM.

Hasta aquí yo sabia. Pero yo tenía esto realmente, no? Y si tenía otra cosa y todavía no lo habían descubierto? Y si tenía algo más grave? Y si la curva nunca dejaba de crecer?

Cuando me harté de pensar, prendí la tele.

No me acuerdo qué programa pedorro de la mañana.
El de Pamela David, uno de esos…

A los 5 minutos de estar mirándolo, anuncian que van a venir los Nocheros a cantar y a hablar de su participación en la campaña por el ELA.

Yo no sabia que corno era el ELA.
Pensé que era algún grupo de fuerzas armadas de Nigeria, o algo así.
Me quedé mirando..

Los Nocheros. Siempre tienen como una carga de solemnidad, y como un aura de respeto cuando aparecen en algún programa. Pero esta vez había como un ambienta aún más denso.

Empezaron a contar, que venían a presentar su nuevo video “Señal de amor” que habían grabado junto con la Orquesta del Teatro Colón.
Y que el sentido de este video, había sido unir fuerzas con ELA Argentina para la Campaña de Concientización sobre la Esclerosis Lateral Amiotrófica.

QUÉ CARAJO? Me están jodiendo Nocheros? Qué es eso!? Porqué me están hablando a mi, que quería ver a Vicky Xipolitaquis chocando un avión!

“En analogía a lo que ocurre con la enfermedad degenerativa, a medida que transcurre la canción, cada instrumento se irá apagando hasta quedar en un completo silencio.”

“Señal de Amor” refleja claramente la lucha de los enfermos de ELA a través de la progresión de esta cruel enfermedad, y la importancia de no perder nunca las esperanzas”

Me tire de la cama.

Fuí “corriendo” a la cocina, y le dije a mi mama – poné ya…

Ella lo estaba mirando también.

Vimos el video en silencio.

-Má, y si tengo eso? Y si tengo eso y todavía no me lo quisieron decir? Y si la curva nunca deja de subir? Si cada día estoy peor hasta que me muero?

– NO TENES ESO! ESA ES DIFERENTE!!! NO VES QUE ES OTRA!!!??

Mi mamá estaba tan confundida como yo.
Porque se llamaba ESCLEROSIS también.
Y la posta es que no sabíamos un choto de ninguna de las dos.

– Te mandaron mil estudios para descartar otras cosas y te dieron todos negativos!
Vos tenés ESCLEROSIS MULTIPLE, no rompás las pelotas, ya te vas a ir mejorando, vas a ver!

El día del civil, el día que “apareció el cinturón”, yo fui al neurólogo, y le conté, desesperada, de mi nuevo síntoma. Él me sonrió, y me dijo que era un síntoma “común” en la esclerosis. Pero, me dijo que, a partir de ahora, yo tenia que ir anotando mis mejorías o NO-mejorías. Prestar mucha atención a los síntomas como este, nuevo. E ir viendo, parte por parte de mi cuerpo, que iba mejorando en sensibilidad, y fuerza.

Entonces, mi mamá ya había encontrado la manera perfecta.
Se bajó de internet, un diagrama de un cuerpito de minita, de frente y de espalda.
Íbamos a poner “el grado de sensibilidad” de cada parte del cuerpo, en escala de 1 a 10.

Cara, 10. Hombros, 10. Brazos, 2.

Y Así.

La primera vez, me iba “tocando” sola.
Pero rápidamente, me di cuenta de que lo que menos sentía eran mis manos, así que el test no estaba siendo muy certero.
Entonces, le dije a mi vieja: Ya fue, hacéme el cacheo vos.
Yo no siento un pomo con mis manos.

Así que todos los días, mas o menos a la misma hora, hacíamos el cacheo y las anotaciones.

Mi vieja me iba tocando. Hasta las tetas, todo.

– Ya fue tocáme! Le decía, riéndome.

Después de lo de “Los Nocheros” mi paranoia estaba a punto de hacerme estallar el cerebro, y miraba el diagrama humano deseando que esos números empiecen a jugar a mi favor.

El Sábado, era la fiesta. El viernes, por suerte, iba a ver a Johana.
Mi nueva psicóloga.

16. Hola Cinturón

Cuando me senté en la cama, no podía ni sacarme los zapatos.
Y no quería pedirle a mi papá que me los sacara.
Así que me recosté como estaba, como una momia, y en 30 segundos me dormí.

A la hora, me desperté “renovada”. Ya eran las 2 de la tarde, y partimos para el salón en donde estaban todos almorzando, y brindando, por mi hermana recién casada.

– Te están esperando para el brindis – Me dijo mi papá.
Tu vieja me mando 15 mensajes.
– Enserio? Y para qué me esperan a mi? No pueden brindar sin MI?
– Es tu hermana. Quiere que estés..
– Ah genial, están todos esperando que yo llegue. Buenísimo.

Me costaba asumir la situación. Sentirme como me sentía y ser “alguien importante” colateralmente, en un evento súper especial para mi hermana, pero que me resultaba extraño y ajeno en algún punto, para mi.

Yo quería pasar lo más desapercibida posible y me dicen que están “todos” esperando que YO llegue. Bueno..un poquito de exposición. No pasa nada.

Y llegamos.
Ni bien entré los abracé a Juli y a Guido, y les dije sonriendo, que ya estaba mejor.

Automáticamente todos nos rodearon, con copas de champagne en las manos.
Se acercó una moza, con una bandeja con copas y extendió su mano, ofreciéndome una.

Yo la miré a mi mamá.
Nos comunicamos telepáticamente.

Yo NO podía agarrar la copa de la forma que ella me la estaba ofreciendo.
Tenía que agarrarla muy sutilmente, por el tallo.
Y mis dedos ya no trabajaban esa sutileza.

Mi mamá en un movimiento ninja, la agarró por mi.
Yo me angustié. Me angustié mucho en ese momento.

Y fue algo que sólo mi vieja y yo entendimos, y compartimos en ese momento.

Ella me ayudo a agarrar la copa, con cuidado. Y brindé. Con los ojos vidriosos.
No por el brindis. Sino por el dolor que sentí al darme cuenta que hasta lo más simple se había vuelto algo muy difícil para mi.
Y por sentirme tan expuesta, hasta en lo más cotidiano.

En ese momento, sentí que el pantalón me estaba apretando demasiado.
Tenía puesto un pantalón súper amplio, tipo “palazo” de seda, pero con elástico en la cintura. Entonces dije bueno, me voy sentar en una de las mesas que estaban armadas con mantel y toda la bola, y me lo bajo un poquito.

Vino mi abuela Sonia y me ofreció traerme una tortita.
Yo no tenia hambre, pero le dije que si.
Atrás de mi abuela, venía mi tía, mi abuelo y mi hermana, con más torta.

De repente tenia 4 platos de torta en mi mesa. Okey.
Voy a tener que hacer algo al respecto porque me van a ahogar de torta, y tengo un casamiento por sobrevivir.

Yo se que todos lo hacían de amorosos, pero me sofocaba esa “sobre-atención”

Me bajé un poquito el pantalón, pero esa sensación seguía ahí.
Era como un cinturón imaginario, que me apretaba mucho,
y ponía violentas a las hormigas en esa zona.

Me partía al medio.
Me cortaba la respiración.

Probé un bocado de torta y no pude comer más.

Charlé un poco con mis abuelos, y no pude decir una sola palabra más.

Necesitaba dosificar el aire. Respirar pausado.
Me sentía adentro de un corssete de Maria Antonieta, con un enano fantasma que me tiraba y me tiraba de las cintas del corssete.

Claramente, no era el pantalón.
Era algo nuevo. Y era muy violento.

Pero no dije nada. Me quedé tranquila, sentada, escuchando las historias que me contaba mi abuelo Nato. Siempre tiene una nueva para contar.

Finalmente, al ratito, tuvimos que irnos al Neurólogo.
Nos despedimos de todos, y me fui con mis viejos.

En el auto, les conté lo que estaba sintiendo, que era algo nuevo, y muy fuerte y que se sentía como una presión mortal en la cintura que me partía al medio.

En el auto, me empecé a desnudar.
Me bajé el pantalón a la cadera, y me saqué el corpiño.
Me sentía un poco menos oprimida, pero la sensación del cinturón fantasma seguía ahí.

Entonces cerré los ojos, y me concentré en mi respiración.

Soy deportista, y siempre tuve un dominio total de mi cuerpo.

Más allá de salir a correr, hago pilates hace mil años con la mejor profesora del planeta, y tuve mis pasos por el Yoga.

La respiración y la coordinación de los movimientos del cuerpo, son una regla universal.

En esas semanas, yo tomaba aliento y exhalaba en el momento indicado para casi cualquier movimiento. Para entrar a bañadera. Para ponerme la remera.

Nunca había valorado tanto en la vida la relación aire-movimiento.

Entonces, en ese momento, respiré. Profundo y constante.

Para cuando llegamos al consultorio del Doc, ya estaba un poco mejor.
De todas formas, cuando llegué, me senté, cerré los ojos, y seguí respirando.

Cuando se abrió la puerta, yo abrí mis ojos.

Salió una señora, con una chica muy pendejita.
Flaquita, que caminaba… como yo.
Las piernas se movían despacio, pero los brazos no acompañaban el movimiento.
Estaban duritos, al costado. Le miré las manitos, chiquitas y duras, rígidas a la altura de sus muslos. Casi me pongo a llorar. Quería abrazarla.
No se cuantos años tenía, parecía de 20.

En ese momento, mi mamá se mira con la señora.
Era su diabetóloga.
La que nos había recomendado al Neurólogo.

-Es mi sobrina. Empezó con esto un día después de que hablamos.

Me quedé helada. Mirando el abrazo entre mi mamá y su diabetóloga.
Me abrazó a mi también. Y enmudecida, entré al consultorio.

15. Si, Quiero

Soy la hermana mayor. Mi hermanita, Juli, Yuyu, mi bebé de Yolibel, se casaba.

Tenía 26 años y se estaba casando…y hacía 10 años, que estaba con Guido.
Si, desde los 16.

Nunca entendí qué necesidad de hacer una fiesta, invitados, stress.
Para MI, más allá del hecho en si de casarse, el tema de “la fiesta” siempre me pareció una mierda. Pero mas que nada una mierda para los novios..
Perdón, pero no entiendo qué les gusta tanto a los anfitriones.
Porqué se someten a tantos preparativos para agasajar a tantas personas.

Pero esa mañana era el Civil, y mi hermana venia a lo de mis viejos a peinarse y maquillarse.

Nuestras viejas habitaciones en la casa de mis papas, seguían ahí.
Pero la que había sido mía, al poco tiempo que me fui a vivir sola, se convirtió en un gym-escritorio. La de Juli, había quedado intacta. Y hacía una semana que yo estaba durmiendo en la antigua pieza de mi hermana.

Me daba un poco de cosa, porque en algún punto “era su pieza” y ella se estaba casando y a mi como que me parecía lindo que pueda peinarse y maquillarse ahí…

Pero a ella no le importan esas cosas. Cuando le dije, un día antes, que le iba a pedir a mamá que me “ayude” a acomodar bien todo así podía vestirse y todo eso para el civil ahí, me miró y me dijo; “Vani, me chupa un huevo eso, esas cosas no son importantes para mi. Vos relajá..”

Esa mañana, cuando me desperté, no sabía ni donde estaba, ni qué día era.
Pero estaba durmiendo sentada, con miles de almohadones, y al instante que empecé a moverme yo, también empezaron a moverse las hormigas.

“This is the real life..this is just fantasy…?”

No. Era la vida real.
Ese día, el día que mi hermana daba el SI ante la ley, yo me sentía particularmente en otra estratófera.

A las 8am llegó Leo, el peluquero. Yo no me iba a peinar, pero me levanté igual para estar con Juli. A Leo lo conocíamos del Bat Mitzvá de mi hermanita Mica.
(Si no entiendo los casamientos…bueno imaginensé esas cosas…)
Sólo lo había visto esa vez, y ya hacían pasado 8 años de eso jaja, pero nos acordábamos.

-Cómo olvidarme de esos pelos! Me saludó con un abrazo.

Yo estaba dura. Y después de ese abrazo me di cuenta de que ese tipo de contacto “me dolía”. O más bien, era como si “avivara a las hormigas”. No se sentía como un abrazo.

Cuando nos despegamos, ya estaba lagrimeando.
Él me agarró la mano y me dijo – Ay! Cuanta emoción! Estás bien??

Ese gesto cariñoso, también me estaba molestando, así que lo solté.

– Si que se yo, ponele que si, mas o menos.

– Ay pero qué te pasa! Es emoción o te pasa algo nena?

Sin dudarlo mucho, sin reservas, le conté. Le dije que estaba dura como un palo, que no sentía mi cuerpo y que me habían diagnosticado esclerosis múltiple hacía menos de una semana. Pero que me habían dicho que era un “brote” y que iba a estar bien.

– bueno, viste que hay algunas enfermedades que son más “el nombre” que lo que son en verdad… – me dijo, sonriente, sacando la planchita.

– Jaja, no bueno, ésta es una chotada posta.

Ahí nos contó que venía de darse una inyección en el hospital.
Porque tenía una trombosis en una pierna, y que estaba yendo cada dos días, porque tenía un dolor terrible, y lo tenia que hacer si o si porque era re peligroso.
Yo le dije que por suerte yo no sentía dolor.
Que no sentía nada. O que sentía todo raro.
Y que tal vez esa sensación tan distinta, me dolía.
Como cuando me abrazó.

Y empezamos a hablar de la resiliencia.
De adaptarse a lo que la vida te trae, y seguir seguir siempre.

– Cuando se murió mi pareja, yo tenía dos novias para peinar. Y bueno, lo enterré, me lavé la cara, y me fui a peinar. Hay que seguir. Siempre hay que seguir.

Pobre Leo. Con la pata apoyada en un banquito empezó a peinar.

Espero que llegue al Sábado. Pensé. Y espero llegar yo también.

Estaba tan agotada que volví a recostarme un rato mas. La sensación no era específicamente “sueño” sino más bien la necesidad de estar acostada, como una momia.

Me acostaba y también dormía con las manos en esa posición. Como un Faraón o como un muerto. Con las manos en el pecho. Toda la vida había dormido toda despatarrada y enroscada con el acolchado y ahora, la única posición que encontraba “cómoda” era esa.

De repente, Juli entró a la habitación, ya maquillada, peinada y vestida con un mono blanco increíble. Estaba más hermosa que nunca. No podía creerlo.

Nos abrazamos. Felicidad. Yo estaba ahí para verla. Hecha goma, pero estaba.

Estaba cansada. Y nerviosa. No podía expresar todo lo que sentía. Era muy frustrante. Quizás hubiese dicho algún monólogo si no hubiese estado así, o cualquier payasada. Pero ese día, me levanté peor que nunca. Tal vez me influían los nervios.

Me dijeron que en la enfermedad esta te juegan mucho las emociones, aunque sean momentos lindos, no dejaban de ser estresantes, y sobre todo en esta situación.

Mas allá de saber que mi hermana se iba a casar en unas horas, también sabía que iba a tener que ver a MUCHA gente. Cercanísimos, y desconocidos.

Era la primera vez que me vestía, me peinaba y me maquillaba.
Y éstas simples tareas terminaron por agotar todas las energías que me quedaban.
Me ayudaban para algunas cosas. Pero como un señora de 90, lentamente, yo hacia todas sola.

Llegué al registro civil totalmente en otro planeta.
Me sentía como un pez adentro de una pecera, como si viera todo a través de vidrio, un poco separada de la realidad.

Cuando lo vi a mi abuelo, y nos abrazamos (de nuevo dolió un poco) nos sentamos a charlar. Nunca hice tanto esfuerzo en mi vida por “charlar”.

Coordinar mis pensamientos, con la respiración, y la calma frente a la comparsa de hormigas, cada vez se me hacia mas complicado.

Pero me esforcé, por al menos, poder charlar.
Yo estaba sentada, en una de las sillas de la sala de espera.
Y muchos pasaban por al lado mío y ni siquiera me veían.

Era como si verdaderamente estuviera un poco en otro planeta.

Ay! Ni te vi! Ahí sentadita.

Es que yo no soy “quietita” “sentadita” .

Por eso me esforzaba por charlar. Este brote me había sacado toda mi expresión corporal. Yo no quería que me vieran como una autista, dura quieta y callada. Entonces me esforcé y me esforcé por seguir las conversaciones con todos. Fue tremendamente agotador.

Es inexplicable cuán aturdida me sentía y el esfuerzo que hice.

Finalmente entramos a la sala.
El juez parecía un standapero.
Todo chivado, con el pelo medio largo, y hacia chistes.
Yo ya no podía ni reirme.
Me desconecté totalmente, de sus palabras, y me concentré en lo único que me importaba recordar para siempre en ese momento: La cara de mi hermana.

Sólo con mirarla, me empecé a emocionar.

A ver.. Yo NO me emociono por esas cosas.
Si me hubieran dicho que me iba a emocionar en el civil de mi hermana, me hubiese cagado de risa. Pero Juli estaba tan feliz, tan hermosa. Sus ojos, su piel, brillaba.

Cuando dijo “Si Quiero” empecé a llorar.
Se me pasaron imágenes de cuando éramos chiquitas…
La primera imagen fué las dos bailando disfrazadas en el comedor.
Ella disfrazada de novia.

Toda mi infancia, miles de momentos, miles de detalles de ese amor, como un VHS que había empezado a andar solito en mi cabeza y me había aislado de todo lo demás.
Juli estaba cumpliendo su sueño. Y podía sentir la emoción a través de ella.

Entonces lloré, y todos lloramos.

Había un brindis/almuerzo.
Y a las 4pm, tenía que ir nuevamente al Neurólogo.

Si, ese mismo día.

Salimos, todos, a esperarlos en la calle para tirarles el arroz.
Mi abuelo me dijo: -“Ponéme la manito”

Y yo lo hice. Pero el arroz se me escapaba entre los dedos.

Esperamos y esperamos, pero se demoraban, porque estaban sacándose fotos.

Yo ya no podía hablar. Venían las amigas de Juli y me hablaban y yo ya no podía responderles. El calor había llegado a la ciudad ese día. Hacian 500 grados y yo empecé a transpirar, y a sentir una ENORME necesidad de sentarme.

Entonces le dije a mi viejo:

– Pá, necesito una silla. Necesito sentarme, no puedo más.

– Estos siguen con las fotos.. ya fue voy a buscar el auto.
– y pepepero… el arroz…?

– Ya fue el arroz. Yo voy a buscar el auto vos te sentás ahí con el aire y si tenés muchas ganas de tirarle el arroz, cuando vienen te bajas y les tiras.

Cuando me senté en el auto fui mas feliz que con el “si quiero” y la cara de mi hermana.

Esperamos un poco mas…y de repente… me adormecí
Me desperté cuando el auto se empezó a mover:

– Vani ya fue, te llevo a casa.
Descansas un rato y nos vamos al brindis.
Aparte después tenemos que seguir la gira e ir para lo del Doc.

14. La cresta de la ola

 

Cuando te dicen, un día, que tenés una enfermedad neurológica, poco común, de la que tal vez alguna vez escuchaste hablar, pero te suena como a ..”mi nona Adelaida tiene esclerosis múltiple” te pueden pasar muchas cosas por la cabeza:

Yo la verdad es que no sabía de que se trataba. Me sonaba como a “artritis” o no sé.. algo que le pasa a las viejas a cierta edad como la osteoporosis.

No tenía ni la menor idea de que una enfermedad que aparecía por lo general, en mujeres, y entre los 25 y 35 años.

Tampoco sabía que a cada persona le “pegaba” distinto. Algunos les empieza con mareos, vértigos.. a otros con problemas en la visión, otros con desequilibrios…
Cada persona es un mundo, y no hay mucho que se pueda predecir.

No sabía que esto que yo estaba viviendo se llamaba “brote”.
No sabía, -y realmente me parecía increíble, loquísimo- que este fucking brote crecía y crecía hasta un punto X , y luego, se iba a ir yendo…en mayor o menor tiempo.
Éste “no saber” cuanto más podía discapacitarme, éste “no saber” cuanto tiempo puede pasar hasta que me recupere, fué lo más difícil de entender, y de asimilar para mi. Simplemente, me parecía de película.

Uno nunca sabe lo que le va a pasar. Podés estar leyendo esto desde tu Iphone, y cruzaste sin mirar y te pisó un bondi. Y chau. Fuiste.

De ahí a que vengan un día y te digan: Bueno, ves que hoy te cuesta caminar? Bueno… quizás mañana, te cuesta más. Y viste que hoy te costaba agarrar el celular? Bueno, quizás mañana no podés levantar la taza con el café con leche, o te metés una tostada en la nariz.

Pero era Noviembre.
Y afuera había sol, y viento de primavera. Y nunca había sentido más amor y placer por su calor y por su caricia. Porque ese día, yo todavía podía sentirlo
Aunque tu cuerpo no sepa en que planeta está y porque siente todo distinto
al resto de los humanos.

Hacer tan tangible mi propia vulnerabilidad, me devolvió algo que, en parte, había perdido, o que se había adormecido, mientras puteaba por mis angustias personales.

Les puedo jurar, que cada día que me levantaba, y aunque sentía en mi cuerpo una comparsa de hormigas, yo era feliz por ver que ese día, también podía.
Porque el puto pico no me había sacado del todo mis piernas, y todavía podía arrastrarme hasta el sol.

Pero yo estaba en la montaña rusa, y sentía, día a día, como me iba acercando a ese punto bien bien alto, en el que no podés más del cagaso y se te sale el corazón por la boca.

Después de mi lucha con la tostada, todo fue en picada.
O mejor dicho, en subida.

Mis manos, a los 10 días de ese Sábado irreal, estaban sufriendo.

Al principio, solo eran esos hormigueos, raros, pero que no me impedían seguir con mi vida. Después la cosa se fue poniendo fea, y mis manos, junto a todo mi cuerpo, empezaron a ponerse rígidas.

Yo las llamé “manos rulito”: Me costaba estirar los dedos. Ellos, se enrulaban hacia mis palmas, muy muy duros.

Entonces yo me ponía con ambas manos en posición de rezo, como si estuviese pidiendo un milagro. Pero no, simplemente, no aguantaba verlas enruladas, entonces prefería estar así.

Además de esta nueva posición que adoptaron,
estaba la “alteración sensorial”.
Al principio, las hormigas, me las adormecían un poco, pero digamos que las cosas, los objetos, conservaban sus texturas y sus formas originales.

Pero con el paso de los días, todo esto desapareció.
Ya nada se sentía al tacto como debía ser.
Metía la mano en mi cartera, y no podía distinguir nada de lo que había adentro.
Todo se sentía áspero, y deforme.

Mis manos tenían como unos súper guantes de obrero invisibles.

Todas las texturas se sentían diferente. Todo mi mundo se había vuelvo raro, áspero, rasposo. Hasta lo más suave.

Cuando agarraba alguna cosa, el celular, el control remoto, me daba como una sensación de “magnetismo”, como si tuviese un imán que atraía ese objeto hacia mi mano.

Soy Magneto. Varias veces me reí pensando que tal vez en realidad era una Xmen, o que en algún momento me iba a convertir en Spiderman o algo así.

Todas estas alteraciones sensoriales eran espantosas,
y al mismo tiempo facinantes.
No podía creer cuan distinto se había vuelto mi mundo,
en un abrir y cerrar de ojos.

Esa semana, ya tomaba con un vaso de plástico muy lindo, finito, y liviano, que me entraba perfecto en mi mano y que me quería llevar a todos lados.

Las tazas ya no podía levantarlas. Tomaba café con leche con pajita.

El agotamiento que me generaba intentar cortar mi comida, y mi falta de coordinación progresiva, me había hecho tener que pedir que la corten por mi.
Me cansaba, me agotaba comer.
Hacia un esfuerzo enorme, solo por intentar llevarme la comida a la boca.
Terminaba mi plato, siempre, pero agotada como si hubiese corrido 10k.

El martes, era el Civil de Juli, y yo estaba en otro planeta.

 

13. La despedida

 

Show must go on.

En la consulta con el neurólogo, le contamos que faltaba solo una semana para el casamiento de mi hermana.

-Ah! Bueno..decime Vani, vos haces terapia?
Tenés algún acompañamiento psicológico en esto…?

Y no.. la verdad que no tenía. Así que el doctor “me pidió” que vaya a ver a una psicóloga de su equipo, que no solamente pensaba que iba a ser genial para mi, sino que trabajaba en EMA (Esclerosis Múltiple Argentina) y sabia mucho del tema, y me iba a ayudar..

Sumada a la complejidad de lo que yo estaba pasando, tenia que pasar en pocos días, por el casamiento de Juli. Así de loco como suena.

Yo tenia que ponerme un vestido azul ajustado, tacos de 20 centímetros, y estar divina, sonriente y espléndida. Ver a toda mi gente querida, y a gente que no conocía y que iba a conocer en la fiesta. Genial. Algo de exposición, en un momento de terror.

La verdad, es que lo único que quería en ese momento era tirarme al pasto y quedarme ahí, inmóvil, mirando las nubes pasar.
Pero no. El destino me había puesto – nos había puesto- un desafío mas, al desafío que de por si, iba a tener que superar por el resto de mi vida. Pero yo ya tenia los guantes puestos, y nada me iba a parar.

Pero primero, tenía la despedida. Y era esa noche.

Mis hermanas y yo no somos solo hermanas. Somos amigas.
Verlas, es juntarme con mis amigas más íntimas. Las que mas me conocen.

Y la despedida de soltera de mi hermana, era un rejunte de las amigas de las tres. Obviamente que iban las amigas de Juli, la novia, pero tambien estaban invitadas las mías, y las de Mica, y todas estaban invitadas además a la fiesta.

Así somos. Mucho mas que hermanas.

Ese sábado, a la tarde, me fui a mi casa.

Me bañé en mi baño. No lo había hecho muchas veces ahí.

Desde que me había pasado esto, yo me bañaba con música.
Necesitaba tomarme todo el tiempo del mundo para esa tarea.
Me sentaba en la bañadera, y como podía, me bañaba.
Lentamente. La música, me ayudaba a perder el miedo.

Tambien, había empezado de a poco a mover mi cuerpo.
Me paraba frente al espejo, e intentaba, simplemente, subir y bajar los brazos.
Intentaba lograr un movimiento fluido.
Subir la rodilla, y hacer equilibrio en un pié.
Después del diagnostico, empecé a hacer eso todas las mañanas.

Elegí un disco en particular para hacerlo.
Lo había escuchado pocas veces, y pensé que tal vez, me venia bien aprender canciones nuevas.. como para estimular a esas neuronas que estaban siendo atacadas.

Córcega – De Paula Maffia Orgía.
Un disco hermoso. A medida que lo escuchaba, sentía que estaba escrito para mi.

“La estrella y el timón, viento, conduce mi intuición, no hay otra guía que esta, sensación de inmensa libertad”

Y así me movía, torpe, cada mañana, confiando que finalmente echaría “el ancla de la victoria”. Yo necesitaba volver a sentirme libre.
Y cada movimiento, cada rutina diaria, era dar pelea, y estar un paso mas adelante.

Córcega sonaba, y yo me bañaba.
Esa tarde lloré en la ducha, y nadie me vió, ni me abrazó.

Por suerte en unas horas llegaban todas mis amigas.
Todavía no conocían mi depto nuevo.
Y nos íbamos todas juntas a la despedida de mi hermana.

Como el viernes me habían dado mi último pulso de corticoides, no quería tomar alcohol. Además, la verdad es que mi vejez corporal estaba en ascenso, y digamos que ya no podía caminar bien “sobria”, mucho menos iba a poder caminar si estaba en pedo.

Todo salió genial. Nos divertimos, nos reímos, y yo estaba orgullosa de haber preparado todo para ella. Nuri me ayudó a “dirigir” un poco los juegos.

Yo la verdad, es que estaba muy aturdida. Me acuerdo que no me salía decirle al mozo, quiero una “limonada” y le decía desde “quiero este agüita” o directamente “esta mierda”. Por alguna razón se me trababa esa palabra.
Quizás inconcientemente, quería decir – birra- jaja

En la cabeza, pasaban miles de pensamientos, miles de emociones, pero esa noche me costaba un poco expresarme. Como si me costara “hablar”. Que era algo que nunca me había costado. Pero hasta “hablar” se había trasformado en algo que me requería esfuerzo, y agotamiento.

Volví a mi casa acompañada por mi amiga Jenny. La puerta PENTÁGONO de la casa de mis viejos, era una mole imposible de mover para mi.
Jenny me acompañó hasta la pieza, me sacó los zapatos, y me preguntó, con total naturalidad. – Querés que te lave los dientes?

Yo la abracé. Y le dije que por ahora, eso podía.

Esa noche, volví a lagrimear, cuando me fui a dormir.

12. La Tostada

Todavía no había llorado. Me habían dado la noticia de que tenia una enfermedad neurológica crónica, pero desde ese momento, yo no había soltado ni una lágrima.

Es que cuando me dijeron lo que era, fue por fin, ponerle nombre.
Fue saber que “yo no estaba loca” que no era “todo psicológico”.
Y luego del momento “algo hay” fue también, saber que no era algo todavía peor.

– Ahora que sé contra lo que peleo, le doy pelea. Me pongo los guantes y me subo al ring. Lo que me desesperaba era no saber. Sentir todo lo que siento sin saber qué es – Le dije a mi mamá

Esa mañana, mi mamá me hizo el desayuno.

Unté mi tostada con queso blanco, y me la llevé a la boca.
O eso creía.
Pero no.
Algo falló en el trayecto, y mi mano, me la llevó directo a la nariz.

Queeee? Me encajé la tostada en la nariz!
Me reí. No importa.
Me limpié el queso de mis fosas nasales y continué.

Volví a agarrar la tostada.
O eso creía.
Pero no, algo falló en la presión de mis dedos, y la apreté tanto que la doblé a la mitad.

Jaja, Esto se me está complicando.

El último intento. Volví a agarrar mi media tostada.
O eso creía.
Pero no, algo falló.
La media tostada calló al suelo.
Junto con mi paciencia.

Un grito desgarrador. Un llanto espontáneo, sentido, desde adentro.

Todo el dolor, la angustia, y la frustración que había sentido en esos días, colapsó junto con mi tostada.

Mi mamá vino y me abrazó.
Yo seguía sentada en la silla, llorando, como una nena.
Y ella me abrazó, me apretó fuerte contra ella y me dijo que llore.
Que deje de aguantar. Que estaba bien, que tenía que llorar en algún momento.
Que todo iba a estar bien. Que iba a pasar.
Que faltaba poco, y nos íbamos a despertar de esta pesadilla.

Eso era. Una pesadilla.
De la que no me podía escapar.
Me despertaba todos los días y la pesadilla seguía ahí.
Y estaba empeorando.

Agarré una pila de hojas A4 y un resaltador y me puse a hacer garabatos.
Mi papá se despertó y vino a desayunar y me encontró así.

– Qué haces? – Me dijo con cara de dormido.

– Trabajo. – Le respondí con los ojos todavía hinchados.

Me acabo de meter la tostada en la nariz.
Creo que el fucking brote este todavía no llegó a su pico.
Así que bueno, estoy acá, dibujando como cuando tenía 4 años.

De verdad, me desgarraba ver que no podía dibujar una estrella.
Un circulo, un corazón. Simplemente no podía hacerlo más.
Tampoco podía escribir mi nombre.

Él miro por arriba lo que estaba haciendo y me dijo:

-Yo tengo más de 50 y todavía no puedo dibujar así.. no estás tan mal.

Esa mañana fue una bola de dolor. Soy una artista sin manos.

 

11. La Curva

 

Faltaban 3 días para la despedida de mi hermana, y yo había organizado todo.

Sólo me había quedado hacer algunas cosas para los “juegos” boludos que se hacen en esos acontecimientos.

Había comprado todo el cotillón yo.

El martes, un día antes del diagnóstico, dije
– Ya fue, me voy a hacer unas cosas por Cabildo.

Me hormigueaba todo. Me sentía una persona anciana.

La gente caminaba rápido, sin ningún reparo hacia mi ancianidad.

En Cabildo, todo era destrucción y violencia.

Las obras del metrobus, las veredas destrozadas, el trafico desordenado,
y la gente..
La gente enojada, apurada y en su planeta.

Pero yo estaba en otro planeta…

En mi planeta, había otra gravedad. No me dejaba moverme así de rápido.

En mi planeta yo parecía joven, pero en realidad era vieja.
Parecía muy quieta, pero tenia colonia de hormigas a todo vapor, caminándome por las entrañas, construyendo un hormiguero invisible.

Pero fui igual. Total, que me iba a pasar?

Fui a Farmacity, y después a comprar la tanga azul que quería para uno de los juegos que íbamos a hacer, y después a un cotillón de por ahí.

-Tenés cosas para despedida de soltera?

-Ah, jaja si, están en una caja escondidas..

Sacó una caja, se puso en cuclillas, y apoyó la caja en el piso.
La abrió y desde ahí empezó a revolver.
-Tenés de todo acá. Silbato, antenitas, pajitas.. Si querés mirá tranquila, revolvé tranqui!

Claro pero la caja estaba en el piso, y la posición “cuclillas” para una persona anciana como yo, no era una opción.

-Sabes, estoy un poco jodida de la espalda, no puedo más –
La podemos poner en el mostrador?

Esa vuelta me había llevado 1 hora, y había terminado exhausta.

Terminé de armar los juegos para la despedida, el jueves, cuando salí de mi segundo pulso de corticoides. Y mi mamá me ayudó.
Yo escribí a mano, una a una, unas tarjetitas para “el juego del paquete”.
En las tarjetitas, habían preguntas “zarpadas” que mi mamá ni quiso mirar.
Pero me ayudó igual.

Se me complicaba un poco, sólo un poco, la tarea de escribir, y de envolver, pero nada que no pudiera hacer, así que como pude, lo fui haciendo.

Y llegó el viernes, y tenía mi último pulso de 4hs de corticoides.

Después íbamos a ver a un neurólogo que nos había recomendado la diabetóloga de mi mamá. Después de tantos años, ya eran un poco amigas.

El Dr. Sinay de la Favaloro. Nos hizo un sobre-turno, y nos atendió 2 días después de haberme hecho las resonancias.

Yo estaba muy inquieta en esa sala de espera, que era como un pasillo largo. Había gente de todo tipo, jóvenes, viejos, gente con “barbijos”, gente que caminaba raro y que nadie quería mirar.

Y yo, con mis manos y mi pote de crema. Todo el día me ponía crema. Yo sentía mis manos como una lija de pared. Y sentía que cuando les ponía crema, además de aliviar un poco esa sensación, me era mas fácil moverlas y masajearlas.

Cada día que pasaba, mis manos se ponían más duras. Sentir mis manos así, era lo más doloroso que me había pasado en la vida. Nunca había tenido noción de cuán amigas éramos. De cuanto las necesitaba para expresarme en todos los sentidos posibles.

Como mi cara era lo único que no hormigueaba, todo el tiempo me acariciaba la cara, la boca, los cachetes. Por lo menos con la cara podía sentirlas.

Siempre tuve las manos frías. Pequeñas y congeladas.
Pero en este verano tardío, ese frio me congelaba todo el cuerpo.
Para ser Noviembre, todavía no había un clima primaveral… el invierno de 2016 no se quería ir. Y yo literalmente, temblaba y tomaba té todo el día.

Esperamos un buen rato en el pasillo-sala de espera de la Favaloro.
Finalmente, nuestro turno.

Su cara no coincidía con su nombre – Vladimiro.
Él tenia rasgos blandos, y una voz tranquila.

Yo creo que cuando me pongo nerviosa, empiezo a ser “graciosa”.
Como para quitarle seriedad al tema que estábamos por hablar.

A la pregunta: – ¿Cómo estás Vani? .. Respondí: Bien! Bomba!
Con mi sonrisa a más no poder.

Y bueno, en general, en toda la charla, nuevamente estaba un poco “malhablada”.
Pero si, creo que definitivamente, lo hago para quitar seriedad..
Dónde mejor que en el consultorio de un Neurólogo.

Me explicó, que no iba a ser necesaria la punción, porque ya era “ovbio” que tenía Esclerosis múltiple.

En el cerebro, tenia 13 lesiones.
Y según me explicó el Dr. Sinay entre 4 y 9, todavía hay lugar a dudas, pero a partir de 9, era un diagnostico certero.

– Trece lesiones en el cerebro! Tengo un colador!

– Jaja Parecen eso en la placa, pero no son “agujeros”, son “cicatrices”

Después me habló sobre “la curva”: Me explicó que el brote se manifiesta de a poco, que alcanza un pico, y que luego “va bajando” hasta que desaparecen- si todo sale como el creía- todos los síntomas. Con los corticoides, la idea era disminuir ese pico. Pero la realidad es que aún no sabíamos en que “momento” de la curva estábamos. Si ya había llegado al pico, y desde aquí todo empezaría a mejorar, o si mi brote todavía no había alcanzado su máximo exponente.

Okey, entonces todavía podía estar peor. Peor que hormigas. Peor que cansancio y vejez. Peor que un cuerpo exhausto y pesado. Peor que las manos petrificadas.

Yo estaba ansiosa, y creía que me iba a ir de su consultorio con la fórmula mágica para que todo termine. Pero no. Iba a tener que “tener paciencia” y dejar que mi brote crezca, y dejar que empiece a morir.

Esa noche, mi mamá hizo milanesas.
y esa noche, decubrí, mientras todos habían empezado a comer, que yo ya no podía coordinar los movimientos para poder cortar la puta milanga.

Nadie parecía notar que yo me estaba esforzando hasta que se me resbaló toda la ensalada arriba del mantel.

– No puedo cortar, la puta que me pario!!!

– Son los cubiertos que ya no tienen filo, tomá éste que es mejor – dijo mi viejo, tratando de minimizar..

– No Pa, posta que no puedo..

– Es que estas milanesas al horno parecen una suela! Están durísimas, ni yo puedo…

Me esforcé. Me esforcé más que nunca, y como pude, la corté.

10. Coincidencias

Ese día terminó muy tarde. Los 5 en el comedor de la casa de mis papás, comiendo sanguchitos de pan árabe. Y a partir de esa noche, me quedé a vivir con ellos.

Mi papá llegó antes de que terminaran mi primer pulso de corticoides.

Tenia una cara que nunca en la vida le ví.

-Y yo que te jodía boluda… pero bueno, ahora, para adelante.
La autocomplacencia es tu peor enemigo.
No te victimices nunca.
Vos tenés huevos, y vas a salir adelante.
La vida es esto.. una gran mierda con pequeños momentos de felicidad.
Un sufrimiento constante. Cada día estoy más convencido de eso.

-Pero no viejo qué decís! Me estas jodiendo!?
Me pasó esto, okey, si, es una chotada, pero también te puede pisar un bondi en la esquina y chau! Te moriste! Hoy es un momento de felicidad porque estoy viva! Porque NO tengo un tumor en la médula ósea y no me van a tener que operar el cerebro!
Yo hoy más que nunca lo veo al revés.. para mi la vida es felicidad, con algunos momentos de mierda como éste, que te hacen valorar más las cosas chiquitas.
Como “caminar con onda”

– Está bien que pienses así, es de la forma en la que tenés que pensar a partir de ahora y no hacerte más malasangre.
Yo voy a seguir pensando lo que pienso.
No voy a cambiar por esto que te pasó.
Sólo me afirma más mi teoría.
Las 2 horas de suspenso sin saber qué era lo que tenias, vos no sabes cómo las sufrí.
Pensé lo mismo. Tiene un tumor. Chau, se me anuló la cabeza.
Vuelo para allá.
Así que si, que tengas esto…si, en algún punto es un alivio jaja.

En ese momento, una cara amiga atravesó la cortina.
Y no era una cara amiga “mia”.
Sino una cara amiga de mi papá.
De las pocas caras amigas que le quedaban a mi viejo.

– Qué hacé Maricio!

Era Rafi. Un amigo de la infancia remota de mi papá.
La primer persona que conoció cuando llegó de Uruguay a los 13 años.

– Qué haces acá bo!

– La acabo de ver a tu mujer y a tus hijas fumando en la puerta! Yo salí a fumar tambien jeje. El boludo de mi sobrino está hecho mierda. Pobre. Hace como un mes que se golpeó la mandibula jugando al rugby y cada dia le dolia mas, y no saben qué tiene. Está gritando de dolor. Pobre el pendejo tiene 15 años y no puede ya ni dormir, ni comer.
Lo internaron, está sedado ahora.
Y a vos que te pasó campeona?

Rafi no es como mi papá. Es exactamente su opuesto. Es simpático, extrovertido, gracioso, positivo. No es que mi papá no sea simpático o extrovertido, pero Rafi es un personaje total, poco serio. La verdad es que no lo conozco en profundidad, pero cuando cruzó esa cortina con su “Qué hacé Maricio” sentí que estaba entrando Patch Adams con nariz de payaso y todo.

Se abrazaron. Y yo se que para mi papá también fue un poco místico que él apareciera ahí ese día, y de casualidad.

Se acercó a mi cama, y empezamos a charlar. Él no se daba cuenta, pero se agarraba del “barrote” de la cama y lo sacudía, nervioso, como si estuviese en la cancha, mientras me tiraba frases medio de cancha también, que iban al ritmo con el que me sacudía.

– Dale dale que vas a estar bien, (ee ooo ee oo faltaba eso) dale eh que en el casamiento tenemos que bailar en una pata (eeoo..eeoo)

– Que casualidad! No lo puedo creer que justo estás acá!

– AAAJAJA NENA! Nada es casualidad flaca! Es CAUSALIDAD

09. Escle-erótica

En un abrir y cerrar de ojos, estaba en un pasillo un poco mas fresco, y Juli me trajo el combo desmayo: Papas fritas Lays y Coca. Al toque me volvió el alma al cuerpo.

Es que ya eran las 4 de la tarde y yo no había comido más que una barrita de cereal.

Ahí, cuando vi la hora, me acordé de la entrevista en la agencia.

Ah, cierto –pensé- A las 3pm tenia la entrevista.. jaja y yo que pensé que tal vez “salía del resonador y podía ir…” Todo había cambiado dramáticamente del lunes al miércoles.

La independencia a conquistar ya tenia que ver con otra cosa muy distinta a lo económico. Lo que yo necesitaba ahora era lograr la independencia que había tenido siempre. Poder cocinar y levantar cosas sin agotarme, poder tomarme el subte.

Digamos que por eso me había quedado en lo de mis viejos – mas allá del susto y la desesperación que tenia – ya me costaba todo como si fuese una anciana.

Hubo que esperar nuevamente, un rato largo para que me pasen al “hospital de día” y empezar con mis “pulsos”.

A todo esto, mi Papá, cuando se enteró de que “algo había” se había tomado un avión y estaba camino al Fleni. Ni bien supimos que ese “algo” no era mortal, le mandamos un mensaje. Pero no pudo verlo hasta que pisó Buenos Aires. Pobre.

Y yo… Estaba contenta, en mi silla de ruedas, mucho más cómoda que las sillas de la sala de espera. Cada tanto jugaba con la silla y cantaba “…No me arrepiento de este amor…” Ahí, otra vez, el humor negro.

Yo me estaba discapacitando día a día, y me reía de mi Vicepresidenta discapacitada.

Pero bueno. No iba a morir. Y tampoco estaba loca.
Entonces, estaba contenta. Como si me hubieran dado “una buena noticia”

Voy a decir algo horrible: Cuando me dijeron “algo hay”, yo me vi pelada, con una cicatriz en la cabeza, y llegando al casamiento con peluca.
Pero llegaba, viva.
Y eso, ya me dejaba BASTANTE mas tranquila, y con ánimos como para reírme un poco, y hacer reír a mi hermana, y a mi mamá.

Al rato llegó Mica, la chiquita, que venia de la facultad.

– Che Van, yo voy a cancelar el Patry-Bus..

La despedida de soltera de mi hermana, era ESE Sábado.
Habíamos reservado esos bondis locos con luces que te llevan a pasear.

-Bueno.. no se ahora estoy en silla de ruedas pero quizás el sábado estoy bailando en el caño, qué sabes.. todo puede pasar en esta peli que me metieron no?

-Por mi la podemos cancelar la despedida eh…
me chupa un huevo ya saben– dijo Juli, la novia.

-Paraaá bueno el Patry bus, bueno.. Pero al JAH BAR vamos igual!!!

-Bueno después vemos..

-Dame tiempo, todo puede pasar..

Un rato después, ya me hicieron entrar al “hospital de día” término que acababa de aprender, como tantos otros.

Yo estaba destrozada, con un rodete mal hecho, las ojeras de días de dormir mal, mi remera de los Guns inmunda.

Pero YO no soy así.

Yo tengo el pelo largo y ondulado, ruloso. Lo trabajo y lo cuido para que se vea tal cual quiero que se vea. Uso “jopo”, mi pelo es casi un ícono de los 80’ made in 2016.
Y mi ropa, un poco también. Tengo mi estilo, digamos. Mi boca es roja. Hasta para ir al chino. Siempre me maquillo. Me encanta, y lo hago por mi.

Pero ese día no tenia ningún look que me haga acordar a mi misma. Solo era yo, hecha mierda. No me había importado hasta que entré y vi a los doctores de guardia.

MY GOD
Mi libido estaba intacta.
No podía creer cómo es que habían tantos doctores potros juntos en una guardia.

-No te preocupes, vas a estar bien, con los pulsos va a ir aflojando y de a poco te vas a poder recuperar – me dijo mi POTRO Doc de guardia –

El tipo, para mi, que era mas joven que yo.. o estaba ahí de los 30.
Una espaldaaa..con su guardapolvo blanco…una carita de modelo con una naricita que era para estudiar anatómicamente y darle un premio. Y su voz..su voz de doctor serio.
Ah, no la podía creer.
Y siguió, mientras se acercaba a la cortina para irse:

– Vas a poder volver a tu vida normal, vas a ver. Después si querés tener hijos mas adelante quizás tengas que tener algún cuidado que otro.. pero vas a poder seguir con tu vida perfectamente.

– Está bien, no estaría siendo de mi interés la maternidad por el momento…
le dije.

Él me guinió el ojo y se fue – y yo completé la frase diciendo:
”a menos que me quieras dar tu teléfono y bueno.. si vos tenés ganas de tener hijos lo puedo pensar un poco…”

Estallamos de la risa.

Mi mamá me retó, pero riéndose a carcajadas.

Yo no creo que haya escuchado, y si escuchó mejor.

Mañana me levanto a las 5 de la mañana pero acá vengo un poco mas presentable que hoy.

– Estoy esclerótica, pero todo lo demás está igual que siempre.

Claro! – dije. Por eso tengo esto… Soy Escle-erótica.

08. Mi brote azul

Unos minutos antes de la escena de llanto de la señora, había llegado Juli, mi hermana “del medio», la que se casaba.

Así que entramos las tres a un cuartito diminuto, sin ventanas, color azul desaturado, y con la misma luz del orto de todos lados.

Sacamos las resonancias magnéticas sacro-lumbal, cervical y cerebral, con y sin contraste recién hechitas y se las dimos a la doctora.

Ella era flaca, morocha, eléctrica. Y hablaba muy rápido.

Y yo, estaba BASTANTE de mal humor, y molesta. Su electricidad me aturdía.

A mi mamá no le gusta que “hable mal”.
Es decir, si tengo que hablar con una doctora, le molesta que diga cosas como “no, no siento un carajo” ó “no siento ni las tetas”.
Si, tiene razón, a veces soy “mal-hablada” pero en ese momento me salió así.

Entonces, primero, me hizo un examen físico. El mismo que me había hecho el Doctor Monopoly un día y medio atrás. Diapasón, vibra o no vibra, apretar fuerte los dedos, hacer fuerza con las piernas mientras te hacen fuerza para abajo…tocarte la nariz con la punta de los dedos.

Como me había hecho el mismo examen hacia 36hs atrás, para mi fue muy fácil ver cuánto había “empeorado”. Y se lo comenté.

– Bueno, vamos a ver las resonancias. Ah! Te mandaron de todo!

En el cuartito ese no estaba el cartelito con luz como en Dr. House, o en ER emergencias. La Doctora flaca las miraba con la luz del orto del techo.
Y nosotras, la mirábamos a ella.

Me hizo algunas preguntas, como si alguna vez me había pasado algo como esto.. o algo extraño… Ahí le conté de mi episodio en NY, y de todos mis desmayos por “ baja presión”

Y ahí comenzó su explicación:
Lo que llegué a entender, (de verdad, la Doc hablaba MUY rápido) es que todos esos habían sido “episodios” distintos, pero síntomas, de que mi cuerpo se atacaba a si mismo, porque lo que tenía era una enfermedad “autoinmune”

Dijo que una de las más conocidas, era la esclerosis múltiple, y que iban a tener que hacerme una serie de estudios para definirlo mejor. Pero bueno, se trataba de eso..

Mi sistema inmunológico estaba atacando algo llamado “mielina” que aparentemente, es algo que recubre la médula espinal, y juega con mi cerebrito, haciéndome sentir –o no sentir- lo que estaba sintiendo.
Bingo! Yo me estaba autoatacando, autoboicotiando, autodestruyendo.

Mi sistema inmunológico estaba confundido, perdido, y atacaba a mi propio cuerpo.

Me explicó que esto que me estaba pasando era un “brote” y que hoy mismo iba a empezar con pulsos de corticoides, para bajar esa “inflamación en la médula” y que poco a poco iba a ir mejorando. Y siguió, y siguió diciendo cosas.

Soy artista de corazón. Diseñadora Gráfica de profesión.
De las miles de cosas que me dijo yo me había quedado con esa palabra:
“El brote”

Todas sus explicaciones se volvieron lejanas, como un eco.
Yo volví a la pecera, volví a entrar en esa dimensión que me separa del planeta en el que viven el resto de los mortales.

Y empecé a darle forma a ese «brote» en mi mente. A imaginar como lo dibujaría. La doctora seguía hablando sin parar y yo me perdía en mis pensamientos ilustrados.

Me imaginé una semilla, más bien una “habichuela mágica” impactada a la altura de mi cervical, que iba abriéndose y dejando crecer un “brote” chiquito, desgarbado, enruladito, y que crecía y se ramificaba.

Y era botánico, complejo, con flores y hojas que crecían y se iban enredando en mi cerebro.

Y era mágico, y no era verde. Era azul, y violeta…
Y en un momento los colores empezaron a traspasar mi imaginación.
Empecé a verlos de verdad.
Luces de colores.
Y todo el cuarto empezó a girar.

La Doctora hablaba y mi mamá preguntaba y preguntaba y yo dije:

-Paren, paren un poco. Estoy mal. Veo luces de colores.
¿Me puedo morir ahora?

Pensé que eso era lo último que iba a ver en la vida. La doctora flaca, y un cuarto sin ventanas. En ese momento lo único que pensé es que no quería morir ahí. Que me hubiera gustado morir de otra forma.

De repente, reconocí ese calor, con sudor frío, típico de cuando me baja la presión.

– Ah, no, no me voy morir. Me está bajando la presión. Les dije.

– Si, es que estás muy encerrada acá, SACÁLA, SACÁLA.

Gritó la perra doctora flaca.

– Cómo querés que la saque! – Le gritó mi mamá – Se está desmayando!
llamá a alguien que nos ayude!
Cuando estaba por empezar una trifulca entre mi madre y la Doctora, yo dije:

– Permiso eh.. – Y subí mis piernas a su escritorio.

-Abanicame – Le dije a mi mamá- Abanicame con las resonancias.

Ya tenia cierta experiencia con las “bajas de presión”
Con esas dos simples indicaciones, el cuarto dejó de girar.

Vino alguien con una silla de ruedas, me ayudó a sentarme, y me sacó del cuarto feo.
Así terminó mi “consulta” en la guardia neurológica del Fleni.

 

Un mundo de sensaciones


 

«Mi brote» es azul porque es uno de los colores con el que más me gusta dibujar.

Y dibujando, es como intentaré explicar algunos de los síntomas que vinieron con mi brote: surrealista, loco, único y si… azul.

 


 

mr

No solo es la posición «enrulada» que adoptan las manos, y la imposibilidad de estirarse. Sino la pérdida total de sensibilidad. O más bien, la alteración de la sensibilidad. Manos con guantes. Manos con harina. Ásperas. Texturas que no son. Lo suave se vuelve lija. Las formas se desvanecen. No diferenciar una naranja de una pelota de tenis. Reconocer un objeto que buscas en la cartera se vuelve una misión imposible. Qué corno es esto? Una llave? el celular? la billetera? Esto es cuero? es tela? plástico?
No.. todo es lija.


el-cuchillazo

Lo loco del cuchillazo, o el pinchazo vudoo…es que yo ya lo sentía desde antes del brote. De repente, un puntazo carcelario. Con una faca, en las costillas. Cada tanto, un pinchazo, de acupuntura, en la planta del pie. Aveces, una navaja, seca, en la cabeza. Creo vivir con estas sensaciones de ataques fantasmas desde hace muchos años.


 

hormigas

Las hormigas son esas que aparecen cuando te dormís con la mano abajo de la almohada. O cuando dejas la pierna mucho tiempo en la misma posición. Uh! se me durmió la mano! y te movés hasta que «se despierta» Bueno.. sería algo como eso.. pero que no se despierta nunca.
Aveces «su caminar» se intensifica. Al punto de sentirte un gran hormiguero humano.
El cuerpo empieza a vibrar muy fuerte, al compas de la colonia de hormigas.
Fué el primer síntoma que se despertó con mi brote, y el último que se fue. Aun hoy siento hormiguitas en los pies cuando camino..y las manos… bueno, algunas ya viven un poco ahí…convivimos, digamos.


 

07. «Algo hay»

El miércoles 9 de Noviembre me levanté hecha mierda.
Caminaba mas lento que una vieja.

Tenia un cansancio que nunca tuve en mi vida. Y empecé a notar, ese día, que  las hormigas se estaban quedando mas quietas, ya no me cosquilleaban tanto, PERO era como si hubiesen “engordado” y pesaban más. Sentía todo mi cuerpo muy pesado. Como si me hubiesen puesto unas pesas abajo de la piel. Todo pesaba.

Ese día le dije a mi mama:

“Siento como si estuviese poseída por una vieja de 95 años. Soy yo, pero es como si se me hubiese metido el alma en otro cuerpo” Como si fuera un personaje de una novela de Murakami.
Hasta mirándome en el espejo, lo juro, me veía distinta.

Nos fuimos con mi mamá. Mi viejo se había ido a Uruguay por trabajo, sólo unos días y volvía el jueves.

Una calza flojita y la remera de los Guns. No usaba corpiño desde que había empezado a vivir con las hormigas porque literalmente, “no entendía lo que era el corpiño cuando lo tenia puesto” sentía algo, pero no podía decirse que eso era un corpiño.
Cada tanto me preguntaba, “¿qué es este coso? Ah, el corpinio…” Entonces chau. Sincorp. ( Sin-corpiño)

Así nos fuimos. Yo, en ayunas porque antes de la resonancia, me iba a hacer un análisis de sangre. Así que pim, análisis, pum, al resonador.

Me explicaron un poco como era el proceso.
Me dijeron que iba a escuchar “ruidos molestos”, a lo que les respondí que había vivido 3 meses con una DEMOLICIÓN PARCIAL al lado de mi edificio y que el ruido que pudiera hacer ese coso no iba a tener ni comparación con la tortura que había vivido algún tiempito atrás. Jaja.
ESO también fue algo muy choto que me pasó este año. Pero sigamos.

Creo que fue por que la vida no podía ser tan mala conmigo que algo mágico hizo que los rudios, no me afectaran en lo absoluto como para poder dormir.
Yo les dije que la obra de al lado me había re curtido.

Asi que dormí. 1 HORA Y MEDIA. Todo ese tiempo me dejaron ahí.
Solo me despertaba de a ratos, y bueno.. al final, cuando me pusieron «el contraste» – que es un líquido que te meten por el brazo – y me volvieron a meter en el resonador, ya ahí no pude dormir. La nuca se me prendía fuego. Literalmente, empecé a sentir un calor loquÍsimo a la altura de la cervical.

Cuando salí, mi mamá había movido algunos hilos (por consejo del clínico) para que “si veían algo” nos den las resonancias “sin el informe” así nos íbamos a una guardia neurológica, como para “adelantar” (?)

Yyyy bueno..”Algo Hay” nos dijeron.. mejor que lo vea un neurólogo..

OKEEEEEYYYY.

A la guardia del Fleni.

Lo que recuerdo de la conversación en el auto era:

– Vanuchi (mi mama me dice así..como la Vanucci de Garfunkel..es terrible)
Estás bien? Tomá compré unas barritas de cereal, comé algo.

– Si estoy bien, vos estás bien?, le dije.

– Si si yo estoy bien, vos estás bien?

– Sisi estoy bien ya fue… Ahora veremos…
Vos comiste algo? Te sentís bien? – insistí.

Mi mamá es Diabética.

Se le declaró al poco tiempo de tener a mi hermana más chica.
A los 35 años.

– Si si ya comí algo… no tengo hambre igual

– No yo tampoco, pero vos tenés que comer boluda, te mediste?

– Si Vani estoy bien! Vos estas bien?

– Si, vos?

– SI

No sé cuanto sabe la gente de la Diabetes. Pero bueno, yo convivía desde mis 12 años con la diabetes de mi mamá. Y sé demasiado.

Por eso la preocupación…porque es una enfermedad que juega mucho lo que comés, lo que no, si te mediste, si te aplicaste y también, lo emocional.

Así que bueno… juntas, y cuidándonos la una a la otra, entramos a la guardia neurológica del Fleni. Yo más dura que un palo. Rígida. Con las hormigas a pleno, caminándome por todo el cuerpo.

La guardia estaba a full. Lleno. Teníamos como 10 personas adelante.

Con las resonancias en la mano nos sentamos a esperar.
Bah, a esa altura mi mama ya cargaba una bolsa gigante de tela, “auspiciada por TONEL PRIVADO” – Posta – con todos mis estudios, rotulados y organizados por tipo, fecha, entrega y devolución.

El tiempo no pasaba.
Yo a esa altura tambien usaba mis lentes negros casi permanente, y aprovechaba esos ratos de espera para cerrar los ojos y tratar de relajar. Se que parece difícil “tratar de relajar” en una sala de espera, pero a mi ya me daba paja hablar, mirar a la gente, todo me aturdía…

Así que las gafas que siempre uso muchísimo, en la situación “médicos” eran como una barrera entre yo y el mundo exterior, y de esa luz horrible que tienen todos esos lugares.

Sólo me acuerdo que en un momento llegó una señora con su hija.

Y la señora se sentó a jugar al sudoku.

Yo estaba literalmente inmóvil, con la cabeza apoyada sobre la pared, y los brazos quietos, quietísimos, sobre los muslos, con la mirada al frente, sin moverme, con mis gafas negras. Tambien pensé en ese momento que si me quedaba así para siempre podía ser estatua viviente en Recoleta. Pero no tenía ni fuerzas para hacerle el chiste a mi vieja.

La cuestión es que veníamos siguiendo al que estaba antes que nosotras en la «fila» para que cuando él entrara, ya saber que nos tocaba después.

Justo en el momento que el hombre entra, la señora del sudoku manda a su hija a averiguar cuantas personas tenia adelante.

– Mami, tenes mas o menos 8 personas adelante- Tranquila, un poquito de paciencia.

-Y pero me duele el brazo! No lo puedo casi mover.
Acto seguido, cierra su celular. Y se pone a llorar, a los gritos.

Es difícil decir todo lo que sentí en ese momento.
Estoy segura de que se sentía mal. Nadie puede ir a pasear a una guardia neurológica.
Pero sinceramente, yo no podía “sacar” mi celular de la cartera.
Ya no podía ni abrir el cierre. Y esperaba, paciente, como todos los que estábamos ahí.

La verdad, no quería pensar lo peor.
Pero cuando te dicen “algo hay” y te mandan corriendo a una guardia neurológica, es muy difícil no pensar “lo peor”.

Ni siquiera quería pensar en dónde estaba ese algo, qué era.

Justo cuando pensaba que era una boluda, que estaba ahí postrada pasándola muy mal y no había dicho ni MU en 2 horas de espera, y cuando estaba por empezar a competir con la vieja y ponerme a llorar a los gritos, me llamaron.

 

 

 

06. Independencia

El Doctor Monopoly terminó por desesperarme.

Tampoco me dió una orientación muy certera.
Me hizo un examen físico y me mandó a hacer varios estudios, entre ellos, resonancias con contraste y algunos análisis de sangre.

Básicamente me dijo que mis síntomas podían abarcar desde un cuadro agudo de stress hasta un tumor cerebral. OK. GENIAL!

Estaba agotada y desesperada, y esa noche me fuí a dormir a lo de mis viejos..como para no estar sola, que se yo..aparte estaba tan cansada que si me tenia que poner a cocinar, ni comía…

El lunes temprano, me habían llamado de un lugar para tener una entrevista – Había estado buscando otra opción part-time, y justo me llamaron para tener una entrevista esa semana.

La entrevista era el miércoles 9 a las 3 de la tarde. El mismo día que me iba a hacer las resonancias. Yo, con las hormigas y todo, dije que si. Ya fue, de repente me sentía mejor.

Y aparte la resonancia era a las 11am, así que de última iba después.

De todas las cosas angustiosas por las que había pasado este año, mi “independecia económica” se había convertido en una de las principales.

No podía entender porque me costaba tanto. Tener clientes, mantenerlos en el tiempo, poder tener estabilidad económica, sin que eso signifique trabajar para estudios de diseño esclavistas.

Después de mi último trabajo para un estudio, en negro, me juré a mi misma que nunca más iba a aceptar trabajar bajo esas condiciones.

Pero la realidad es que cada día me costaba más poder “ser freelance». Había conseguido algo que me re cerraba… pero no duró mucho. Al poco tiempo se terminó la onda.

Así que volví a la vorágine de conseguir un trabajo con el que pudiese reunir en dinero necesario para mantenerme, sin pedirle plata a mis viejos.

Por una cuestión personal mas que nada. Tengo la suerte de haber sido criada por dos tipos de barrio, que les fue muy bien económicamente. Podría hacer realmente lo que quisiera en ese sentido. Pero estudié, tengo mi profesión, y sólo intento poder valerme de ella para vivir.

Entonces, llegando a los 30, ese tema se estaba volviendo un tic tic tic en mi cabecita.
Así que.. como me llamaron, con o sin hormigas, iba a ir. Mi idea era ver como me sentia…

Todo sea por la independencia.

 

05. Intérnenme

Mi papá me paso a buscar con un taxi y fui al clínico con él.

En el taxi seguíamos elaborando teorías de lo que podía tener.

Teoría #1 de Mauri:

– Pelotuda, te dije que te compres zapatillas nuevas.Te dije, te dije. Te ibas a joder. No podes usar las mismas zapatillas mas de 6 meses si corres tanto. Es una cuestión lógica. Se te gasta la suela, y el impacto te va jodiendo el sciático. Es eso, te dije.

– Pero viejo, el traumatólogo de la guardia me dijo que es raro que me agarre en todo el cuerpo..debería tener dormidas las piernas..por qué me agarra así en todo el cuerpo?

Aparte no me duele NADA! Ni las contracturas de siempre, NADA!

Teoria #2 de Mauri:

– Entonces si no es eso, debe ser por culpa de los chinos. Cómo vas a comprarle pescado a un chino!! No viste lo sucios que son!? No me vengas con eso de que son todos prejuicios racistas. Apagan las heladeras boluda!! No importa que sea el Súper mas concurrido del barrio chino, y que tengan una pescadería de la puta madre, son todos iguales los chinos!!
Los japoneses, no. Pero esos chinos te intoxicaron…
Te sentís bien de la panza?

– Si qué se yo, yo de la panza me siento bien…Igual Nuria me dijo que cuando fueron a Cuba, les pasó algo parecido. Pero sólo en las manos, y como que les picaba. A ella y a Ari, entonces como eran los dos, era obvio, pero yo comí sola el salmón…Pero puede ser.. Ahora el Doc nos va a decir..

Teoría #3 de Mauri:

– Y bueno, después está la opción que te digo siempre. Estás re loca. Le querés sacar el protagonismo a la boluda de tu hermanita que se casa jaja… Mirá que yo no creo mucho en la psicología, pero es increíble lo que la mente puede hacerte somatizar.

Y ya con lo que te pasó en New York.. que del cagaso que tenias te quedaste ciega!! Jajaja que gracioso, estas mas loca vos nena… te tenés que tranquilizar, disfrutar..

– Si ya se viejo, que se yo, soy así..ya se me va a acomodar un poco todo..pero tuve un año un poco difícil viste…

– Dificil? Dejáte de joder! Sabes lo que es difícil vos? Jaja
Vos tenés que disfrutar: De tu casa nueva, de lo que te gusta.. si no tenés una puta preocupación. Dejá de exigirte boludeces, ya fue, no se porque te das tanta rosca con las cosas si tenés todo servido para disfrutar..no se porque te autoboicoteas tanto.

– No sé Pá, pero si todo esto que me está pasando es “locura” llévame YA al Borda! No sé, intérnenme! Realmente, si esto que estoy sintiendo es algo psicológico, por favor intérnenme, estoy muy mal de la cabeza!

04. Leona Super Fighter

Ese Lunes me desperté asustada. Había tenido pesadillas. Había dormido mal. Yo siempre dormí boca abajo, sin almohada. Pero desde que vivía con las hormigas, mi sensación corporal había cambiado radicalmente.

Cuando me acostaba boca abajo, sentía que “volaba”.
Como si las hormigas separaran mi cuerpo del colchón.

Me acostaba boca abajo, y sostenía mi cuerpo solo con el torso, levantando las piernas y los brazos como si me estuviese tirando en paracaídas, y juro que me sentía levitar.

Surreal.

Entonces dormía casi sentada, porque era la posición que me hacia sentir mas segura, pero la verdad es que dormía para el orto.

Quizás por eso me sentía cada día mas agotada.
Me costaba caminar, paja total… me daba paja todo, hasta lavarme los dientes era un esfuerzo.

Pero el arte nos salva.
Siempre fue mi frase de cabecera.

Nunca supe si la escuché, o si la inventé yo.
Creo que la inventé yo.
Siempre me salvó.
De la soledad, de la incomprensión, de las angustias, de la desesperación.

Del aburrimiento. De la intolerancia.
Para mi, producir o consumir arte, es la salvación de la humanidad.

Entonces, cuando ya no podía más de la ansiedad, me puse a dibujar.

Boceté, en lápiz, una leona. De perfil, rugiendo.

Y después, saqué los oleos, el liquin (besito para mi profe Angeles Gollan)

Y pinté, en un cuadernito que me había comprado.

Leona Súper Fighter. Así lo llamé.
No sabía contra que estaba peleando, pero algo en mi interior me dijo dos cosas:

– Que iba a tener que pelear.

– Y que aprovechara a pintar mientras podía, porque día a día, mis manos y mi cuerpo, se volvían más y más débiles.

03. Vani, la loca

El Lunes a la tarde veía al clínico. Estaba esperando verlo como si fuera a encontrarme con mi salvador, o con Superman. Con Jesus.
Alguien que iba a poderme dar una idea de lo que me estaba pasando.

La verdad es que hasta ese momento, todos me decían “Vani, bajá un cambio, tranquilizate, estás con muchas cosas” Escucho la voz de mi amiga Nuri, hablándome con la calma de siempre, diciéndome “Negri, tranquila, ya está, ya te mudaste, ya queda poco para el casamiento de Juli, relajá, estas con muchas cosas, tuviste un año de mierda…tranquila”

Siempre fui la loca. Siempre.

Y siempre estuve un poco orgullosa de eso. Nunca me sentí “normal”.

Y nunca quise serlo.

Siempre fui la artista, bohemia, promiscua, rebelde, aventurera, libre, impulsiva, histérica, peleadora, feminista, locaaaa. PARÁ pará un poco.

Vamos acá vamos allá y hago esto y de paso ya que estoy llevo lo otro asi cuando vuelvo ya tengo todo listo.
Y tomá, rajá, tomatelá forro, conmigo no te metas. Todo eso.

Pará Violencia! (por Violencia Rivas, el personaje de Capusoto)
me decía Diego, mi ex.

Ésto que te pasa ahora, es tipo lo que te pasó cuando te fuiste a Nueva York, te acordás? Como un autoboicot.

Estoy tan loca, tan loca, que cuando me estaba yendo a Nueva York, el sueño de la piba pendeja y artista, que viajaba sola y se quedaba por 4 meses, justo antes de subir al avión “se queda medio ciega”.

Si, me pasó eso. Empecé a ver mal.. «como cuando miras el sol y después como que ves para el orto un ratito?” bueno, pero un ratito que duró una semana.
Mi primer semana en la ciudad de mis sueños, y yo me quedaba “medio ciega”.

Eso si que es un autoboicot querida!
Bueno, esto es algo como eso.. ya pasaste todo, lo único que te quedaba era relajarte y disfrutar de tu casa nueva, del casamiento, de tu fucking cumpleaños… pero NO!

Otra vez la locura…que hace que te pasen estas cosas!

01. El Catapunchis

«Imaginate que un día perdés todos tus poderes.
No hablo de poderes sobrenaturales.
Hablo de los poderes con los que nacemos los humanos.

Ésta es la historia de cómo perdí mis poderes,
y de cómo volví a recuperarlos..»

_____________________________

2016.

Este año fué genial.

En marzo dejé a mi novio.
y al poco tiempo, murió mi abuela.

Viajé sola, a Brasil, y casi ni ví el sol. Entre otras decepciones…

Dejé de fumar.
Dejé mis pastillas y no me vino nunca más.
Y me llené de granos.

Puse fin a un proyecto con mi hermana.
Y me quedé en pelotas laboralmente. Más de lo que ya estaba.

Después un día, conseguí un trabajo ideal, y me echaron por mail, como si fuese un sorete.

Me mudaba por 3ra vez en 4 años, se casaba mi Hermana, y yo cumplía 30.

Ese día era Sábado. Sábado 5 de noviembre.
A dos semanas del casamiento de mi hermana.
A tres, de mis treinta primaveras.

Ya me había mudado, ya había acomodado.

Ese sábado dije, voy a disfrutar de mi día, de mi casa.

Fui a correr a los lagos, corrí 7km.
Me compré un salmón ahumado para festejar.
Estrené la pileta del edificio, y organicé lo que faltaba para la despedida de soltera de mi hermana desde ahí, tranca, al sol.

Me duché, almorcé, dormí una siesta.

Estuve sentada un rato haciendo algunas cosas…
Y cuando me levanté..catapunchis!!

Se me durmió una pierna, y un brazo, y la otra pierna y el otro brazo, y la panza, y la espalda y todo, menos la cara…

WTF! Qué es esto!? Sentía como cuando te dormís con la mano abajo de la almohada y la sacas y te hace hormiguitas? Bueno, pero todo el cuerpo! Una locura!

Les mandé un mensaje a mis hermanas, diciéndoles medio en chiste lo que me estaba pasando, y que “si no les respondía en 20 min, llamen al SAME” pero ninguna de las dos me respondió, así que llame a la Chiquita y me acompañó a la guardia.

Como había comprado el fucking salmón ahumado, en el fucking barrio chino dije, listo, me intoxiqué, estoy envenenada! Chinos de mierda asesinos!

O No, quizás me picó un bicho en los lagos! Y tengo una reacción alérgica!

Qué tengo DIOS!! Que mierda es!!

En la guardia me hicieron análisis. Para ver si no estaba deshidratada, porque como “corrí mucho” viste, por ahí que te hormiguea todo el cuerpo porque te falta potasio…qué se yo.

Después me atendió un traumatólogo que parecía de la edad de mi Hermana Mica, unos 20 añitos ponele, que me dijo que podía ser un pinzamiento en el sciático, pero que era raro que se me durmiera “todo el cuerpo”. Por lo general, es en los miembros inferiores…así que básicamente me dijo que “escapaba a su conocimiento” y que no me podía dar respuestas. Si, antinflamatorios y algunas resonancias básicas del sciático.

Y a su casa señora.

La llamé a Patri Montoya.
Mi tía/amiga por elección, quinesióloga, osteópata, y referencia total y absoluta ante cualquier colapso corporal.

Patri me dijo que me tranquilice.
Que a veces el stress hace esas cosas, y que claramente, había tenido un año de mierda, y que bueno, que pare un poco el bocho.

Vani, la loca. Viste, en algún momento te iba a saltar la ficha.

Siempre hablaba con mi amiga Camila de eso.
La frágil línea entre la cordura y la locura.
Cuán cerquita estábamos de cruzarla algún día y ahí si. Chau. La locura.
Siempre le tuve miedo a la locura. Y después de hablar con Patri y que me dijera lo que me dijo, empecé a creer que todos tuvieron razón siempre, y que yo estaba loca, y que ahora la locura se estaba apoderando de mi cuerpo.

Todo el cuerpo estaba “dormido” en realidad me hormigueaba.. pero la sensación era tal cual a lo que nos pasa cuando estas sentado y “se te duerme el pié” o te dormís en una posición X y “se te duerme la mano” y te moves y te moves para “despertarlo”.

Pero nunca se despertó nada.

Llamamos al médico Clinico. Monopoly.

El doctor Monopoly, si, como el juego.

Yo ya lo conocía, es el doc de la familia. Nos dió turno para el martes a la mañana.
Para ese momento, faltaban solo 2 días y lo iba a ver. Genial. Simple no?

Pero yo no sentía mi cuerpo.

Y me decían que quizás estaba stresada. Bueno. Me quedo en lo de mis viejos porque es muy bizarro lo que me está pasando y veo como estoy mañana.
Quizás me voy a dormir y se me pasa.